Ángeles de vuelo libre

"Sisi" es una señora a la que conocí el sábado en Bilbao. Me esperaban, Margarita y ella, junto al bar "Amor de madre". Margarita intentaba en vano que nos abrieran la puerta mientras que "Sisi" me situaba en sus coordenadas bilbainas. Pero "Sisi" es de Barcelona, aunque siente un afecto muy especial por la gente y la tierra vasca. Conozco a pocas señoras de su época que hayan sabido desprenderse de esa sociedad del artificio que formaban los salones y las casas de campo y los hoteles al lado del mar o las casitas alquiladas -o compradas, que de catalanes hablamos-, manteniendo una relación abierta al resto del mundo. Esmeralda es otra de ellas. Se han sumergido en la vida con la misma fruición de un ejército sediento después de atravesar un "yunque del sol" en un desierto árabe, y emergen de la experiencia con la sencillez de un ángel apenas rozado por el polvo del camino: son motas blancas que se sacuden de su cuerpo nada más que alzan el vuelo. Porque, "Sisi" y Esmeralda, vuelan en pos de la gente para contarnos que la vida es bella, después de todo. Y nos cuentan fragmentos de sus vidas y comprendemos que ese hálito vital, que el sufrimiento no ha hecho más que fortalecer te indica el camino a seguir, que es un camino que existe porque ya lo han hollado sus pies. En los tiempos difíciles los hombres necesitamos el faro y el cayado. La dirección que hoy me cuenta "Sisi" y el apoyo de Montse: la certidumbre y el afecto, envueltos por la tela de araña que teje el cariño. Montse es otra señora, pero de los tiempos actuales. Se interesa por la gente, y desconecta a esa gente de sus coordenadas sociales. Porque aún existe un mundo pequeño y antiguo -"piccolo é antico", lo llamaba mi amigo Antón Menchaca- que vive en el prejuicio del trato entre iguales, que es mundo peligroso: siempre hay unos que son más iguales que otros -nos recuerda Orwell-. Montse vuela de ese mundo a los otros y se integra en su atmósfera. "Sisi" y Esmeralda arrostrarían el estigma de los rigurosos cánones de la época, también Montse de la suya, se interesan por las personas, no por los nombres y apellidos. Son señoras -y señores- los que son señoras -y señores- no los que pretenden serlo. Despiden todos un aliento de sencillez que nos hace advertir el aura especial que los envuelve. Eso que decían de Anneli, mi mujer, que son "auténticas". Yo las calificaría, a las 4, de ángeles de vuelo libre. Y si se es así, ya no se puede ser más.