miércoles, 11 de junio de 2014

Conversación en Florencia (11)


El salón del apartamento florentino contenía en efecto la mesa de trabajo de Alfonso, junto a ella otra mesa y, en la pared, una librería. Todos esos muebles procedentes de la mencionada habitación.

- Seguro que los reconoces -continuó Da Vircunglia en medio de un silencio sepulcral-. Y dije también otra cosa. ¿Te acuerdas?

- No sé -acierta a contestar Angélica con extrañeza.

- Tienes una memoria selectiva para lo que no quieres recordar, desde luego -afirma Alfonso muy tranquilo-. Te dije, y os dije, que no no volvería a beneficiarme de los servicios de la casa y que, a partir de ese momento, siempre que fuera por Milán me alojaría en un hotel.

- ¡Ah, eso!

- Sí, eso. No te diste por enterada y te lo tuve que recordar, lo mismo que ahora...

Angélica está contrariada. Mueve la cabeza hacia el vaso de cerveza que ha quedado vacío.

- Vale. Está bien. ¿Y por qué no dejamos pasar este tema?

- Porque ya no se puede rectificar. Yo ya no pido nada, salvo que no me molestéis. Porque, además, cada nueva información que recibo me saca de mis casillas...

- ¿Por ejemplo?

- Por ejemplo, que a pesar de la fortuna que permitís que derroche, nuestra madre no está bien cuidada...

- ¿Cómo puedes decir eso? -ahora sí le ha salido una expresión indignada.

- Muy fácil. Un día la dejasteis buena parte de la mañana sin oxigeno, estuvo a punto de ahogarse...

- Yo no puedo estar en casa todo el día... -se defiende Angélica.

- No, tú no. Pero con esa millonada, bien podría tener gente a todas horas... Se trata de aplicar bien el dinero. Y sobraría, además, sin que hiciera falta poner a la venta todo lo que le queda de patrimonio.

Ángelica no puede más. Y tira la toalla:

- Está bien. Yo he venido a hacer las paces. Pero tú pareces incapaz de aceptarlo...

Da Vircunglia dirige su mirada hacia el techo. Y repite con gesto de aburrimiento:

- Si te refieres a tu dinero, sinceramente, no creo que lo puedas estirar tanto. Ya te puliste, creo, la herencia de nuestro padre, y no te ha quedado nada de eso... Además que yo soy diabético y no parece que vaya a llegar siquiera a octogenario.

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