Vuelvo de Madrid con la expresión de mi sobrina Naralia taladrando mis oídos. Los niños actúan con lealtad y te dicen -te repiten- lo que sienten. Para ella, la historia de su prima Pilar se corresponde con una ecuación resuelta, un problema que ya no lo es porque ha dejado lisa y llanamente de ser un problema: "La prima está con la tía", me dice Natalia antes de agregar poco desoués, "no tienes que estar triste".
Por eso, en su primer día de vacaciones de Semana Santa, cuando estoy haciendo la maleta para el regreso, me mira a los ojos y me dice:
¿Por qué estás triste, tío? ¿Por qué no sonríes?
Lo intento y me sale una mueca. Y Natalia hace que no con la cabeza. Y sigue formulando la misma pregunta, porque ella no sabe encontrar la razón de mi tristeza.
Tengo un almuerzo con mi amigo Eloy para darle una vuelta al seminario sobre la ley electoral auspiciado por la Fundación para la Libertad. Me debe encontrar muy bajo de forma también, de modo que me llama poco después para zarandear mi espíritu caído.
- Tienes que animarte -dice.
Pienso que esto de la vida de los otros se parece a las buenas películas o a las novelas más conmovedoras. Uno se enternece con ellas, ríe y llora, e incluso puede experimentar una cierta sensación de pesadumbre cuando ha llegado el momento de salir del cine o de cerrar el libro. Pero siempre habrá otras películas y otras novelas con las que establecer relaciones similares.
Es verdad que Madrid siempre ha operado sobre mi persona un efecto taumatúrgico. Apenas dos días me sirven para recuperarme de ese infierno cotidiano en que se ha convertido el País Vasco para muchos de nosotros, los que un día decidimos tomar parte en la construcción de las barricadas practicadas para defender la libertad de todos. Pero Madrid es la "posada española" que curiosamente citan los extranjeros donde uno encuentra sólo lo que lleva consigo. Y el mío es un barco desarbolado y sin rumbo, al que le conviene acometer las reparaciones más urgentes antes de conducirlo al puerto más próximo, toda vez que se encuentren las cartas marinas señalizadoras de su paradero -si no se las ha llevado el naufragio con la arboladura.
El alma desmantelada recuerda la cita irreversible con la muerte, lo mismo que el alma enamorada crea la ilusión de la trascendencia. Las 2 viven para morir, pero de diferente manera.
"Abandonado, como los muelles en el alba", Neruda decretaba en su "canción desesperada": "Es la hora de partir, ¡oh abandonado!"
Partir, en mi tercera muerte, alejando a la vieja señora, tratando de saber qué hacer con la vida cuando una vez más advierto que carezco de conmutador entre la inteligencia y el corazón, que decía don Antonio Maura. Y que la voluntad no sabe actuar si no recibe el recurrente impulso de sus latidos.
No sé qué más deciros -Natalia, Eloy- cuando vuelvo a mi Bilbao de todos mis infiernos...
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7 comentarios:
@Fernando, Chacón, Valcárcel, Sos, Lois y demás amigos y comentaristas del blog de Fernando, si quereís poneros al día os invito a dar un paseo por el post "blanca sobre negro" de María Seco. Por favor, no os escandaliceis, solo es arte.
Que opinion te merece la situacione conomica de IU?
En cuanto a tu post, poco puedo decirte que no te haya dicho antes? Animo, y adelante. Pilar y tu mujer te acompañan y te ayudan.
Un abrazo Fernando
@Blanca y @todos- mi post "blanca sobre negro" está en www.mariaseco.blogspot.com
@politólogos:
¿a qué creeis que se debe la reciente bajada en picado del PNV yéndose al PSOE?
@Blanca Oraa
¿A qué el nacionalismo es algo casposo, carca y antediluviano?
A mi me sorprende todavía que un 27% vote al PNV. En la era de internet aún se vota con la txapela.
Hola @ todos, que ahora parece que os ha dado @ todos por el simbolito de marras.
Todo lo que queráis decir sobre el nacionalismo y más es cierto, sí. Pero también es cierto -y aquí está la cuestión a tratar, creo- que, independientemente de los últimos resultados electorales, y para que nadie se crea que esto ha cambiado de la noche a la mañana, el nacionalismo sigue dominando, me temo, y por mucho tiempo, el ambiente social, sobre todo social, de convivencia (?) en el que vivimos. Os voy a dar un ejemplo.
El año pasado se me ocurrió preguntar, no sé a cuento de qué, pero os prometo que me salió de improviso, si alguien de los alumnos que allí había delante mío (luego miré de nuevo, para mi pasmo, la lista de alumnos con nombres y apellidos que tenía delante escrita) tenía un abuelo de Burgos. Me hubiera dado igual preguntar si el abuelo era de Salamanca, creo que me entendéis, aunque para el caso que era creo que dije exactamente de Burgos. Fijaros, Burgos es la provincia no vasca con más porcentaje de emigración histórica durante un siglo en Vizcaya.
Pues bien, nadie dijo ni mú. ¿Entendéis lo que quiero decir? Nadie dijo nada. Al cabo de unos segundos de silencio sepulcral y caras como de que con ellos no iba la cosa, removiéndose en sus asientos, sin saber muy bien qué decir y yo mismo sin saber muy bien cómo iba a poder cambiar de tercio, después de lo dicho, y después de lo que estaba viendo, al final, digo, alguien al fondo del aula dijo, levantando tímidamente la mano: bueno, yo tengo una abuela de León, si sirve...
Este ejemplo es lo suficientemente significativo como para pensar que el nacionalismo ha ganado la partida. La gente ha acabado por avergonzarse de su origen allendelebro. Y contra eso, amigos, no hay nada que hacer. Sólo cabe, supongo, ir en plan hormiguita, así, como de boca a oreja, diciendo que el origen de cada uno no es algo que nos deba avergonzar. Porque luego es que públicamente esto se oculta como un auténtico estigma. En el País Vasco, donde para el que no me leyera otra vez que lo dije, el porcentaje de gentes con los dos primeros apellidos vascos es el 20,50% (ver el artículo de José Aranda: "La mezcla del pueblo vasco", revista Empiria, Uned, nº 1, 1998), la gente se avergüenza de su origen no nativo. Y los medios de comunicación locales sostienen esta realidad virtual borrando todo lo que no sea caserío, boina, aurreskus y mundo rural vasco que a una mitad larga de la población actual de nuestro País Vasco le resulta completamente ajeno.
A esto hemos llegado.
Falta una integración real del país. Durante mucho tiempo hemos tratado de imponernos los unos sobre los otros. Generalmente los inmigrantes y sus hijos y nietos las hemos visto venir de todos los colores pero nadie nos ha preguntado quiénes éramos y qué queríamos. Que si Franco por un lado, que decían que nos utilizaba para imponer aquí su idea imperial de España, que si Sabino y sus herederos por otro, que decían que o hincábamos la cerviz o ya nos podíamos ir por donde habíamos venido, aquí nos hemos quedado más mudos que el de los hermanos Marx, sin ni siquiera bocina para llamar la atención, por si acaso.
Saludos cordiales y yo, por mi parte os dejo descansar una temporadita, no os olvidéis de mí, me voy de vacaciones.
¿Pero como no va la gente a renegar de sus orígenes, si somos lo suficientemente idiotas como para dedicarnos a "ser vascos"? Pues si hay que dedicarse a ser vasco querrá decir que ser vasco es lo bueno. Luego no serlo, y estar aquí, será malo. No hay otra.
¿Habéis visto la última gracia nacionalista? De el Correo Digital, hoy:
Dado que en el actual escenario sociolingüístico las condiciones del entorno favorecen el uso y la competencia en la lengua castellana, y que la praxis y las evaluaciones han demostrado que la exposición al euskera en la enseñanza resulta fundamental para adquirir una capacitación comunicativa oral y escrita suficiente, el euskera debe ocupar el papel integrador que le corresponde como lengua principal en el proceso de aprendizaje. El Departamento advierte de que adoptará «las medidas oportunas» para «consolidar un sistema bilingüe y aumentar la competencia comunicativa en las lenguas oficiales al acabar el Bachillerato.
¿Vamos a protestar algún día? ¿Vamos a decir que somos personas, y no idiomas ni identidades?
Acojonante el argumento del GV: como el vascuence es oficial, hay que fastidiarse con el vascuence.
-¿Eh, oiga, y por qué no le damos la vuelta? ¿Y por que no concluímos que como el vascuence es un fastidio, deje de ser oficial?
-¿Y cual es el chiste del vascuence, y de ser vasco, si puede saberse? Ah, es que es "lo de aquí". ¿Lo de aquí? ¿Lo de aquí de quien? ¿De las piedras, de los árboles, de los montes? Lo siento, esos no hablan; ni vascuence ni ninguna otra cosa. Cuénteme otra, señor mío.
Pero mientras no neguemos la mayor, que el idioma de un sitio no puede ser un idioma que ni se habla ni se quiere hablar en ese sitio, y que los antepasados no dan derecho de pertenencia telúrica, seguirán ganando la partida y construyendo su Vasquilandia Tremebunda. Ese mundo de locos. Ese mundo de mierda.
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