miércoles, 24 de octubre de 2012

Cecilia entre dos mares (7). El poema de Cecilia (VII)

¿Había muerto su amor? O, mejor ¿había vivido alguna vez? De pronto fue consciente de un montón de papeles, anudado por una gruesa goma de color marrón. El informe del Duque de Miranda. Una inversión de gran importancia. Y era que el desarrollo de la industria exigía electricidad. Y las casas, todo pedía electricidad. Y el proyecto pretendía una solución de envergadura, de continuidad para esa necesidad del futuro, del presente. "JUSTIFICACIÓN DEL PROYECTO", anunciaba la primera pagina. Iturriaga se perdía entre los párrafos escritos con términos prácticos por el Duque. El Duque... o Luis Araquistain, que recibía uno de esos títulos "siderúrgicos" que repartía Don Alfonso XIII entre las gentes de Bilbao, como si fuera el monarca el sorteador de la tómbola en la Semana Grande. Buen amigo, Araquistain. Seguramente que su proyecto estaría bien concebido: papel de ingeniero, papel irreprochable. Todo muy bien ajustado, muy racional. Las palabras justas, los hombres necesarios, los socios más útiles para todos: mi tío, mi primo, el pariente de mi mujer... No importaba, al fin y al cabo, Bilbao se proyectaba en una gran familia de personas conocidas. Y, hasta donde no llegaba el parentesco, llegaban la política o los negocios. Bilbao, un "bocho" en el que todos se reconocían. ¡Pobre Begoña! Tan lejana, tan distante de él. Iturregui, genuino producto del Bilbao triunfante. Liberal y español, por lo tanto, por los cuatro costados. No podía soportar al bizkaitarrismo y sus afanes por ruralizar Vizcaya. Hombre de empresa, pero también persona preocupada por la cultura, por la prensa. Iturregui, elegante, se compraba todos los años dos pares de zapatos de Villarejo, hechos a medida. O se hacia traer los magníficos paños de Londres, para que su sastre se los cortara en Bilbao, con toda tranquilidad; la camisa almidonada; los gemelos de nácar con las siglas del "Spprting", o de oro, o de brillantes; la corbata de seda, del club Marítimo o de la Sociedad Bilbaina, azul marino, casi siempre o el abrigo de "cashmere" o de pelo de camello, tan necesarios para aquel frío otoño de 1926. Cuarenta y cinco años y en plenitud de facultades. Sus negocios subían como la espuma en aquel Bilbao del lujo, de las residencias construidas al estilo inglés, de los grandes potentados, de los capitanes de industria. Fundador, junto a otros socios, de la principal industria de la siderurgia vizcaína. Con intereses también en los negocios navieros. Y, en su inquietud política y cultural, resultaba asiduo además a las tertulias que se celebraban en el Lyon D'Or y había contribuido a la creación del diario "El Porvenir de Bilbao", del que era su principal accionista y, por lo tanto, su presidente. Y lo había hecho, quizás, porque le había parecido necesario que hubiera en la Villa un medio de prensa para la defensa de las ideas monárquicas, contra la intransigencia del socialismo, los pacatos planteamientos de los carlistas o el inmenso error de las teorías bizkaitarras. Lo había dicho aquella señorita de... ¿Arequipa? "El amor muere..." ¿Y dónde estaba el suyo? ¿En qué lugar se había perdido desde los tiempos de un noviazgo celosamente protegido por el aña "seca" de Begoña, transformada en "carabina"? Los paseos por las Siete Calles o por el Arenal. Él, ya con treinta y cinco años y deseoso de encontrar una salida a su soltería, de formar un hogar, cuando empezaba a abordar los negocios en la empresa de su padre. Y la gente le decía que ya era hora de que se "echara" una novia y se casase... Begoña, en el contacto fortuito de la calle. No sabían cómo bien cómo lo hicieron pero, de pronto, se habían arreglado. Y ya estaba ella escogiendo el ajuar en compañía de su madre. Y él, preguntándose por la marca de reloj suizo que le regalarían en la pedida y por la sortija que se encargaría traer de París para pedir a su futura mujer. Se casarían en Begoña, en la basílica, en el mes de mayo, como una flor más de la que los curas le hacían firmar todos los días de ese mes. "Madre, yo te ofrezco esta flor..."Y esa flor eran ella y él en aquella tarde de primavera, bajo el suave discurrir del "siri-miri" de Bilbao. Un viaje de novios al volante del Hispano Suiza, de su padre, que luego él se compraría otro; conociendo París, Iturregui, con los ojos muy abiertos Begoña, tapándoselos las más de las veces. Y Mónaco, Italia... Se perdían por aquellas maravillosas calles de Florencia, donde la belleza te sorprende y te envuelve en su exuberancia; Venecia, con sus canales y los gondoleros cantando sus canciones al amor bajo sus noches estrelladas... ¿Fue de verdad el amor o solo una figuración? La verdad es que nadie resulta experto en el amor, al menos Iturregui no lo era. Él tenía urgencia en casarse y Begoña no podía quedarse para vestir santos; o para ingresar, a destiempo, que para todo existe su tiempo, en una orden religiosa. Begoña era una buena solución para él, porque anudaba otras relaciones comerciales, negocios y más negocios en los que podría entrar de la mano de su suegro. De sus nuevos tíos. El Bilbao de siempre, el Bilbao "chiquito" en el que todos se conocían y se ligaban en un mareo interminable de bodas,parentescos e industrias. Nadie es experto en amor. No hay quien controle los efectos de esa extraña sensación. Quizás lo suyo con Begoña no fuera una historia de amor. Pudiera ser que en aquella relación solo existiera cariño, afecto... Ese "te quiero" que podía llegar a ser entrañable, pero que no contenía dentro de sí ni una sola gota de pasión. Y ahora aparecía esta extraña... ¿Evangelina? No, no se llamaba así, la peruana esa que le extendía con firmeza sus versos provocadores. Esa morena de ojos profundos, misteriosos, contradictorios. Era un reto. Le estaba escuchando, segura de sí misma. Firme, en su habitación del hotel Carlton: "Ya que ha dicho que le gustó mi poema... que lo publique, que tenga esa valentía. De lo contrario no merece la pena: si no me lo publica no le vuelvo a ver nunca más". ¡No la vería nunca más! Si no publicaba su poema, adiós Evangelina, o como se llamara. Lo tuvo muy claro entonces. - Astondo. Haga el favor de hacer llegar a la redacción de "El porvenir..." este poema. Que lo publiquen en un faldón en la ultima pagina. Además, otra cosa, Astondo, quiero que salga mañana mismo. Sí, mañana. Aunque tengan que levantar la edición.

1 comentario:

Sake dijo...

¡Oh los humanos!, cuantos simbolos necesitamos, cuantos vestidos necesitamos, cuantos sentimientos albergamos.
Y lo malo es que no podemos hacer otra cosa, sólo hacer lo que debemos hacer.
Y lo que debemos hacer ¿ es lo mejor?.
Un Fuerte Abrazo, D. Fernando.