viernes, 13 de julio de 2012
Intercambio de solsticios (401)
- ¿Que qué me pasa? ¡Que estoy bien jodido! ¡Eso es lo que me pasa! -contestó el ocupante del asiento trasero.
- Eso estaba bastante claro -repuso Celestino Romualdez con una de sus habituales sonrisas irónicas-. Lo que me gustaría saber es si te han diagnosticado algo. No sé, alguna enfermedad...
El aludido respondía transido en un vahído de dolor:
- En Chamartín no vemos a los médicos ni en fotografía.
- Así estamos desde que empezó a joderse España... -observó filosófico Romualdez.
- ¿Y cuándo empezó a joderse, jefe?
- Esa es la cosa, Zavalita -siguió Celestino, muy en "Conversación en la Catedral"-. Pero ahora es mejor que nos deje,os de chorreadas y vamos a lo nuestro.
- ¿A lo nuestro?
- Recapitulemos. Este tío está bien jodido, como él mismo dice. Es posible que tenga la peste o algo así. En las condiciones en que vivimos, con las ratas merodeado por todas partes, no seria de extrañar.
- O sea que le pegamos un tiro y nos hacemos con el coche....
- No sé. Déjame que lo piense. En realidad, lo mejor seria prenderle fuego, porque si se trata de la peste, nos podríamos contagiar... A lo mejor ya Lo estamos ya...
- ¿Y nosotros qué hacemos? ¿Desplazarnos a pie?
- No tenemos tiempo que perder -anunciaría Bachat a su homónimo en la Junta de Chamartín.
- Bueno... -repuso Sotomenor, como si la cosa no fuera con él.
- ¡Levántate!
El responsable de Chamartín accedía a la orden con la parsimonia de un hombre de noventa años.
- Ahora dime dónde tenéis las armas.
- ¿Armas? ¿Que armas?
- Las que tenéis en esta junta.
- No lo sé. Yo no estoy al cargo de esas cosas...
- Te conozco, cabrón. Y sé que tú lo controlas todo en este puto sitio.
- Si tú supieras...
Bachat empujó al chamartinense hasta sentarlo nuevamente en su butaca. puso la punta del cortaplumas justo por debajo de la oreja izquierda del jefe de policía y le produjo un hábil corte.
Sotomenor no pudo evitar un aullido de dolor.
- ¿Escuece, verdad? Pues peor será lo que va a venir después. -Y, acercando su rostro hacia el de Juan Carlos, Sidi recuperaba su expresión de árabe furioso para espetarle:
- Tú no sales vivo de aquí.
Sotomenor debió realizar en apenas unos segundos un sencillo calculo de supervivencia. El mínimo para responder.
- Está bien. Tú ganas. Lo único que tengo aquí es una pistola.
- Puede servir -aseguró el saharaui-. ¿Y dónde la tienes?
- En este cajón.
- ¿Y la llave?
- No está puesta.
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