Juan Andrés Sánchez disponía de un despacho representativo de su estatus. No se podía decir que fuera lujoso, ni enorme; pero Chamberí era algo así como otra galaxia en comparación con los demás puntos de la vieja Madrid. No faltaba la mesa de madera de caoba, sobre la cual un cuero verde oscuro recordaba los orígenes empresariales del ocupante de la estancia -Sánchez procedía de un largo trabajo en el sector de los servicios-. Las sillas que había dispuesto junto a su lugar de trabajo formaban parte del mismo juego que su mesa, caoba y cuero, en la misma dosis de comodidad y buen gusto. No faltaba tampoco un sofá de tela clara con dibujo floreado junto a una mesita de de cristal sobre la que todas las mañanas se disponía un ramillete de flores frescas y olorosas.
El ocupante de este despacho era un hombre de edad más que madura, calvo y que había abandonado su barba cuando esta iniciaba su clarear. No perdonaba su impecable traje de chaqueta de tonos lisos y normalmente oscuros, hecho a la medida, como sus camisas; y unas corbatas de seda que Sánchez compraba personalmente en Italia. Completaba su atuendo unos mocasines agua y vino de Sebago, que nunca acababan de gastarse lo suficiente como para tener que comprarse otros, cuestión imposible en aquellos momentos.
Cristino Romerales golpearía levemente la puerta antes de entrar. Juan Andrés le invitaba con formalidad en él caracteristica a sentarse.
- Tú dirás, consejero.
- Presidente, quería hablarte del asunto de Chamartín –empezaría Romerales.
Sánchez pedía con la mano que diera comienzo a su relación.
- Como sabes teníamos prevista una acción sobre el distrito. Una actuación que hemos diferido en el tiempo hasta conocer cómo se iban produciendo los acontecimientos...
- Te recuerdo que se trataba de una acción sin concretar –repuso Sánchez.
- Sí. No sabíamos si se trataba de una acción diplomática, una especie de alianza, o incluso una acción de carácter militar –recapitulaba Romerales.
- El Consejo de Distrito está dividido.
- Sí. Lo está porque aparentemente la situación del Distrito de Chamartín, si bien lejos de resultar estable, podría decirse que no se había descontrolado totalmente. Pero, según nuestros informes, hoy mismo se ha producido un golpe de estado allí.
- ¿Cardidal?
- Cardidal.
- Lo sabía. Jacobo Martos no es un hombre capaz de la resolución que es necesaria en estos momentos –señaló el presidente de Chamberí-. ¿Lo has confirmado?
- Está confirmado personalmente. La mujer de Jorge Brassens me acaba de visitar.
- ¿Ha conseguido burlar a las fuerzas de seguridad?
- Sí. Y si quieres que te diga la verdad no me extraña nada. No son más que el ejèrcito de Pancho Villa. A veces muy aparente, pero generalmente desorganizadas y siempre corrompidas. En Chamartín no hay diferencia entre las fuerzas del orden y los delincuentes: son todo la misma cosa.
- De modo que tú crees que ha llegado el momento…
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1 comentario:
Sabes una cosa, si comienzas a dividir puedes no tener final, y acabarás siendo jefe de ti mismo y viviendo sólo en tu casa independiente de todas las demás.
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