Cristino Romerales era un hombre fornido y grueso, “fuerte “ –que dirían los castizos- pero no obeso. Tenía el aspecto del prior bien alimentado de una próspera orden religiosa. Vestía unos pantalones de pana marrón con cartuchera en la pierna y un jersey cerrado con cremallera, abandonando su terno azul marino con el que se prodigara antaño en la empresa privada.
Inmediatamente haría pasar a Vic a su despacho, que poco después Jorge Brassens adivinaría como aquel en que había sido recibido por Angel Acebes, en aquellos pretéritos tiempos en los que Brassens procuraba apoyo político y financiero para la Fundación Agustín Ibarrola en los terrenos de Alfredo Melgar, que poseía un título nobiliario de larga prosapia.
Pues en aquel despacho que fuera del Ministro del Interior que tuvo que bregar con los atentados del 11-m, se introducía Vic Suarez para observar que se trataba de un reducto modesto: se entraba desde el pasillo a una sala de reuniones que disponía de una mesita redonda con capacidad para cuatro ocupantes y separado por una puerta –siempre abierta- del lugar de trabajo del consejero. Se sentarían en el primero de esos reductos.
Cristino ofreció a Vic un refresco.
- Esta “Chambe-cola” no es que sea una maravilla… pero se deja beber.
- Si puede ser con mucho hielo… -rogaba, más que pedía Vic.
Romerales se levantó de su silla para dirigirse a una minúscula nevera de color marrón de donde extrajo dos botellines de vidrio marrón -que en su día habían alojado una pequeña dosis de cerveza- sobre los que se había colocado una etiqueta de papel groseramente pegada al envase, que rezaba su contenido de refresco de cola. Encontró un vaso situado en la misma nevera “así estará más fría”, aseveró. Finalmente localizó una bandeja de hielos que, con cuidado, fue depositando en el interior del vaso.
- ¡Qué bien! -exclamó Vic-. Hacía muchísimo tiempo que no había tomado una cosa verdaderamente fría… -y la vista se le iba extasiada ante el espumeante brebaje negro.
- El agua es fundamental… y la energía. Eso y el mantenimiento del orden público han sido lo más determinante de nuestra gestión. Ahora está el reto de las libertades… -aseguró Romerales.
- En Chamartín no hay nada de eso –observó Vic Suarez después de beber un sorbo de la “Chamba-cola-. Está bastante bueno. Me recuerda a la Coca-cola que hacían los de La Casera.
Romerales sonreía abiertamente:
- Está hecha con la misma fórmula química. El inventor trabaja con nosotros. De hecho quiere empezar a exportar esta bebida por todo Madrid.
- ¿La cambiará entonces de nombre –preguntó Vic interesada en el próximo devenir de la bebida por antonomasia de los últimos dos siglos.
- Él dice que no, que hoy en día Chamberí es símbolo de prestigio…
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1 comentario:
Mira te propongo una cosa ¿porqué no haces como yo, comer de todo?, así seiáis como nosotros omnívoros de verdad y estariais tan sanos y resistentes como nosotros.
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