miércoles, 4 de junio de 2014
Conversación en Florencia (9)
Angélica esboza una sonrisa que pretende engatusar a Da Vircunglia antes de decir:
- Vale.. Pues ahora piensa en que, después de pagar los impuestos, me han quedado limpios 250.000€. Y que yo no tengo marido, ni hijos...
- Lo siento. Ahora soy yo e que no entiende nada..-Alfonso la observa tan directamente a los ojos que parece como si quisiera escrutar sus intenciones más arcanas.
- Que pienso seguir trabajando y que ese dinero puede quedar para alguien...
- ¡Aquí se desvanece la llamada anterior al amor fraterno! -exclamó Da Vircunglia-. Empezamos entonces con el más simple y comprensible mundo del interés... ¿No?
- Es una oferta que te hago de buena fe. -afirma Angélica, no sin cierta perplejidad. Viene a decir, ¿es que te sobrar, dinero?
Y Alfonso piensa "en realidad, esta no ha entendido nada". Y dice:
- Bueno. Vamos a ver lo de tu oferta -dice Alfonso como quien calcula las posibilidades de un negocio-. Según creo, tienes un año menos que yo... O sea, 59.... Los 250.000€, a poco que te gastes 1.000€ por semana... Y no es un cálculo exagerado, créeme...
- Bastante menos que eso es lo que gasto...
- Desde luego, desde luego. Contando con que vives de la sopa boba de nuestra madre... Cosa que, por lo visto, no tienes en cuenta...
- Es una afirmación muy poco generosa de tu parte... -dice Angélica disgustada.
- Es una realidad, más que otra cosa. Además, que no estamos aquí para hablar de generosidad...
- Te olvidas de que yo trabajo... -dice Angélica, en un intento desesperado por reivindicarse.
- ¿En qué? ¿En organizar eventos que ya nadie quiere encargarte? Estamos en crisis, ya vamos para mayores y siempre habrá gente más dinámica que nosotros...
Angélica había caído en un profundo silencio. Da Vircunglia prosigue..
- 250 semanas... Eso te da para 4 años... Quizás 5... Te plantas en los 65, poco más o menos... Ya te has fundido la herencia... ¿Y después qué? ¿Tienes alguna jubilación?
Tampoco contestaría Angélica a esta pregunta. Tiene la mirada perdida, hacia algún lado del suelo del salón.
- No hay jubilación, ni hay dinero... Y el que te podría haber dejado nuestra madre ya os lo habéis gastado entre todos...
- Se lo está gastando ella, en sus necesidades... -apenas ha levantado la vista para responder.
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