lunes, 29 de octubre de 2012

Cecilia entre dos mares (8). El poema de Cecilia (VIII)

¡Se llamaba Cecilia! Claro. Ni Evangelina ni nada de eso. Cecilia Llosa. Y allí estaba su nombre en grandes letras en el diario, en su diario, "El Porvenir de Bilbao", del catorce de septiembre de 1926. Cecilia Llosa y su poema al amor... La voz de Astondo, su apoderado, le devolvió al mundo real. - Don Miguel. Le llama el señor San José. "Está claro: a este no le ha gustado ni pizca que haya publicado el poema", pensó. - Iturregui. Supongo que sabrá usted para qué le llamo. - No sé. Si usted no me lo dice... - Pues verá. He visto hoy en su periódico los versos de la poetisa peruana esa. .. - Ya. - ... Como bien sabe usted yo soy accionista del periódico. No tan importante como lo es usted, desde luego, pero en fin, dispongo de un paquete de acciones de "El Porvenir..." - Hmm. La cortedad de la respuesta de Iturregui debió sorprender no poco a San José, quien continuaría: - Pues como ya creo que le dije ayer, me pareció un poema impresentable, Iturregui, además de bastante malo. Y a mucha gente más le debió parecer lo mismo, porque se marcharon casi a la francesa de la Bilbaina. Iturregui no consideró necesario contestar aquellas palabras. - ¿No ,e dice usted nada? -preguntaría su interlocutor. - Bien. En realidad, estaba esperando a que concluyera usted. - De acuerdo. Le escucho. - Yo creo, San José, que todo lo que se publica en un periódico no tiene por fuerza que gustar al conjunto de sus accionistas. Y no me refiero con eso a las noticias, que deben reflejar con la máxima fidelidad posible lo acaecido. Lo digo especialmente en relación con las colaboraciones; estas son responsabilidad de sus firmantes, no mía, ni del diario... - ¿Pero no me dirá usted...? - ... Perdone que continúe, San José -Iturregui se expresaba con un tono de voz firme y alto-. Yo creo que la señorita Cecilia Llosa es una escritora reconocida en Perú. Ha sido invitada por la Asociación de la Prensa de Bilbao a una comida, y pienso que ha resultado injustamente tratada, yo diría incluso que ultrajada, por unos señores que no entienden nada de un concepto que yo definiría como la libertad de creación artística. - Mire usted. Yo no dudo que se trate de una poetisa reconocida. Pero, por lo menos, podía usted haberla pedido un poema diferente. Vamos, eso de "las sotanas que recogen el polvo de la calle..." - Está bien, San José. Este era el poema de la señorita Llosa. Era el que ella había escogido. Era el que quería que yo publicara... Nada más -Iturregui percibió un agradable cosquilleo en el estómago: se sentía íntimamente reconfortado por la defensa que estaba haciendo de Cecilia-. Nada más, salvo otra cosa, San José. - ¿Quë cosa? - Que a mí sí que me ha gustado el poema. - Ya veo que no nos ponemos de acuerdo, Iturregui. Pero querría preguntarle su opinión sobre un asunto. - Usted dirá. - ¿No le parece que el contenido de esos versos es atentatorio a la moral católica? - Pues mire usted, San José. Yo no soy de esos que van siempre con el anteojo puesto en busca del pecado que puede existir en la largura de las faldas o en el tamaño del sombrero eclesiástico. Como le decía, se trata de una creación artística, firmada por una poetisa reconocida y a la que entiendo, además, que debo desagraviar. - Está bien, Iturregui. Parece claro que no estamos de acuerdo. En todo caso, quería ponerle de manifiesto mi opinión. - Esa ha quedado clara, San José. Y le agradezco su llamada. - Está bien. Buenos días Iturregui.

3 comentarios:

Sake dijo...

Querido D. Fernando, gracias por hacerme ver, que la vida y los humanos somos limitados, que a veces las circunstancias nos rebasan, y no nos podemos controlar.
Muchas Gracias por éste lujo de novela, que nos brida sin coste alguno.
Gracias por su generosidad.
Un Fuerte Abrazo.

Algunos pájaros errantes dijo...

Gracias a usted, Sake, por su lectura y su comentario constantes.

Juan Jacobo Urrutia dijo...

Realmente interesante.