jueves, 12 de enero de 2012

Intercambio de solsticios (303)

Bilbao, 3 de septiembre de 2004.

Querida Lorsen:

La temporada empieza de nuevo y con ella las acostumbradas cuitas cotidianas. La lucha por sobrevivir en los diferentes contextos en los que me muevo alejan de mí cualquier sensación de aburrimiento. Pero no es para esto para lo que escribo estas letras, sino para contarte del cumpleaños de Pilar y la situación de nuestra hija.
El 26 de agosto, que me encontraba en Arrechea, acompañado de Carlos Urquijo, recibía una llamada de mi hermana Eugenia.
Pilar ha pasado una mala noche –me dijo.
Y yo resolví salir para Bilbao inmediatamente. La niña –siempre será una niña para nosotros, ¿verdad?- estaba bastante sedada, pero aún así su cara evidenciaba la preocupación por su estado. Ni siquiera la proximidad de su celebración, todos los globos puestos y algún regalo que precedía el verdadero y asustante convoy de obsequios que recibiría el 27 podían con su carita triste.
Desde que decidimos –tú y yo- que Pilar no debía sufrir ningún dolor, y más adelante, una vez que tú ya te habías ido, le empezaron a administrar calmantes de forma reiterada, yo sabía bien que el proceso de nuestra hija era una especie de “in crescendo” medical. Hoy le dan analgésicos cada seis horas, y Teresa Hermana me dijo -ese día- que estaban estudiando la posibilidad de ponerle un catéter que le permitiera alojar cualquier calmante directamente sobre la base de la médula. Por supuesto que le dije que tenía mi autorización.
El cumpleaños pasó sin embargo con toda la felicidad que tú los has conocido: fiesta, regalos, visitas... Y Pilar saboreó su día –que ella prolonga durante varias jornadas, antes y después de la correspondiente.
Queda esa chica en su cama -o en la silla- ahora más tranquila, pero a causa del dopaje que recibe. Sigue consciente en todo momento y está instalada en esa nueva situación que durará... ¿Quién sabe?
He pedido a nuestra Virgen de Roncesvalles que sea lo mejor para ella, siempre que no sufra. Una carita triste de Pilar –ni siquiera la mueca de dolor- es de lo más horrible que te puede ocurrir.
Sé que desde donde te encuentres intentarás todo lo que sea mejor para ella. Al fin y al cabo es lo único que me queda de ti en esta tierra, después de más veinte años desde que nos conocimos –este 8 de septiembre haríamos nuestro vigésimo aniversario.

Un beso.

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