martes, 10 de mayo de 2011

Intercambio de solsticios (177)

Bilbao, 18 de mayo de 2003.

Querida Lorsen:

Las hojas del calendario van cayendo con una rapidez que asusta. Pero me doy cuenta de que el tiempo ya no es uno, son al menos dos en mi caso: Existe, por una parte, el tiempo natural que fluye como la corriente en un río caudaloso, y ese va muy rápido, más cuando has cumplido algunos años ya; por la otra está el tiempo que ha transcurrido desde tu marcha, ese es algo así como el agua de un pantano, parece como si se hubiera estancado, que no se mueve, porque tu recuerdo permanece tan vivo dentro de mí como el primer día. ¡Y eso que dentro de 10 se cumplirán los primeros seis meses sin ti!
La característica más definida de mi situación actual es la serenidad. Tu recuerdo, aún presente, no punza mi estómago, no me duele el corazón... Se trata como de un agua que sólo puedes advertir cuando asomas la cabeza dentro del pozo, y una extraña claridad –los focos que la alumbran- te advierten de su existencia.
Y a consecuencia de esa serenidad, la idea de la muerte se ha adueñado de mí de tal manera que no me importa si en cualquier momento se atreviera a llamar a mi puerta. El otro día, una conducción un tanto nerviosa de mi escolta me devolvía a esa idea, que en otros momentos me parecería macabra: ¿Y si damos una vuelta de campana, volcamos y nos caemos por un terraplén? Conclusión: Todos muertos –o, al menos, yo-. Y te diré que me asusta la idea del hospital, el dolor, la reanimación. No me inquieta la idea de la muerte. Pilar seguiría muy bien cuidada, soportaría mi ausencia. Y quizás –si tus ideas sobre la vida futura eran ciertas- nos pudiéramos encontrar paseando, cogidos de la mano, por la playa de Matagorda o –esta vez sin escolta- por los caminos de Arrechea.
Porque la vida resulta triste sin ti. Muy en especial, en estos fines de semana en los que me pongo frente al ordenador y te cuento lo que han dado de sí estos siete días. Hoy no me acompaña Bècaud. La campaña electoral me ha obligado a prescindir de él, porque hubiera pasado la mayor parte del tiempo solo. Así que no me ha despertado a las ocho de la mañana, ni me ha obligado a levantarme de la cama –como es su invariable costumbre- porque ya es de día y hay que apartar a un lado las sábanas.
Empieza a hacer calor. El pasado miércoles-jueves estuve en Córdoba, vestido de primavera con una temperatura de 40 grados. Aunque ya sabes que el refrán castellano dice eso de “hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo”, mañana mismo me paso a la ropa de verano.
Hoy Pilar estaba un tanto pachucha. Tenía un exceso de mocos y se había quedado en la cama. No me ha recibido bien, no quería que pegara las fotos del cumpleaños de tu padre en el álbum que le compramos tú y yo, y que se ha convertido en el baúl de los recuerdos para los dos. Pero luego ha mejorado en su atención y su afecto, aceptando darme un beso en la despedida. Pilar ha descubierto la grabación, porque mi hermana Eugenia –creo- le ha dejado un aparato de esos que usan los periodistas, y oye lo que le decimos y lo que ella contesta. Siempre insiste en escuchar la grabación desde el primer momento. La he dejado tranquila, aunque soy muy consciente de que su vida es un regalo cotidiano para todos, y si existe alguna existencia que no se encuentre escrita esa es la suya, aunque ya ves cómo hace seis meses no me hubiera imaginado a mí mismo sentado este domingo por la tarde escribiendo una carta a mi mujer, “dondequiera que ella se encuentre”.
El miércoles volví a Madrid, donde visité el museo Sorolla, que te hubiera encantado: Una casita en el centro de Madrid, con un jardín repleto de sombras y fuentes, con un frescor incomparable en medio de esta primavera- verano en que nos ha cogido la climatología. Tuve una comida con Javier Zarzalejos y Nico Redondo, de la que salimos muy satisfechos. Luego me vi con los Areilza, que estuvieron encantadores y dispuestos a colaborar conmigo en una novela enmarcada en una época histórica en Roncesvalles. Luego tomé el AVE hasta Córdoba donde me esperaba Rafa Jaén –un antiguo compañero de La Unión y el Fénix que se presenta como candidato a concejal por la ciudad-. Dí una rueda de prensa en la que fui presentado por María Jesús Botella –hermana de Ana- que es la presidenta del partido en la provincia. Creo que salió bien.
Ahí conocí a quien puede ser delegado de cultura en el Ayuntamiento si las cosas van bien –lo que se parece bastante a tirar una moneda al aire, tal y como están las cosas, las encuestas nos dan sólo regular, aunque yo las esperaba peores hace menos de un mes-. El chico este –Manuel Ángel, creo que se llama- es una persona encantadora y me ha regalado un libro de fotos de Córdoba que te hubiera gustado. Saca las instantáneas con una “polaroid”, los días grises –que son los menos habituales en esa ciudad- y, en el escaso tiempo en que se revelan las retoca, creando una verdadera obra de arte. Luego las amplía a un tamaño muy grande. No está muy lejos de las técnicas que tú utilizabas, es una especie de “fresco fotográfico”.
Ayer tuvo lugar un acto de homenaje a Agustín Ibarrola en el que sin lugar a dudas también hubieras estado presente. La pena es que ya hay cada vez menos gente de la cultura que da la cara por las personas comprometidas: Faltaron Marta Cárdenas, Elías Querejeta y algún otro más. Aunque Agustín salió emocionado y el acto –como todo lo que organiza ¡Basta Ya!- resultó muy estético.
He hablado con Isabel Lorsen que ha estado encantadora conmigo.

Ya te contaré. En todo caso recibe como siempre un beso muy grande de mi parte.

1 comentario:

Sake dijo...

Estate activo no te pares, porque si escondes la cabeza y llegas a la inactividad, entonces estarás perdido y nunca levantarás cabeza.