En muchas ocasiones he tenido una cierta admiración por los oradores que todos los domingos montan un pequeño escenario en el “Speaker’s Corner” de Hide Park en Londres y se dirigen a unos escasos oyentes para captar su atención sobre los temas más disparatados. Eso no ocurre en la política y menos en la política española: los actos públicos de los partidos acostumbran estar perfectamente organizados y estos sujetos no aparecen en la escena debido a los numerosos filtros que deben superar.
Pero eso sí que pasa en el Partido Radical (No violento, “transportito” y transnacional). Planteado desde el principio de la presencia personal, no hay delegados ni mandatos imperativos. Cada uno se registra para hablar y dice lo que le parece, tenga o no demasiado que ver con el asunto que se plantea.
Era esta la segunda oportunidad que tenía de encontrarme con los radicales. La primera tuvo lugar el pasado septiembre en Barcelona. La verdad es que el acto se pareció bastante a este vivido en el balneario de Chianciano, pero, hasta que no estás en un Congreso no sabes casi nada del asunto. Recuerdo que pedía a la radical española Begoña Antigüedad que me facilitara unos estatutos de su partido. Los leí y no entendí demasiado. Había tal multiplicación de órganos, adherentes y parafernalia que no hice a Begoña el menor de los comentarios y esperé a mejor ocasión.
Y esta llegó por fin cuando recibí la invitación a asistir al 39 Congreso del partido.
Hay en ese partido una miscelánea de gente extraordinariamente válida: ese “viejo león” –como unas señoras bautizaban a Marco Pannella cuando este avanzaba afanosamente hacia el estrado, la misma tarde en que llegábamos al hotel Excelsior, sede del Congreso-. Pannella tiene un verbo largo, como el de los oradores de antaño que hacían gozar a sus oyentes por más de una hora. Te habla lo mismo de Berlusconi –“hay que echarlo, pero hay que criticar también a la izquierda por su falta de alternativas”-, del federalismo europeo –“una revuelta anti-nacionalista, anti-estatalista, a favor del federalismo”-, de la Europa de las patrias –“la Europa de las patrias es el fin de Europa y de las patrias”-, del Parlamento Europeo –“es un ‘taxi Parliament’, sólo le daban 6 días para enmendar el Tratado de Lisboa”-, de la partitocracia –“hemos pasado del monopartidismo contra el Estado de Derecho al multipartidismo, también contra el Estado de Derecho”… pero es que Pannella puede hablar del espiritualismo tibetano, de la necesaria conculcación de la pena de muerte o de la esclavitud –un mauritano, miembro del partido, fue detenido y torturado por promover la abolición de la esclavitud en su país-. Pannella aún dispone de ese verbo cálido y atractivo, a pesar de sus años. Y es que en la estela de este hombre hay mucho de dignidad y de honorabilidad que se siente de forma muy clara.
Hablaré luego de Emma Bonino, que pronunciara una discurso de bella factura y del que extraje alguna nota. Pero está también Marco Perduca -¿dijo alguien que para ser algo en ese partido hay que llamarse Marco?- que dirige los debates del Congreso con gran eficacia y flexibilidad.
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1 comentario:
Afortunadamente los humanos somos ricos en pensamientos y en aptitudes,y afortunadamente existe la libertad para poder darlas a conocer.
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