La situación de la política vasca deja un regusto a "revival" permanente. Una vez más, la ruptura de una falsa-tramposa tregua-alto-el-fuego por parte de la organización terrorista vuelve a situar el problema de la eterna presencia de ETA en nuestras vidas cotidianas -una presencia que nunca ha dejado de hacerse evidente- y la respuesta que la sociedad vasca -y el conjunto de la española- a través de su representación política pueda y deba darle.
Aún es posible "hacer de la necesidad virtud". Si este último episodio es susceptible de lograr rehacer un acuerdo entre los principales partidos nacionales -al que pudieran sumarse IU, CiU e incluso el PNV de Imaz-, un acuerdo que no rebajara lo ya pactado hasta ahora entre el PP y el PSOE, sería factible que dedicáramos nuestras energías a resolver los problemas que plantea el futuro. Lamentablemente, la posición de permanente "optimismo" de que hace gala el Presidente del Gobierno permite augurar que sólo después de un atentado rotundo y con significativas víctimas mortales será factible un cambio de rumbo... o no, porque es bien sabido que "la cabra siempre tira al monte".
ETA es el pasado, mate, secuestre o extorsione a los ciudadanos. Lo mismo que ANV es el PCTV y es Batasuna y es Euskal Herritarrok y es Herri Batasuna y es la plataforma que apoyaba la "alternativa KAS". Lo mismo que la "kale borroka" es también terrorismo. Cuarenta y cinco años, treinta de ellos en democracia.
Pero el debate de política general de septiembre se parecerá como una gota de agua a otras a anteriores debates que se han producido en el Parlamento vasco. El Gobierno de esta Comunidad Autónoma sigue empeñado en su particular juego del escondite con la realidad. La tímida renovación -más de palabras que de hechos, todo hay que decirlo- que se vive en el PNV no ha permeado en el ejecutivo. En este siguen las mismas caras, los mismos partidos que mantienen las mismas ideas que se encarnan en los mismos agotados proyectos.
Se trata del mismo Lehendakari autista al frente de un gobierno desaparecido de la realidad, a la espera, como una especie de durmiente, que alguien la despierte del sueño.
Desde mi particular atalaya parlamentaria pondré tres ejemplos de lo que digo: órganos de diálogo social, siniestralidad laboral y Plan Vasco de la Cultura.
1) Organos de diálogo social.
Cuando se escriben estas líneas, la central sindical ELA ha decidido abandonar la estructura del Consejo de Relaciones Laborales, que tiene un presidente en funciones -o no lo tiene, o lo tiene sólo a tiempo parcial, porque Martín Auzmendi combina esta situación con su despacho profesional, una vez haber renunciado al sueldo que le correspondía, todo hay que decirlo.
El CES sigue donde estaba, es decir en una especie de nueva versión del "Esperando a Godot", donde los personajes han hecho ahora el "inapreciable" esfuerzo por encargar a una empresa que haga un informe sobre lo que los actores más o menos concernidos pensamos sobre el organismo. ¡Como si no fueran suficientes nuestras reiteradas intervenciones parlamentarias!
En resumen, Ooros dos años perdidos, un coste astronómico por informe -según su presidente- y lo que te rondaré...
¿Soluciones? Dejar de "esperar" a que ELA resuelva con "munífica generosidad" que está dispuesta a integrar -dinamizando o simplemente dejando hacer- a estos órganos y replantear la estrategia que desde Ramón Jáuregui viene pesando como una losa sobre estos órganos: levantar el derecho de veto de que disponen ELA y Confebask. Claro que para eso hace falta decisión política y voluntad de quebrar ese principio que le resulta inmarcesible a los nacionalistas: la solidaridad entre ellos mismos, que es una especie de múltiple cordón umbilical y que les lleva a considerarse como una suerte de pueblo oprimido, vejado y perseguido -"la vieja que pasa llorando" en "El bucle melancólico", de Juaristi- de modo que seguirán unidos hasta la victoria... o la derrota final. (Lo malo es que no van perdiendo).
Al borde también de la desaparición está la Fundación para la Formación Continua -Hobetuz-, si no fuera porque loa sueldos de su personal los paga directamente el Gobierno vasco, aunque no convoque ya ningún curso. La siempre empantanada negociación de la transferencia de las políticas activas de empleo -con gobierno PP o PSOE- impide que se liberen las correspondientes partidas presupuestarias.
2. Siniestralidad laboral.
A 31 de diciembre pasado la siniestralidad laboral con consecuencias mortales se ha reducido, pero sigue siendo clamorosa la inacción del Gobierno vasco en su implicación respecto del problema, así como que el instrumento del que dispone el ejecutivo para su control -Osalan- constituye todo un monumento elevado a la desorganización y al descontrol.
Sobre este asunto existe también la transferencia pendiente de la inspección en materia laboral: y ya se sabe de lo estructurales que son en este país las transferencias que aún no se han producido.
El próximo debate monográfico previsto por el Parlamento debería constituirse en punto de partida para una reconducción del problema.
3. Desarrollo del Plan Vasco de la Cultura.
Además del retraso en su aprobación, en su concreción el Plan Vasco de la Cultura se está pareciendo cada vez más a un "bluff", paradigma del cual es la Ley de Museos, que no se puede aplicar ni a los museos de titularidad foral ni a los museos respecto de los cuales las instituciones comunes realizan inversiones multimillonarias -Guggenheim-. ¿No habría sido mejor aprovechar el viaje para negociar un Plan Interinstitucional de la Cultura Vasca? Por lo que se ve aquí funciona mejor la "solución" fragmentaria -que no resuelve nada- y el recurso a la prensa.
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