De manera que Elías regresaba a Madrid, el recuerdo permanente de Arielita prendido en su corazón. Ordenaría sus papeles y comenzaría a escribir el ditirambo de la juventud de Fidel. En cada elogio buscaba la aceptación de la mulata, en cada párrafo había un llamado a las excelencias que la "revolución" supondría al futuro cubano y del que la joven militante del PC era para él el máximo exponente.
Además escribía largos y ardorosos correos que apenas nadie contestaría. Quizás un acuse corto de recibo con un "mi amor" que Elías creería tenía el mismo sentido que en España.
Presentó su tesis, que en la Complutense tendría buena acogida. No en vano, Cuba, Fidel, el "Che" y la "revolución" constituían siempre elementos punteros de referencia de la casa.
Animado por su éxito universitario y amoscado por la falta de noticias en Cuba, Elías Zúñiga resolvía acercarse a la embajada de ese país armado de sus cuatrocientos veintisiete folios laudatorios del joven Fidel para pedirles que le facilitaran visado para volver a la isla. Previamente había tomado contacto con algunas autoridades del PC cubano y se había asegurado una digna presentación oficial de su trabajo en la sede central de la Asamblea del Pueblo. Tamaño honor, sin embargo, no se vio correspondido por noticia alguna de Arielita, pese a que su acoso en términos de correos electrónicos y llamadas a su supuesto número de móvil el mismo Elías reputaba de agobiantes,
Llegado a Cuba, aunque agotado del viaje, Zúñiga resolvía dirigirse a la casa en que vivía Arielita, que era vivienda para toda su familia, dado el estatus político asumido por la chica. Un piso que no alcanzaría los estándares mínimos de comodidad pedidos por los vecinos de Vallecas, por ejemplo, pero que en la derruida Habana Vieja era todo un lujo.
Llegó, vio y no pudo creer lo que vio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario