miércoles, 18 de enero de 2012

Intercambio de solsticios (307)

- ¿Y qué seguía diciendo Raúl en su correo? –preguntaría Brassens.
- Bien. Decía que, en el capítulo de la reducción de otros gastos que afectaban al patrimonio materno, que la fiesta que iba a dar su madre por su 90 cumpleaños, la deberían pagar todos los hermanos y no ella. En ese sentido, sugería que fuera Eugenia, su hermana, les informara del coste de la misma, que este se dividiera entre 8 y que se pagara entre todos.
- ¿Ese era el capítulo segundo de su propuesta?
- En efecto –admitió equis-. El tercero era poner en marcha un sistema de contribución de los hermanos. El procedimiento que sugería Raúl, y que le parecía más justo, era que los hermanos que usaban de forma permanente la vivienda de su madre en Valladolid, contribuyeran mensualmente, en sustitución del alquiler que sin duda tendrían que pagar si vivieran fuera de esa casa. Los hermanos, mujeres e hijos, continuaba Raúl, que usamos la casa, creo que debiéramos pagar una cantidad diaria en sustitución del hotel al que si no tuviéramos casa tendríamos que ir.
- Pago por uso –resumió Brassens.
- Eso mismo: el que usa la casa, paga. Insistía Raúl en que era lo más justo. Y agragaba que, para facilitar las cosas a Gonzalo, este les tendría que dar a los hermanos el número de cuenta de su madre donde ingresar el dinero en cada caso. Y que, naturalmente, antes habría que fijar de común acuerdo entre todos las cantidades a pagar por los hermanos que usaban la vivenda vallisoletana con carácter permanente, habitación y comida, y los que lo hacían de modo más esporádico, entre ellos él msmo, pero sin duda frecuente, también habitación y comida y si iban sus mujeres e hijos, más cantidad.
- Eso era todo –dijo Brassens.
- Le faltaba la despedida. Decía Raúl para terminar que, con las medidas que proponía, se podía paliar la situación de crisis e, incluso, evitar la venta del apartamento madrileño. Y concluía diciendo que, una vez vendidas estas dos propiedades, la de la localidad contigua a Valladolid y la del barrio de Salamanca, sólo quedaba hipotecar la casa de Valladolid, de la que eran propietarios Carmen y su madre al 50%
- ¿Al 50%?
- Sí. Porque, de acuerdo con la herencia de su padre, Carmen había sido mejorada con el importe de la casa de Valladolid –contó equis.
- Bien. Aquí termina el correo de Raúl…
- Pero la historia sigue. El capítulo posterior es un correo de Alberto, el segundo de los hermanos. En él daba cuenta a los hermanos de la reunión que Gonzalo y él iban a celebrar con los posibles compradores del piso de la localidad contigua a Valladolid. Proponía reducir el precio de partida, de 450.000 euros a 425.000 para que la otra parte subiera su oferta por encima de los 390.000.
- ¿Y no había respuesta a lo que proponía Raúl?
- Sí. Consideraba que la propuesta era necesaria, en especial para los que vivían en la casa de Valladolid. Y que debían evaluarla en términos precisos, decía textualmente, y ponía plazo: la siguiente semana, para dejarlo todo resuelto antes de fin de ese mismo mes.

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