martes, 24 de enero de 2012

Intercambio de solsticios (311)

- Díme Vic.
- Cristino –contestó la aludida en un tenue susurro-. Ya sabes que lo último que haría es ir en contra de Jorge. Y ya sé lo que él te dijo, yo estaba a su lado… pero esto no puede seguir así: estamos acorralados en un apartamento de las proximidades, pero en cualquier momento pueden dar con nosotros. De hecho, yo creo que nos hemos escapado de milagro.
Romerales no dijo una palabra. En realidad no sabía muy bien qué decir.
- Perdóname la franqueza, Cristino –seguía Vic después de su silencio sin respuesta-. Pero sois vosotros en realidad, o el pobre de Bachat, quienes nos habéis puesto en esta situación: no tengo coche, no sé adónde ir…
- Me gustaría ayudaros, Vic –contestó finalmente el Consejero de Interior de Chamberí-. Y, de hecho, te juro que estáis entre mis prioridades. Pero todavía no sé muy bien qué decirte. ¿No tenéis algún sitio seguro para pasar un par de horas?
- Un par de horas es algo así como una vida entera –respondía Vic Suarez un tanto filosóficamente-. No sé, no se me ocurre nada.
- Si pudieras darme dos horas; quizás hora y media… ahora estoy prácticamente solo –dijo Romerales, casi al borde de la angustia.
Francisco de Vicente, el doctor responsable de Sanidad en el Consejo de Chamberí, y Román Caldera, el esbirro-topo de Sotomenor, observaron incrédulos la afirmación de Cristino.
- Quería decir que prácticamente no tengo a nadie que me eche una mano… -afirmó Romerales en un tono explicativo que le resultó indiferente a su interlocutora. Al fin y al cabo, ¿qué le importaban a ella las circunstancias personales de Cristino si no era capaz de resolverle el problema que tenía enfrente de sus narices?

Después de que se había cancelado la conversación, Francisco de Vicente se interesó por lo que estaba ocurriendo al otro lado del “walkie”. Romerales le impuso de lo que había ocurrido hasta entonces.
- ¿Jorge Brassens? ¡Si ya sé quién es! –exclamó el doctor. Y dijo después con ánimo resuelto-: Si quieres los traigo para aquí…
- Te lo agradecería infinitamente –resolló Romerales como si el galeno le hubiera devuelto la fe en el género humano-. ¿Y qué hacemos con este? –preguntó señalando al cadáver de Mestres.
- Ese está bien frito –aseguró de Vicente-. Díme dónde están los Brassens.
- Espera un momento, que se lo pregunto.

- No hay tiempo que perder, cariño –dijo Vic a Jorge zarandeándole de manera contundente-. Nos vamos de aquí…
- ¿Otra vez? –protestó Brassens
Se veía incapaz de dar un paso más.

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