jueves, 26 de enero de 2012

Intercambio de solsticios (313)

- Y Gonzalo Jiménez continuaba en su correo de 26 de abril –proseguía equis- que, en el asunto de contribución a los gastos de la casa de Valladolid, así, en negrita –decía equis-, los que dseen pueden hacer una estimación de su aportación mensualmente para hacer los cálculos necesarios y estudiar las medidas que se puedan tomar. Y seguía diciendo que no era partidario de exigir cantidades importantes a Eugenia, su hermana, primero, porque creía que no podía hacerlo; y segundo, porque ella ya desarrollaba varias tareas en la casa.
- En resumen: que no le parecía justo –comentó Brassens.
- Eso mismo –concedió equis-. Pero Gonzalo no había concluido aún. Decía en su correo que él se mojaba el primero y que se veía capaz de de aportar 200 euros mensuales, que no podría ofrecer una cantidad adicional, habida cuenta de la irregularidad de los ingresos de su familia y de la entrada de una de sus hijas en la universidad.
- Eso por Gonzalo…
- Eso por Gonzalo Jiménez, en efecto –dijo equis-, el siguiente turno llegaba de la mano de Alfondo.
- ¿Y qué decía este?
- El correo se produjo el 27 de abril, o sea, un día después del anterior –informó equis-. A Alfonso le parecía bien la venta del piso de que habían estado escribiéndose hasta entonces. Decía que había estado durante el fin de semana anterior en Valladolid y que había tenido la oportunidad de conversar con Alberto y con Gonzalo al respecto. Creía que la gestión de venta podría tener un buen resultado ya que se encontraba en las mejores manos posibles.
- Un poco de jabón –comentó Brassens incidentalmente.
- Sí. En esa familia era lo habitual. En cuanto a la aportación de los hermanos, según Alfonso, creía que, sin ahogar a nadie, cada uno debería aportar lo que considerara buenamente oportuno para su economía, siempre que pudieran llegar a cubrir, al menos, uno de los sueldos que sangran la economía de Valladolid.
- ¿Qué sangran?
- Era el poeta de la familia –sancionó equis, gravemente.
- Y este no se mojaba, como su hermano.
- Ya ves: cada uno lo que pueda. Yo ya diré en cuanto sepa lo que dicen los demás. O algo por el estilo.
- Eso es lo que hay –dijo Brassens-. ¿Y el siguiente correo?
- Era de Carmen. Ella estaba de acuerdo con Gonzalo. La gestión de la venta delpsio de Gonzalo y de Alberto sería genial.
- ¿Genial?
- Se supone que en el caso de que se hiciera.
- Ya.
- Y en el tema de los pagos, continuaba Carmen, creía también que Eugenia colaboraba en Valaldolid acompañando a su madre. En cuanto a su contribución, decía Carmen, que había que escuchar su opinión, porque sólo ella conocía su situación.

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