viernes, 13 de junio de 2008

Había visto en "Elegy", la película de Isabel Coixet, que uno de los protagonistas se refiere a la necesidad de introducirse en el interior de las personas amadas, por aquéllo de conocer sus sentimientos verdaderos y sus futuras reacciones. Se trata de un ejercicio difícil –pensaría-, la gente no resulta tan permeable a veces y su gabardina intraspasable nos muestra siempre sus mejores colores. Sólo el ejercicio del desnudo, que Tomás Moro obligaba en su "Utopía" a todos los novios, nos permite conocernos realmente. Sin embargo lo intentamos, vestidos como estamos de nuestras plumas de pavo real. Era la idea que le rondaba la cabeza cuando, como un quejido, una persona muy cercana le dijo:
- Cuanto más me conocen menos gusto.
Ensayó 2 torpes respuestas, más literaria la primera, más precisa la segunda. No creía ver lo mismo que ella; no, y que las cosas pasaban al revés de como ella las contaba: cuanto más la conocía le gustaba más lo que veía. Y fue, la suya, una respuesta serena. La vida te repasa a veces los espacios desesperanzados por la cara y te pone de color de nube de lluvia densa el futuro. Pero en algún momento ves que sólo fue una tormenta, que quizás ha salido un sol confortante a tu lado y que parece que se va a quedar allí. Es entonces cuando notas que no existe el engaño del impermeable, porque tus colores íntimos se visten con pieles que nadie ha podido contemplar antes. Has cambiado, te ha cambiado ese sol resplandeciente, mientras saludas con tu simpática sonrisa a las nubes que se alejan. Y te dejas llevar por un torbellino tobogán a donde sea, porque sabes que el final del viaje es una red elástica que te proyectará otra vez hacia las alturas. Déjame conocerte –dijo ella- ahora que todo es luz, todo es calor. Y déjame decirte –contestó él-, que veo que esos son tus colores naturales. Y que no quiero, no estoy dispuesto, no podría dejar de pensar en ti.

1 comentario:

María José dijo...

Aún estoy bajo "el color de nube de lluvia", pero después de leer sus palabras albergo la esperanza de que es sólo una tormenta pasajera. No hace mucho que he "descubierto" su blog, a través del de Fernándo Olmeda, ya forma parte del "ritual" diario de lectura. Buena suerte y mucha salud.