martes, 12 de marzo de 2013

Cecilia entre dos mares (54). Cecilia, decide (IV)

Cecilia Llosa había dejado, en su departamento, una pequeña maleta-neceser y algún libro para leer durante el viaje. De pie, junto al pescante del tren, sujeta al pasamanos, para que el momento de la partida no la hiciera perder el equilibrio. Había fijado la vista en el final del anden. Su mirada, esa mirada lejana de la que nadie podría deducir si pretendía observar algo o descubrir, en la distancia, a nadie, quizás solo a ella misma. La estación, los maleteros, viejos y jóvenes, el rumor de las voces, las despedidas y los abrazos. Todo muy serio, muy circunspecto, muy de Bilbao. "¡Viajeros al tren, viajeros al tren!". Y luego, un pitido característico dejaba paso a un largo y pesado avance del convoy. Cecilia no veía ya la estación, en realidad, la había dejado de ver hacia tiempo. Sus ojos brillaban con ese resplandor que reflejan las lagrimas contenidas, que no acaban de brotar y ya no había delante de ella nada más que una insondable bruma. Volvía a su departamento, triste pero convencida. Todavía tenía vida por delante, aunque, cuando se cierran etapas y desaparecen las cosas que quieres, tú también te vas un poco con ellas, tú también te mueres con ellas.

1 comentario:

Sake dijo...

La partida, tan triste a veces tan sin remedio, luego todo pasa a formar parte de los recuerdos y algunos siempre permencen frescos.