Dicen que las cigüeñas emigran en verano y regresan a zonas más cálidas cuando retorna el frío, pero se asegura también que el cambio climático ha mudado sus costumbres y ya no les hace falta volar hacia espacios en los que las temperaturas son más agradables. Ocurría que, en la mañana del último día de nuestra estancia en Arrechea, percibimos al menos tres aves de estas características posadas sobre las delgadas ramas de los álamos que hacen límite del terreno con el río. Es sorprendente cómo pueden sujetarse, incluso integrarse en el paisaje, como si constituyeran parte del árbol, componiendo una gruesa corona, una especie de campana en el ábside de un árbol que ya está muerto, pero que sigue en pie, desafiando nieves, tormentas y lluvias. Nieve… primaveral, sí, porque, al cabo de dos o tres días, Ignacio me enviaba unas fotos en las que los campos de Arrechea habían quedado blancos otra vez.
Decía el título de este comentario que era la semana del adiós. En efecto, la semana de procesiones y vacaciones de 2023 nos ha dejado el saldo negativo de dos personajes menos en nuestro escenario español, tan repleto de histriones y de gentes que ‘okupan’ -con “k”-, sin merecimiento alguno, las luces de nuestra Bohemia esperpéntica. Se han ido Josep Piqué y Fernando Sánchez Dragó.
Conocí a Piqué cuando él era Ministro de Industria y yo era portavoz de esa misma área en el Parlamento Vasco. Recuerdo mi primer contacto con quien después he tenido el honor de coincidir en muchas ocasiones. Siempre reflexivo, atento a las palabras de su interlocutor, mesurado en la expresión y moderado en los contenidos… resultaba difícil no obtener de una conversación con él un principio de acuerdo, una propuesta de acción compartida.
Ministro portavoz y responsable más tarde de la política exterior española, llevaría luego Pique esa misma actitud a su tierra natal, Cataluña, con la difícil misión de coordinar al catalanismo que se decía moderado con el PP de aquella región. Pero UDC no era lo que parecía -o no nos parecía lo que era-, además que las raíces del nacionalismo, divisivo y excluyente, ya habían arraigado mucho tiempo antes en esa parte de España, y la polarización correspondiente constituía su expresión más definida. Piqué fracasó entonces, y allí quedaron el enfrentamiento y el odio… Quizás en esas mismas épocas, me ocurrió que, invitado por la Fundación Sabino Arana a un debate, tuve la infeliz idea de referirme a un supuesto “nacionalismo moderado”, en contraste con el radical y violento de los terroristas; uno de mis interlocutores, con gesto airado, repuso: ¡“Nosotros no somos ‘nacionalistas moderados’, somos ‘nacionalistas democráticos’!” Y así nos va…
Dedicado después a la labor profesional, Piqué no olvidaría su vocación política y su contribución a hacer sociedad civil en esta España tan necesitada de una ciudadanía exigente con una clase política cada día más polarizada y remisa, por lo tanto, a tejer los grandes consensos que requiere el siglo que avanza a trompicones, y en el que todo se consume tan deprisa que apenas nadie se preocupa de definir estrategias… ¡qué decir, por lo tanto, de implementarlas!
Sería entonces cuando recuperé mi relación con Piqué, quien tuvo la deferencia de dedicar una tertulia al Foro LVL de política exterior que dirijo, y a intervenir en un debate junto a la también exministra de Exteriores, Arancha González Laya, que ese mismo foro organizó con la Universidad Francisco de Vitoria.
Josep Piqué era un hombre exquisito en sus maneras. Su adiós es muy triste en la doble perspectiva de referente político y humano. No nacen hombres así todos los días y, cuando se van, perdemos todos una parte muy importante de lo mejor que somos, una pérdida que sólo su recuerdo y su ejemplo podrán reducir.
Y el adiós se repite también con ese hombre iconoclasta, contradictorio y -a fuer de libérrimo- libre, que fue Fernando Sánchez Dragó. No tuve con el autor de “Gárgoris y Habidis” nada más que una breve conversación telefónica, que la amistad compartida por ambos con Alfreda Melgar propiciaría. Yo quería conocer la posibilidad de desarrollar junto a Fernando alguna estrategia respecto al contencioso del Sáhara, que discurre imparable hacia el abismo, en el que se precipitan todas las causas perdidas sin excepción. Era en mi tiempo de responsable internacional de Ciudadanos y de portavoz de ese grupo parlamentario en la correspondiente comisión. Habría que recordar que el escritor preguntaba en el inicio de su libro-entrevista al líder de Vox, Santiago Abascal, respecto de su opinión sobre la antigua colonia española.
Dragó quería saber si Cs estaría dispuesto a financiar una película sobre el asunto. Quizás se pareciera ésa a la consideración que me hizo mi primo Joaquín Romero Maura (“las víctimas del País Vasco merecen una película de argumento, algo así como fue ‘Éxodo’ para la causa de los judíos”, me confesaba Joaquín). Y uno se podía imaginar a algún trasunto de Paul Newman en el papel de un juez, policía o político, de los que actuaron con decisión donde otros recurrían al silencio claudicante cuando no a la colaboración vergonzosa.
El proyecto de Romero Maura y la idea de Sánchez Dragó quedaron -como tantas otras cosas- en el aire nebuloso de los que nadie podrá ya rescatarlos. Ni Joaquín pudo darle continuidad ni yo quise plantear a Rivera la un tanto descabellada proposición de mi tocayo. Un partido no es una productora de cine, por mucho que la política en nuestro país no ejerce en demasía la virtud de restringir su actividad al ámbito que le es propio.
En todo caso se ha ido. Como las cigüeñas que estaban sujetas a la delgada rama del álamo del jardín. Veía cómo batían sus alas antes de volar hacia tierras más cálidas que las del Pirineo navarro. Descansen en paz.
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