martes, 22 de noviembre de 2011

Intercambio de solsticios (273)

Bilbao, madrugada del 22 al 23 de diciembre de 2003.
Querida Lorsen:

Esta noche no soy capaz de conciliar el sueño. Quizás a causa del día de hoy, que ha sido un tanto agitado en cuanto a sensaciones se refiere. No te lo he contado, pero he insistido en la idea de la Delegación del Gobierno –me dirás que soy de ideas fijas, y es cierto-, ahora que Enrique Villar parece que la va a dejar muy pronto. José Luis Ainsúa, que está de asesor del delegado me ha contado algunas cosas respecto de su sucesor –te diré que el más probable es Carlos Urquijo-. Lo que me ha comentado Ainsúa es que a Villar no le caigo, bien debido a mi comportamiento contigo durante la cena de Navidad del PP de 2001 –la última a la que pudiste asistir- y eso me ha mosqueado. Claro que no he dicho nada a José Luis, pero me ha hecho daño. Y eso que se trata sólo de un torpe paquidermo que me reprocha falta de detalle... No creo que sea necesario insistir más.
Luego, el mismo Carlos Urquijo me ha propuesto que sea el padrino de su futura hija. Me he levantado de la banqueta del restaurant y le he dado un abrazo. “Es lo que más ilusión me podía hacer”, le he dicho.
Y, mientras daba vueltas incesantemente en la cama, pensaba en mi porvenir. Me encontraba en una conversación –ficticia- con Jaime Mayor, en la que este me explicaba que le iban a nombrar –o le habían nombrado ya- delegado a Carlos.
Me parece una decisión muy acertada –contestaba yo a Jaime-. Creo que Carlos reúne las condiciones, además que está en el mejor momento para proyectarse políticamente. Él está de ida, yo más bien de vuelta.
Es más que posible que esta conversación nunca tenga lugar: porque Jaime no considere oportuno ofrecerme ninguna explicación, no porque me haga ya ilusiones respecto del nombramiento.
Pero no deja de ser cierto lo que afirmo con esa frase. Para mí –y creo que definitivamente, a partir de esta noche, y por eso te lo escribo- Bilbao sólo existe en tanto que nuestra hija esté presente. En el momento en que Pilar vuele hacia tus brazos -¡ojalá que os podáis encontrar, eso significaría que yo también podría unirme algún día a vosotras!- yo empezaré mi tiempo de descuento. Si aún soy algún cargo político me mantendré en él hasta que se cumpla el correspondiente mandato. Luego emigraré a nuestras dos casas –Lanzarote en invierno, Burguete en verano-. No me importa demasiado el dinero con que cuente o la edad a la que se produzca todo esto. Lo cierto es que me encuentro un tanto acabado, sin ilusión y sin fuelle para combatir a los extraños y a los propios.
Cuando se vaya Pilar –a lo mejor me voy yo antes- seré libre. Prescindiré de los escoltas –sea cual sea mi circunstancia- y caminaré por las calles libremente, sin tener ningún miedo a los bárbaros etarras –y eso que nadie dice que la banda terminará pronto, aunque todos sabemos que está bastante débil.
Me queda por pensar en mi último testamento, pero no soy capaz de programar todavía tanto las cosas. Por ahora, nuestra hija está bien porque sigue siendo feliz. No quiero ni pensar en el disgusto de su partida.
Es en estos momentos, cuando la Navidad se acerca, surgen los recuerdos de los tiempos maravillsosos que compartimos juntos. Esa Navidad que es hoy para mí una etapa triste y dolorosa, que deseo transcurra cuanto antes, si no fuera porque hay una niña a la que siempre soy capaz –ahora- de devolver la sonrisa.

Te quiero.

No hay comentarios: