martes, 27 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (243)

Florencia, 24.10.03.

Querida Lorsen:

Esta es la segunda carta que te escribo en el día de hoy, ya sé que nunca te he parecido un pelmazo, pero quería contarte cómo ha pasado la tarde con tu amiga.
Como sabes tenía una cierta preocupación por lo que pudiera ocurrir, pero los sentimientos pertenecen a un mundo que no es el de la racionalidad, a veces –como me ocurrió con el concierto de Pablo Milanés- una canción sacude el resorte que oculta tu pena más profunda y la eleva a la superficie, produciendo así un estrago fortísimo; otras el encuentro con la persona –el caso de Bona- que sólo ha sido para mí por ti, se presenta con la tranquilidad de un amigo que después de haberlo pasado también muy mal te dice con su mejor sonrisa, ¿cómo estás?, te abraza y todo transcurre con normalidad, porque ya se ha dicho todo lo que se tenía que decir.
Así ha sido mi encuentro. Una tarde tan maravillosa como no recuerdo muchas. Bona me ha recogido en el hotel. Luego me ha llevado hasta cerca de Siena, donde tiene su nueva casa. Yo la llamo “la piccola Torricella” o “la Torricella bis”, porque todo tenía un aire, un sabor a aquella casa que nos enamoró a los dos, quizás porque todo es Bona allí.
Tiene un compañero, Alexei, un ingeniero ruso, de pocas palabras, pensaba que tal vez por una infección que tenía el día en que le conocí, Bona me dijo después que en realidad es muy tímido..
Hemos hablado mucho, de ti, de todo lo demás. Bona me ha regalado un cuadro que pintó cuando supo que te fuiste. No lo he visto muy bien –a mi dichosa visión se añadía la iluminación del estudio, que era bastante corta esa tarde- pero puedo decirte que, sobre un fondo azul, hay una mano que surge de la base del cuadro y que hay gente que la rodea: Eres tú –pienso- pidiendo ayuda, diciendo adiós, todo eso a la vez… Lorsen, que estará siempre con nosotros, con los que te quisimos, a quienes tú quisiste.
Me ha regalado cosas que está haciendo ahora: un vídeo, un cd-rom, un libro, una foto en la que aparecéis las dos.
En el vídeo Bona está destruyendo dos cuadros suyos. La historia es la siguiente: En el palazzo de la Signoría iban a exponer esos cuadros. Pero no llegaron porque carecían de permiso de descarga (¡). Así que Bona optó por borrarlos. Eran dos motivos religiosos: Cristo en la cruz y la Madonna en su pasión. Esta última me ha interesado más. Pienso que la Virgen, los ojos infinitamente tristes, ve que con la crucifixión de su hijo se acaba toda la esperanza, que el mundo no va a cambiar, que tampoco su hijo es finalmente Dios, porque tampoco Él va a hacer nada porque cambie. En la destrucción de las obras, a base de pinceladas agresivas que dejan el lienzo convertido en unos cuadros abstractos, Bona mantiene los ojos de la Madonna sin tocar. Todo en su derredor es confusión y desorden, todo en sus ojos tristeza.
Me ha impresionado.
Me he quedado en el hotel desde donde te escribo. Mañana comeremos en casa de Brunella, su hermana. Ya te contaré.

Un beso.

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