domingo, 28 de septiembre de 2014

Juan Luis Barandiaran

Es triste el oficio de redactar la crónica de las ausencias, especialmente cuando estas son definitivas, Juan Luis ya no volverá nunca más. Pero quedará en mí siempre su recuerdo. Ese que, por ejemplo, rescato ahora de las páginas que son todavía borrador de mi crónica "Cabos atados".


"Era en el año 1.982, en aquellas elecciones generales que ganó Felipe González por una mayoría más que absoluta y que supusieron la desaparición de Unión de Centro Democrático, además de una larga etapa del PSOE al frente de los asuntos del Estado..
Yo  esperaba en los últimos días de agosto del verano inmediatamente anterior junto con un amigo en el aeropuerto de Barajas la salida de un vuelo para Bilbao. Habían sido unas excelentes vacaciones visitando por mar las islas de Ibiza y Mallorca y su piel morena oscura lo ponía en clara evidencia.
En la sala de espera de la puerta de embarque con destino a Bilbao, Juan Luis Barandiarán -primo segundo mío- se dirigía a mí con el característico alborozo habitual en su persona.
- ¡Tengo el poder notarial en mi mano! -decía Barandiarán enarbolando un sobre de gran tamaño -. ¡Con esto puedo firmar la coalición!
Ausente de Bilbao durante muchos años, desconocía  yo que mi primo presidiera a un exiguo grupo de personas entre las que se encontraba mi hermana Pilar o el periodista en ciernes Germán Yanke. Pero me impresionó favorablemente Juan Luis. Parecía ungido por el dedo de la diosa Fortuna, todo lo que resultara factible -y lo imposible también- estaba a su alcance: estudios y conexiones en Bruselas, mucho antes de que España soñara con entrar en el espacio político europeo; una mujer espléndida, que era trasunto de la mismísima Jessica Lange en "El cartero siempre llama dos veces" y una respetable fortuna familiar, negocios incluidos. El salto a la política sólo era cuestión de tiempo. Y Juan Luis Barandiarán lo aprovecharía. Y yo no sabía muy bien cómo mi primo se hacía con aquel poder firmado por Antonio Garrigues Walker y que le permitiría suscribir todo tipo de pactos con otras fuerzas políticas en el espacio autonómico vasco.
Nadie lo  sabía, en realidad. Pero me citaba para la tarde siguiente y yo tuve entonces la sensación de que un nuevo mundo se abría ante sus ojos.
Asistiría a la reunión. Por supuesto".

Ese fue el comienzo. Me presenté por eso que llamarían la "sopa de letras" (AP, PDP, PDL y UCD), por el Partido Demócrata Liberal como candidato al Senado por Guipúzcoa.
Ese fue el principio. Y Juan Luis me dio el empujón.
Ahora se ha ido.
Vaya ahora con él mi gratitud y mi recuerdo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (6)


Decía Manuel Fraga Iribarne que no es lo mismo crearse una posición, después casarse y después tener un hijo; que tener un hijo, después casarse para después hacerse una posición.

El caso de Juan Carlos Zúñiga fue sin embargo el segundo de los relatados en las consideraciones del líder conservador español, de modo que se plantaba el muchacho a explicar el asunto a sus padres.

La marquesa de Torres Altas, como buena parte de las madres en situaciones similares se sentiría doblemente dolida: por una parte pensaba que era una verdadera faena lo que le ocurría a su hijo, porque acababa con su felicidad mucho antes de que esta llegara. La vida, se le ocurría a la buena señora, tiene siempre sus plazos, viene primero la alegría y luego la desgracia. No es ley de vida, sino lo contrario, que todo empiece mal, porque las más de ,as veces concluirá peor.

Pero además, la contrariedad de la marquesa tenía como referencia fundamental el origen social de su nueva familia politica. La chica no sería presentable a los amigos de su hijo, pero tampoco a los de los Torres Altas. ¡Qué horror ocultar semejante pareja a la sociedad de San Sebastián, a la de Madrid o a la de Marbella! Pero así debía ocurrir, por desgracia.

Su marido, sin embargo, como correspondía a tan noble estirpe, razonaría de forma más racional, pretendiendo así conjurar el peligro:

- Puedes reconocer al chico. Te ayudaremos con él. Pero no tienes por qué casarte con ella.

Juan Carlos empero decidía seguir adelante con su proyecto, que sería celebrado con muy poco entusiasmo por la familia. La boda, organizada en un caserío de esos que empezaban a utilizar los jóvenes de la progresía donostiarra no contaría con la presencia de Torres Altas, que pretextaba su ausencia por un negocio de vida o muerte que le debería llevar a Nueva York. Nadie conoció muy bien la naturaleza exacta de ese asunto. Pero algún tiempo después, cuando le flaqueaba a memoria de las fechas, recordaba el marqués los espectáculos que había tenido la oportunidad de ver en aquel Broadway de candilejas empingorotadas.

Pero tuvo que recurrir el marques a contactos y relaciones diversas para encontrar acomodo laboral a su hijo. Después de todo, el niño debía llegar con un pan debajo del brazo -no había más remedio.

martes, 23 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (5)


Llegaba por lo tanto Juan Carlos Zúñiga a San Sebastián, el contacto con su posible nuevo amor perdido entre las confusas explicaciones telefónicas de su madre. Y se aposentaba en su ciudad natal sin solución de continuidad con su actividad anterior. San Sebastián es un pueblo -se podría decir, con perdón de los donostiarras de pro- y todo el mundo se ve a poco que des un par de pasos por la Avenida.

De modo que, muy pronto María González sabría de su presencia y se hacía la encontradiza en el bar que solía acostumbrar su hasta algún tiempo amante.

María estaba un tanto amoscada ante la actitud de su chico. No en vano había creado él una distancia cierta -que no es lo mismo que una cierta distancia- entre los dos: no contestaba ni devolvía sus llamadas telefónicas, no escribía cartas en respuesta a las suyas... Y, para colmo, su amigo íntimo ni siquiera la había acompañado para hacerle más llevadera la ausencia.

De modo que atacaría al joven Zúñiga nada más que le vio con una mezcla típica en la mujer vasca en que la agresividad se combinaba con el victimismo. "Con lo que te quiero... Y me haces esto". Un par de lagrimones y alguna zalamería, que eran gestos que no harían mella a cualquier perdona convencida a dejarlo.

Claro que Juan Carlos Zúñiga era un hombre débil. Y además, su educación le había dejado la clara impronta de la caballerosidad ante todo. De modo que no le pareció bien dejar tirada a la chica. Sentía pena por ella y con ella se fue a tomar unos vinos. Unos vinos... que tendrían su continuidad en el pisito de la parte vieja que aún conservaba Zúñiga donde harían las paces de manera, para Juan Carlos puntual, para María poco menos que definitiva.  

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (4)


Hubo una oportunidad, sin embargo. Juan Carlos abandonaba San Sebastián por una temporada para mejorar su nivel de inglés. Serían tres largos meses en los que su distancia respecto de María le permitiría soltarse de ese intrincado lazo que él mismo había creado y que no veía manera de resolver.

Y con la finalidad además de generar nuevas relaciones a María que secaran definitivamente el pozo de las mantenidas hasta entonces, llegaría incluso a reunirse con un amigo de ambos. Un amigo del que notaba, a María le hacía bastante gracia.

Era -¿cómo no?- en uno d sus bares predilectos de la parte vieja donostiarra. Tomaban un  zurito (algo así como media caña de cerveza) y Juan Carlos le hacía un sucinto resumen de su viaje, para agregar como conclusión:

- En cuanto a María. No me importa si la llamas. Incluso, si quieres costarte con ella. De verdad, no me importa...

Podía haberle ofrecido las llaves de un pisito que había adquirido Juan Carlos Zúñiga en esa misma parte vieja y así completar su no me importa que te vayas a la cama con ella. Estaba claro: quería dejarla.

Y a sus padre se les abría el cielo ante semejante posibilidad. Los Torres Altas no querían ver ni en pintura a aquella María González de modosita presencia, taciturna prestancia y orígenes sociales tan vulgares. Así que, con la ausencia de Juan Carlos, consideraban próxima la resolución del problema y confiaban que el regreso de su hijo se produjera con un nuevo amor o que, sentada definitivamente la cabeza, el chico conociera a otra chica de alcurnia más similar a la suya.

En ese tiempo María guardó ausencia, el amigo de Juan Carlos no llamaría y el paréntesis que abría su viaje se cerraba sin novedades a su llegada.

Sin consecuencias. Que sin embargo una llamada con voz femenina y dicción inglesa preguntaba por el chico en una llamad telefónica. Llamada a la que la Sra. Marquesa, intuyendo que quizás estuviera hablando con su futura nuera, trataba de explicarle en un idioma sólo mejorado por la actual alcaldesa de Madrid, de la manera siguiente:

- He is not here. Juan Carlos is in the boat!

(Donde el boat era más bien el ferry que hacia el trayecto desde Londres a Bilbao.


domingo, 14 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (3)


Pero hete aquí que Juan Carlos Zúñiga se encontraba con María González. Esa chica delgadita, sosita, tímida... que no valía gran cosa y que se movía en los ambientes universitarios de la época. La joven iba de trotsquista, a la sazón. No me pregunten acerca de la organización en concreto en que se encuadraba la joven María. Podía ser la Liga Comunista, aunque seguro que más probable es que estuviera en LCR ETA VI. La chica era abertzale, no lo podía evitar.

Y era fácil, seguramente, para los estándares d la época, en los que aún las mujeres -aun las revolucionarias- no se habían quitado del todo las mojigaterías propias de la época de sus madres, y consideraban que la flor de su virginidad merecía quedar preservado hasta la llegada al altar de su consumación más o menos ligado al hecho matrimonial. Las gentes de ahora no lo entienden, pero aquellos eran los tiempos.

O eso, o que a María le había encandilado aquel muchacho simpático, pero débil, una especie de alfeñique o de castillo de naipes presto q venirse abajo,con el primer soplo de aire. Un chico al,que proteger, con el que una mujer empieza a  ejercer su profesión de madre antes incluso de quedarse embarazada.

Era débil Juan Carlos. Pero no dejaba de tener alguna inteligencia. Formado socialmente en una casa de familia bien de toda,la vida, ínfulas aristocráticas, relaciones con la realeza... Y él, asiduo al club de tenis y al golf, con amigos de su mismo nivel social, era consciente del origen de María. Muy diferente al suyo. Su abuela había sido ama de cría -aña- de los padres de sus amigos los Dorresalvo, una familia también de las antiguas de San Sebastián.

De modo que la chica no era como para ser llevada de acompañante por aquellas soirées en las que cualquiera de las niñas hablaban con acento engolado, arrastrando las erres, lucían palmito y buen gusto en el vestir y se organizaban la vida entre las facultades de Turismo y las recientes playas de Marbella. San Sebastián y su temporada de verano con la familia real habían quedado atrás, las gentes bien de Madrid empezaban a abandonar sus vacaciones en Fuenterrabia y todo aquel mundo de esplendor de cartón-piedra empezaba a esfumarse.

Claro que Juan Carlos nunca quiso volver a sus amigos de antaño. Oculto entre universidades y potes en la parte vieja de San Sebastián, se hacía nuevas relaciones y se olvidaba de las viejas. Y seguía con María. Por los polvos... claro. Y porque no se atrevía a dejarla.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (2)


Cuarenta años atrás, cuando Elías Zúñiga ni siquiera existía, sus padres vivían en San Sebastián.

Eran los tiempos de la Oprobiosa dictadura del general Franco y Juan Carlos, que luego sería su padre, se complicaba la vida muelle de los señoritos donostiarras de entonces, aburridos de jugar al tenis o de practicar el golf, y en lugar de eso se decidía a enrolarse en los movimientos clandestinos de la época. Tenía contactos con el MCE -Movimiento Comunista de Euskadi- y participaba en las reuniones estudiantiles que se organizaban por aquel entonces.

Una historia más, quizás, de las de aquella época. Nadie que quisiera luchar contra el franquismo podía hacerlo sino desde la extrema izquierda. Los grupúsculos liberales eran poco menos que casposas tertulias de café, los socialistas simplemente no existían y los del PCE eran algo así como revisionistas moderados que amenazaban con convertir al país en una especie de capitalismo sin control si proseguían con su estrategia de asumirlo todo.

Ellos no. Querían la democracia, pero querían también la revolución. Y estaban todos de acuerdo en pelear contra Franco. Eso era todo, o una buena parte de sus convicciones. Devoraban los opúsculos de Marx y Engels, algunos pocos se atrevían con "El Capital", se alegraban con las revueltas de mayo del '68 -creyendo que con ellas los estudiantes habían conseguido la legitimidad de convertirse en algo así como una clase revolucionaria-, entraban en desorden a considerar los textos de Marcuse o de Poulantzas -que no llegarían a comprender- y pasaban al otro lado de la frontera a ver películas prohibidas en España y adquirir algún que otro libro o periódico prohibido.  

En suma, que Juan Carlos Zúñiga era un producto clásico de la juventud contestataria de la época. Sus padres, marqueses de Torres Altas a la sazón, observaban con paciente tranquilidad las evoluciones de su hijo. No en vano, Joaquín Zúñiga -padre de Juan Carlos y abuelo de nuestro amigo Elías-  formaba parte del circulo privado del Conde de Barcelona y había tenido que lidiar con algún político de la izquierda exiliado en París, con lo que no podría alzar en demasía la ceja respecto del comportamiento de su vástago. Y sabía además que el izquierdismo era una enfermedad juvenil que curaría el simple paso del tiempo.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Elías Zúñiga (1)


Lo puedes ver en las imágenes que las cadenas de televisión arrojan de manera constante para dar testimonio de la felicidad de su movimiento en la noche electoral. Mandaremos es el nombre del artefacto destructivo de la casta, por lo visto.

Allí estaba. Elías Zúñiga, con sus apenas treintaiocho, que surge de un grupo de jóvenes en desmadejada turba, detrás de su líder, el también joven, telegénico y dotado de sempiterna coleta que es Daniel Anguiano.

Elías es un chico alto -parece, la televisión, ya se sabe, engaña a veces-, desgarbado, moreno, la cara alargada, un tanto torpe... como buen Zúñiga, a su pesar.

A su pesar, digo. Porque él siempre utiliza su primer apellido en unión del segundo, Cardas. Pero no adelantaré acontecimientos.

Elías se acerca al jefe -Anguiano-, pero el jefe le da la espalda. Creamos, más vale, que es porque no lo ha visto. El caso es que no le saluda. Y Elías se queda asombrado por el gesto. Mira a cámara y se tapa los ojos. No, no es que le asuste la presión de los focos. Se trata más bien de un gesto instintivo, habitual en él. Como si toda esta historia le desconcertara bastante. ¿O si? -que preguntaría Rajoy, en su más puro estilo-. ¿O es que le ha deslumbrado la luz y se protege los ojos con la mano? En todo caso queda raro el gesto. Una especie de desprecio del jefe y una mirada a cámara como que te han pillado con el aspaviento del nuevo héroe de la noche electoral. Y tú con esos pelos...

Pero pronto acude otro de los chicos que ha subido como Elías al escenario a salvar la situación. Se encuentra contigo, abre los brazos y se dispone a abrazarte. Es tu tabla de salvación. Al menos nadie pensará que te colaste en esa fiesta, como la chica de Mecano..

No, no podrían pensar en eso. Esa fiesta era también la tuya.

martes, 2 de septiembre de 2014

Nueva narración

La política, grande o pequeña, se escribe a base de pequeñas historias humanas que, reunidas unas con las otras, forman un mosaico que nos conduce a la mejor comprensión de ese mundo. La marración que ofrezco a mis lectores a partir de la próxima entrega y que lleva por título el de su supuesto protagonista, Elías Zúñiga, es la de un joven que engrosa las filas de una nueva formación política que recibió el espaldarazo de muchos electores insatisfechos con el estado se la situación en España el pasado 25 de mayo.

Espero que les interese.