jueves, 10 de enero de 2013

Cecilia entre dos mares (31). Un amor en el otoño de Bilbao (VII)

Caminó por la Gran Vía, las manos recogidas detrás de su abrigo, magnifico, de pelo de camello, comprado en Londres. Pensaba en todo eso: Cecilia, su secreto... Y un conjunto de ideas en tropel se agolpaba en su cabeza. La primera, la más importante de todas sin duda era él mismo. Si Cecilia era para él lo más importante o no. Dirigió sus pasos hacia las Siete Calles. Sus casas, origen de Bilbao, domicilios de algunos amigos... ¿Amigos? ¿Dónde quedarían las amistades de muchos años el día en que él les dijera: "He dejado a Begoña y me voy con la poetisa..." "La pelandusca esa...", dirían. Ellas le retirarían el saludo, ellos lo mantendrían de forma contenida; aunque muchos, con seguridad, le mirarían con disimulada envidia. Cecilia. ¿Qué era, en realidad, ella para él? Esa cara de indita;ese cuerpo maravilloso; esa dulzura en las formas; esa voz suave, envolvente. Esa joven de la que se había enamorado y que no se le iba de la mente.

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