Mi compañero Lois Careaga tiene la costumbre de provocar comentarios a través de insinuaciones sugerentes que él inserta en mi blog o me formula en el curso de alguna reunión . La última de la que tengo noticia se refiere al concepto de confianza en los dirigentes políticos.
Tiene esa palabra -confianza- su origen en el latín "fides", de modo que es lo mismo que tener fe. Y la fe en la política y los políticos es cuestión que se adivina complicada, porque la fe es asunto que pertenece al ámbito de lo irracional -no llegaré a decir, como Borges que la teología es un subgénero de la literatura de ciencia-ficción, pero se le parece bastante.
De modo que uno puede confiar en sus políticos o no hacerlo en absoluto. Puede votarlos con alegría, recelo o con la nariz tapada -como decía Montanelli de la Democracia Cristiana-, y puede también votar a sus contrarios con el mismo grado de convicción. Es más peligrosa la fe en los políticos carismáticos que no se encuentra sustentada en ninguna referencia electorsl. "Todo el poder para el jefe", decía la propaganda de don José María Gil Robles, el líder de la CEDA en aquéllos convulsos tiempos de nuestra Segunda Repúbkica. Pero lo peor había de esperar apenas unos años: Alemania y Hitler, Italia y Mussolini, Francia y Pétain y España y Franco.
"En rigor ustedes deberían poder elegirme cada cierto tiempo -decía de modo cáustico "Papá 'Doc' Duvalier, dictador de Haití-, pero nadie se pregunta por qué florecen las plantas en primavera y los árboles se llenan de hojas". Los dictadores se creen ungidos por un poder que ya que no emana de los hombres lo hace del más alla, y esa divina cobertura les permite envolverse, vestirse de ella. Calígula era dios como lo fueron otros emperadores romanos, dictadores por lo tanto.
Max Weber explicaba que "they reject political authority that is built on religion, belief and personallity. They only accept legal rational authority". Porque son las leyes y su cumplimiento el ámbito más elevado y fiable de nuestra civilización. Y cuando ese magnífico Sir Alec Guinnes, en "El puente sobre el río Kwai", exigía desde su mínimo receptáculo de terrible castigo el cumplimiento de la Convención de Ginebra a su homónimo general japonés que creía que toda la autoridad emanaba de Dios, le estaba pasando por las narices, con dignidad manifiestamente inserta en el estoicismo, todos los siglos transcurridos en la lucha occidental por el imperio de la ley y el control parlamentario.
Así que nos vale más confiar en las leyes que en las personas. O como mucho, confiar en las personas que cumplen con las leyes.
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5 comentarios:
Puedo confiar en las personas que intentan cumplir las leyes.Pero, les dejarán los otros grupos de personas cumplirlas....
Ahi está la duda para mi próximo voto.Saludos.
Estimado Fernando:
Las leyes están sujetas a la interpretación de los jueces. Pero, cuando éstas son recurridas por vulneradoras los legisladores no son culpables ante la Ley, simplemente fue un fallo genético que abanzó en un estado de gestación: los padres de la constitución, son muchos y de distinta raza, para que nadie reclame su legitimidad o ilegitimidad. La verdad absoluta no existe; la teología es un conjunto de técnicas y métodos de naturaleza humana filosófica que pretenden alcanzar conocimientos particulares sobre las entidades divinas. Creo que entre naturaleza divina y ciertos jueces no dista mucho de las deidades: "palabra de Dios, sentencia del Juez"…
Los legisladores son como los tejedores de redes, pueden pasar algunos peces y otros se quedan en la red. San Pedro fue pescador hasta que Jesús de Nazaret le enseñó a ser pescador de almas. Los políticos con carisma son pescadores de votos, quienes no tienen carisma suelen ser legisladores o asesores del presidente. Los políticos honrados duran menos que un caramelo en las glándulas salivares de la boca de un niño. El corrupto cuando delinque paga la fianza correspondiente y sigue gozando de su libertad, mientras tanto, suele destruir las pruebas que pudieran incriminarle.
La vida en un cuento que acaba con la verdad del hombre: Alfa y Omega, grafiado en las piedras de los cementerios.
Los políticos de verdad son como María San Gil: firmes en sus convicciones.
Pero, han de saber adaptarse a las realidades que circundan a los hombres y mujeres de la calle: antes que nación los ciudadanos. Ibarretxe es también un político con convicciones que se enfrenta frontalmente con la Constitución Española, pretendiendo abrir la red de un Estatuto de Gernika, virgen en algunos aspectos, y modelo a seguir en otros. Entre Ibarretxe y María San Gil me quedo con Josu Jon Imaz y Rosa Diez. Puede ser esquizofrénico, pero es el País que tenemos. -Ahora soy yo; prefiero una España unida a una España quebrada-
@blanca, la democracia y la libertad son una lucha permanente. Nunca están aseguradas.
@Gracias Antonio.
Estimado don Fernando.
Ya me disculpará usted si le digo que me abochorna la Historia política de España. Porque en ella reconozco a cada hito esa ingenuidad dramática a la que usted se refiere, que bendice la ambición y la inoperancia del líder político, cuando no la del militar o el guerrillero. Y hay en esta visión trágica de nuestras cosas un reproche implícito a quienes elegimos la comodidad de una militancia dócil frente al coraje de ejercer nuestra ciudadanía. Será por ello que nuestros partidos deciden inclinar su actividad hacia la mercadotecnia, antes que dedicarse a la gestión política, y andan más preocupados por el color de la corbata o lo elevado del gesto que por diseñar un proyecto válido y ejecutable desde el que defender el devenir de nuestros intereses. Pues bien parece, que se gana mejor la voluntad del pueblo diseñando líderes de salón, que respondiendo adecuadamente a nuestras demandas.
El caso es que últimamente tampoco nos sobra ningún Churchill, y llenamos nuestras “hornacinas” de auténticas mediocridades a la manera de un Aznar o un Zapatero, que pasan de una imagen risible o anodina a convertirse en doctísimos ideólogos, merced a la insistencia eficaz, por machacona, de sus respectivos aparatos propagandísticos. A partir de ahí, y de nuestra inmadurez para superar cierta mitomanía infantil, se sucede una suerte de teleología colectiva, en la que cualquier opinión o acción política, por estúpida que sea, queda justificada por el fin último de avalar la infalibilidad de nuestros “héroes”. De este modo, sería casi imposible encontrar un “aznarista” que renegase de nuestra aventura bélica en Iraq, o un “cetapense” al que le escuezan los románticos paseíllos de Dejuana. Pues si lo hubiese, quedaría inmediatamente desacreditado como traidor a la “causa”.
Y así sucede, que mientras los unos hemos abandonado el espíritu crítico y reflexivo sobre la acción de nuestros políticos, ellos han dimitido de sus responsabilidades (jamás de sus cargos) y encomiendan el éxito de su gestión al sostenimiento de una imagen “aseada”. La responsabilidad es de todos. Porque no olvidemos que vivimos en democracia, y cada cuatro años se nos encomienda a los ciudadanos la tarea de decidir que proyectos y que personas consideramos más adecuados para el gobierno de nuestro país. Y si entonces nos entregamos a la desmemoria, y atendemos más al valor simbólico o nostálgico de unas siglas que al análisis crítico de los hechos, el sentido último de la democracia queda reducido a una suerte de “hoolliganismo” político, similar en todo al de las hinchadas deportivas. Sólo que en este negocio nos jugamos algo más que la Champion.
Un saludo. Y por favor, siga usted trabajando, porque a algunos nos siguen gustando todavía los políticos "sin capa".
Bueno, bueno. Veo que aquí nadie pasa desaparcibida. Hasta algunos conocen mi faceta de magistrada suplente de la Audiencia de Vizcaya dutante varios años¡.
Pero para nada este hecho influyó en las pequeñas "reprobacioes" que se le hicieron a "D. Fernando Maura" cuando todos los de la mesa, y digo todos, porque no fui yo la única culpable, nos percatamos que su "mega" teléfono móvil, del que él mismo- y sólo hasta ese momento-, se sentía muy orgulloso, dado que podía guardar y enviar "tarjetas de visita", nos percatamos, digo, que carecía del denominado Bluethooth, sistema según él mágico, según todos los demás presentes, inalámbrico para enviar imágenes y archivos si necesidad de hacer gastos innecesarios con nuestro móvil.
Pero lo que no cuenta nuestro magnífico portavoz, es que cuando nuestra jefa suprema, Rosita, se acercó a nuestra mesa, y fue interpelada sobre sus conocimientos del Bluethooth, respondió con claridad, precisión, y contundencia. Claro el sobresaliente de Rosa Diez contrastaba con el suspenso del portavoz. Será perdonado???. Bueno, le toca el turno de réplica para que, en función de sus alegaciones, podamos exculparle o no....besitos de una ex-broncas
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