domingo, 23 de noviembre de 2014
Elias Zuñiga (13)
En ese piso en el que se concentraban al menos tres familias, Arielita, su dulce recuerdo cubano de espléndida mulata, compañera/camarada de ideas... la chica de la que se había enamorado locamente,
¡Vivía con otro hombre!
Era en efecto otra de las familias que cubrían de forma desordenada el piso aquel que más parecía una colmena.
Fue una conversación ridícula. Que Elías Zúñiga no pudo llevar sino con una profunda desazón y una incomodidad manifiesta. No con tristeza, porque el dolor y la desazón vendrían más tarde, cuando la marea se retiraba de su playa y el muchacho podía hacer el recuento de las Vivencias acontecidas en aquella visita.
A cualquier otro, ese encuentro le habría provocado la decisión de dejar a un lado la revolución, que tan traidora le había sido, y regresar a la tradición histórica de la nobleza familiar, los Torres Altas, por supuesto. Los contactos que tenía esa estirpe le valdrían un pasar razonable para su futuro. Encontraría a otra chica -quizás menos interesante que Arielita, pero al menos más aprensible que la despegada cubana.
Pero Elías era chico berroqueño y más duro que las piedras. De modo que persistió en la idea de la revolución... Aunque lo de la cubana se disipaba como el humo después del incendio.
Y cuando Dios cierra una puerta parece que abre una ventana. Ahí estaba el nuevo comandante, en este caso, un militar de pura cepa, venezolano, socialista de los nuevos tiempos...
Ahí estaba Chávez.
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