miércoles, 22 de junio de 2011

Intercambio de solsticios (201)

Bilbao, 26 de agosto de 2003.

Querida Lorsen:

Te escribo desde Bilbao, donde llegué antes de ayer, domingo. Cuando estaba en casa, leyendo, me llamó Alfonso Companys, y le sorprendió que estuviera ya aquí. La verdad es que, como bien sabes, y más allá que el hotel Burguete genera una dinámica específica, a la que evidentemente yo no me he sumado, tanto Alfonso como Cuca han pasado bastante de mí. Sólo he estado con ellos cuatro veces en los quince días. Una vez nos visitaron en casa –estaban mi madre y mi hermana Teresa-, otra les vi en la misa de Roncesvalles, otra en la de Arrechea para los veraneantes muertos y la última fue casual, en el río. No me sorprende. Como siempre, cuando llega el Pato, Cuca ya no es la misma, se transforma, se pega a él como una lapa. Y Alfonso se convierte en una especie de perrito faldero que suspira por un pedacito de pan que se les caiga de la mesa. Un poco más de lo mismo.
Pero creo que Arrechea me ha sentado bien, quizás también por la independencia que he tenido a lo largo de mi estancia, Salía a pasear sobre las diez de la mañana, regresaba a las doce, comía solo o acompañado y trabajaba por la tarde. Por la noche me quedaba un rato largo en el porche antes de acostarme. El caso es que he cenado todos los días, he ganado algún que otro kilo y vuelvo mejor de lo que salí. Me he propuesto ir al menos una vez al mes y quedarme tres o cuatro días seguidos.
Se vuelve a hablar de la famosa autovía. Está ya aprobada, aunque no se ha hecho público el acuerdo. Dicen que tienen financiación y que la van a empezar en el 2003. Veremos. Pero si ocurre, desde luego que venderé la casa y, a lo mejor, con el dinero que me den, anticipo la edad de mi jubilación y me largo a Lanzarote con viento fresco –nunca mejor dicho esto último, en todos los sentidos.
En general la gente de Arrechea ha estado muy afectuosa conmigo. El padre de los de los del “Txiki Polit” –en el que, por cierto, comía el Teniente Coronel de la Guardia Civil con el Delegado del Gobierno-, Charo, la gente de la panadería, Chiqui –el de La Posada-, etc.
He visto a Pilar dos veces. Está bien. Según la doctora Hermana quería celebrar su cumpleaños desde hace ya quince días. Pero mañana es la gran fecha y los globos y los regalos están ya dispuestos para que pase una jornada de felicidad inolvidable.
Es una semana cargada de aniversarios: los dieciséis de nuestra hija, los nueve meses desde que te fuiste. La vida y la muerte, y yo como una especie de atento vigía, observando los acontecimientos, aceptando que ya tú no estás conmigo aunque sigas estando.
He sustituido las fotos de Arrechea que había en el salón –excepto la de Villa Pilar- por los últimos cuadros que pintaste. Cuando termine estas letras colocaré las fotos en nuestro dormitorio.
A la espera de contarte el primer cumpleaños de nuestra hija sin ti, me despido enviándote el beso más grande.

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