martes, 12 de junio de 2012

Intercambio de solsticios (378)

“Cuando veáis una estrella a lo lejos, o la gota de un helecho, serán avisos de la esperanza, el calor del sol o el tacto de la nieve nunca se agotan, y siempre en este tiempo, o en aquel que no alcanza nuestras mentes, esperarán para tocar la piel a la niña de los ojos inmensos. Mientras duerme sueña con cosas maravillosas, que sólo son para ella un mensaje de futuro, que sólo las abe Pilar. Cuando el viento se cuela por la ventana la acaricia de una forma que jamás soñamos nos acariciaría el amor. Es de noche sólo para ella y su música la hace sonreír, nadie imagina lo llena de Dios que está, y a pesar de no correr en el parque o comprar castañas a la abuela, viaja por lugares de las mil y una noches, de sonrisas de duendes por la inmensidad del mundo interior infantil, que ese sí es igual para todos. No sabe en qué día, ni en qué momento, si será tiempo humano o de Dios, pero seguro que llegará para ella la palabra, contará lo que sintió mientras pasea por el agua y tendrá el don de saber que la vida es una experiencia, corta o larga, rodeada de verde o de batas blancas, pero al fin y al cabo un tiempo que empieza después. Queremos deciros, papás y hermosa niña, que entendemos por qué su sonrisa es tan amplia. Nos gustaría sentaros a Txomin y a ti en la mesa con la tarta. Lo dejaremos para algún día del “tiempo”. Hoy nos cruzaremos las miradas. Unos amigos de Motrico”. Me da un beso y mientras su madre escribe en un papel las características del champú que uso por si a Pilar le fuera bien, trato de avanzar con ella a través del método de euskera, pero ella viene a decirme que lo deje, que sé mucho menos que ella de eso. Pilar lleva puesto un vestido a la manera de un “palabra de honor”. Pilar está contenta. La han pintado y está muy guapa. Le traigo el comprometido champú contra la grasa y la caspa y un compact con villancicos universales. La niña me da las gracias, lo hace con frecuencia: agradece a las enfermeras cuando le aspiran, cuando se ocupan de ella para cualquier cosa. Sus agradecimientos los encubre de sus radiantes sonrisas, son encantadores. Pongo el disco y bajo el volumen de la televisión que está ofreciendo en esos momentos el sorteo de Navidad. Pero a Pilar no le gustan las voces de los cantantes de ópera, aunque le explique que son unos verdaderos divos . Sólo acepta el “jingle bells”, quizás porque mi madre y mi hermana Teresa le han mandado una felicitación musical que cuando se abre suena a esa canción. La niña empieza pronto a gesticular y a chasquear con la lengua. Aparece una enfermera y Pilar le señala con la cabeza hacia la derecha: al niño de al lado -e– hijo del ertzaina- le suena el aparato. Debe ser un hecho normal, porque hay una enfermera en permanente vigilancia junto a su cama. Pilar ha soportado el “CD” mientras me discute que prefiere el “Olentzero” al Niño Jesús. Luego le pongo un disco de Raúl y antes de despedirme hablo con el ertzaina. Parece que su hijo tiene menos necesidades de oxígeno, pero su evolución es irregular.

1 comentario:

Sake dijo...

¿Tú crees que con el sufrimiento que hay podemos dedicarnos a acrecentarlo de alguna manera?, yo voy mucho más allá, creo que no saludar a cualquier persona con una sonrisa, es un pecado de los más grandes.