miércoles, 7 de mayo de 2014
Conversación en Florencia (5)
Angélica se sienta y mira con desinterés la televisión. Antes de que pregunte por lo que está viendo -se trata de unas señoritas minifalderas cantando una canción tradicional siciliana-, Alfonso apaga el receptor.
Angélica le observa. Alto, algo torpe de movimientos, quizás un poco más decrépito de lo que correspondería... Pero aún de buen ver. Da un breve sorbo a su bebida y suelta a bocajarro:
- Te quería preguntar: ¿Por qué no vienes nunca a visitarnos a Milán?
Da Vircunglia observa a la mujer. Está nerviosa. Viene a hacer algo cuyas consecuencias no puede prever en su totalidad, quizás tampoco en parte. No sabe cómo hacerlo y lo hace entonces directa, brutalmente.
- Ha durado poco la incógnita -dice por fin Alfonso-. De modo que venias a eso...
- A eso y a saber cómo estás...
- Bien. Estoy bien, como ya te he dicho antes -responde con cansancio teatral-. Pero te voy a contestar a la pregunta que me hacías. No es verdad que no vaya a visitaros. En especial a mamá. Cada vez que voy a Milán, y por razones profesionales no dejo de acudir con frecuencia, la visito.
- Sí. Ya nos lo dice mamá. Pero nosotros no te vemos nunca... -dice ahora Angélica con un mohín de disgusto.
- Porque procuro aparecer por la casa cuando no os encontráis.
Angélica siente de repente sequedad en su boca y da un buen trago a la bebida. Pero la cerveza no es lo suyo y un gesto de asco vuelve a descomponer su figura.
- No sé por qué has roto con nosotros... -dice ahora Angélica, declamando la frase desde una pretendida dignidad ofendida.
- Es una forma de verlo, supongo. Aunque yo no lo diría de esa forma... -contesta Da Vircunglia como quien lee en voz alta la información del tiempo.
- Es lo que pensamos todos los demás...
- En realidad, esto no creo que es una cuestión de mayoría, como en las elecciones políticas. Más bien pienso que se trata de cualidad que de cantidad.
- No te entiendo.
- Que por más que penséis en un mismo sentido, es más probable que os queráis engañar a vosotros mismos... Veamos -continúa Alfonso ante el silencio atento de Angélica-. ¿A quién no se le han contestado los correos que ha enviado?
- ¿A qué correos te refieres?
- Está visto que hoy no es tu día, querida. Me refiero a los correos que os he enviado sin respuesta por vuestra parte
- Ya... me tendrás que reconocer que el tono que empleabas en ellos...
Alfonso Da Vircunglia deja pasar un momento antes de contestar.
- No quiero perder mi serenidad -dice por fin-. No me quiero excitar o decir cosas que no debería... Así que te diré que si no te contestan a lo que escribes, eso te puede llegar a molestar... Es todo.
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