jueves, 21 de junio de 2012

Intercambio de solsticios (385)

Se trataba de una de sus habituales visitas a ese bello pueblo francés que era St. Jean Pied du Port. Ese lunes del puente de la Constitución llovía, el habitual mercadillo se veía reducido a su más mínima expresión, y, para colmo, llovía. Así que Vic y Jorge se fueron al Carrefour a hacer una pequeña compra.
Cerrarían en apenas 10 minutos. A la entrada del supermercado, un panel acogía distintas figuras de plástico que reproducían a los personajes de "Las aventuras de Tintin" de la película de Spielberg.
 Brassens se acercó para comprobar que no había precio alguno en las cajitas.  Requerido por este, una dependienta le informaría que se trataba de una promoción. "Imposible de conseguirla en su integridad con una sola compra", pensaría Jorge para sus adentros. Aun así, Vic le pedía que recogiera la cartilla.
 Ultimaron su compra. Brassens pagó y ni siquiera pidió los adhesivos a que era acreedor, pero Vic los reclamó. Displicente, la cajera arrojó sobre la mesa una tira de sellos: 15. Pero serían necesarios 25 para completarla.
De modo que decidían abandonar el supermercado. Las luces se apagaban y el cielo chispeaba.
 - Vamos a ver si nos dejan salir por la entrada -propuso Vic-. Así nos mojaremos menos. Brassens se anticipaba a su mujer, Pero la puerta corredera no estaba activada en el sentido que pretendían ellos, de modo que retrocedía sobre sus pasos.
 Fue entonces cuando una resuelta Vic comunicaba a su marido:
 - Tenemos un cartón completo.
 - ¡Ah! -exclamó Jorge-. Y, ni corto ni perezoso, se dedicó a recoger todas las figuritas. No quedaba la de Tintin, pero al menos tendría las demás -pensó-.
Depositados los objetos sobre la mesa de la caja, la dependienta le comunicaba que solo podía llevarse una.
Vic Suarez, que observaba atentamente la gestión de su marido, afirmaría entonces con toda la seriedad de que disponía:
- Tengo un cartón completo en el coche...
 Y Brassens traducía las palabras de su mujer a la empleada.
 - Está bien, pero vamos a cerrar -le contestó.
- Solo le pido medio minuto -dijo él. Y se puso a buscar entre las figuras. Al final se decidía por llevarse a Hadock y a su ascendiente: el caballero de Hadoque.
 Vic volvía con el cartón que presentaba todos los sellos correctamente pegados.
 - Se ve que les gusta que esté bien cumplimentada -aseguró Vic.
 Feliz, Brassens se llevaba sus figuras.
 De regreso al coche, Vic explicaba a su progresivamente atónito marido lo que había ocurrido.
- Cuando íbamos a salir, vi que había una tira de sellos en el extremo de una de las cajas en la que ya no había ninguna dependienta. La cogí, pero la guardé en otro caftón que había por allí. Observé que, con los sellos que teníamos y los nuevos, había 25, que eran los necesarios para completar el cartón. Pero que, además, la cartilla en los que había metido los sellos estaba completa y pegada. Y como resultaba que solo te daban una figura, dije que tenia otra cartilla en el coche...
 A lo que un desconcertado Jorge Brassens solo pudo contestar:
 - ¡Y yo que no me había dado cuenta de nada...!

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