miércoles, 18 de mayo de 2011

Intercambio de solsticios (182)

- Sí, presidente. Creo que el momento ha llegado –afirmó Cristino Romerales de manera contundente.
Juan Andrés Sánchez se frotaba repetidamente la barbilla, como si en ella quedara algún rastro de la barba que en ella floreciera tiempo atrás.
- ¿Tienes un plan de acción? –preguntaría al fin.
- Está diseñado en sus aspectos generales. Claro que sería necesario darle una vuelta más.
- Deberíamos reunir previamente a la Junta… –manifestó Sánchez en actitud dubitativa-. Y… una cosa más, Cristino. No podemos actuar así, sin más ni más. Uno no puede invadir a un distrito sin que exista una justificación.
- ¿Estás pidiendo un “casus belli”?
- Así es.

Sidi Ben Bachat abrió la puerta de la casa de Francisco Goya número 5. En el pequeño porche que daba acceso al inmueble, un grupo de una decena larga de hombres fornidos le esperaba. El saharaui observó los brazos derechos de algunos de los congregados: efectivamente tenían brazalete, y casi seguro que el color de las bandas era verde. Gente de Cardidal. Policías delincuentes que estaban vigilando la casa de Brassens y que esperaban alguna visita más o menos inesperada. ¡Cómo podía haber sido tan ingenuo! Ahora toda la operación quedaba al descubierto.
- ¿Quién eres? –preguntó un tipo gordo, grasoso, asqueroso.
- ¿Quién me lo pregunta? –inquirió Bachat, a la vez que accionaba una tecla de su “walkie-talkie” que emitía una señal de peligro.

Cristino Romerales consultaría su aparato. Le había llegado un mensaje de alta prioridad.
- Bachat está en dificultades –informó a Sánchez.
- ¿Dónde? –preguntó este alarmado.
- En el distrito de Chamartín. Lo he enviado con Vic Suarez, para que la deje en su casa.
- Un poco arriesgado. ¿No te parece?
- Supongo que no creerás que lo he hecho para buscarme una justificación… -avanzó Romerales.
- No he dicho tal cosa. Pero lo cierto es que el asunto se precipita.

- Eres el saharaui. –afirmó el gordo seboso que llevaba la voz cantante en el grupo para-policial-. El responsable de la policía de Chamberí.
- Sólo soy un amigo de Brassens. Sabía que estaba mal y he venido a visitarle –repuso Bachat.
- Está bien. Ya veremos si esa afirmación resiste un par de hostias –dijo socarrón el personaje grueso con una sonrisa sarcástica-. Acompáñanos.

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