viernes, 7 de septiembre de 2012

Intercambio de solsticios (440)

- Ya estamos llegando, jefe -musitó el sujeto que parecía algo así como el eslabón perdido entre el hombre de Neanderthal y el de Cromagnon. - ¡Calla, que ya lo estoy viendo! -respondía Romualdez. -Ya, ¿pero qué hacemos? -preguntaba el orangután. - No se oye ningún ruido. Creo que tienes que acercarte. Cualquier cosa que pase, te cubriremos. Él sujeto aquel no lo dudó ni un solo instante. Era un tipo de una envergadura insólita y, en apariencia, desmadejado y torpe, pero solo en apariencia; porque en la practica, esa impresión era solo un envoltorio: resultaba una persona ágil, que se sujetaba a a las paredes de la calle Génova, como si fuera un saliente natural de la estructura de sus casas. Los pistoleros de Romualdez encañonaron sus ametralladoras hacia las sombras de su compañero, que evolucionaban con notable cadencia de ballet. Y ya se encontraba ante la puerta de acceso a la sede. El mono-hombre no podía ver nada, pero oía perfectamente las conversaciones que se producían del otro lado de la puerta. Una voz entrecortada murmuraba: - Tío. Creo que la cosa está un poco jodida... - ¿A qué te refieres? -contestaba el que había sido aludido. -A que no me van a seguir todos. Algunos creen que, si se pasan a nuestro bando, no les vamos a pagar nada... - Promételes lo que te pidan -repuso el interlocutor. - ¿Y qué crees que he hecho? Un pesado silencio siguió a estas palabras. Solo roto un largo tiempo después. - Esperemos que no vengan los de Chamartín. Nos cogerían en plena descomposición. No le era necesario escuchar más, el hombre de Romualdez se llegaba en cuestión de segundos a la ubicación inicial de su jefe para referirle lo que se contaba en el interior de la sede de Chamberí. -Buen trabajo -dijo, satisfecho, Celestino. Román Santiuste impuso a Jacobo Martos de lo acontecido durante esa noche. - Tú me dirás, presidente. Sotomenor está frito y Cardidal no está.. ni se le espera -resumía el sub-jefe de la policía de Chamartín. - - No hay tiempo que perder -aseguró Martos que, nuevamente tomaba posesión de la presidencia de su distrito-. Ahora mismo llamo a Juan Andrés Sánchez. - Te diré lo que vamos a hacer -explicó Romualdez a su segundo-: Amparándonos en las sombras de la noche, Vamos a cruzar al otro lado de la calle hasta que lleguemos a la altura de la puerta de la sede. En ese momento disparamos contra todo lo que se mueva. Y, cuando veamos que no hay respuesta, entramos a por ellos. - ¿Y qué suerte les espera? - Excuso decirte que no habrá supervivientes.

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