martes, 22 de mayo de 2012
Intercambio de solsticios (364)
Y Leonardo terminaba diciendo que él no quería participar de esa situación, que le parecía bastante generalizada, de dejar que los problemas llegaran hasta un punto de no retorno y entonces actuar tarde e insuficientemente.
¡Vaya! ¡Se quedarían a cuadros!
Bueno. No hubo respuesta, apenas.
¿Apenas? –inquirió Brassens.
El día siguiente al que escribía Leonardo, el 3 de marzo, enviaba Raúl un correo.
Pues vamos a él.
Se dirigía a Javier y al resto. Decía que había leído su informe, del que el mismo Alberto ya le había hablado. Le parecía magnífico y le constaba el trabajo que le había costado realizarlo. No tenía duda de que todos los hermanos le agradecían el tiempo el trabajo que se había tomado. Y que, a partir del informe, se podía hablar del tema con precisión, cosa que antes de él no se podía y que se podían tomar decisiones teniendo en cuenta los límites temporales indicados claramente.
Bien. Empezaba con elegancia.
Y decía que quería hacer unos pocos comentarios.
Ya me dirás.
El primero se refería a la labor de Eugenia. Raúl tampoco la había apreciado, porque para hacerlo había que verlo día a día. Y si Alberto decía que era crucial para su madre, sin duda lo era.
Es una forma deverlo.
Con ojos ajenos, sin duda. La segunda de sus reflexiones se refería a la medida tomada con la cocinera…
Despedirla…
Eso es. A Raúl le parecía muy acertada. Y daba la enhorabuena a los que la habían adoptado.
Bien. está claro que estos no tenían remango para nada.
La tercera era coincidente con la de Leonardo: los 60.000€ al año en gastos laborales le parecían desproporcionados. Y que habría que intentar su reducción. Y se preguntaba si no se podía sustituir también a la cuidadora nocturna y contratar a alguien con garantías a un coste mucho más bajo.
Su cuarta reflexión era que sería mejor tratar del asunto en aquel momento y coincidía con Leonardo, aunque no pronunciaba su nombre…
Es que Leonardo estaba proscrito en esa familia.
Poco más o menos. Decía que Raúl coincidía en que debían reunirse en familia, comentar los temas con serenidad y respeto para todos y buscar soluciones constructivas, con independencia de quien las proponga…
Seguía habiendo “bola negra”.
En realidad no sé a quién se refería. Pero lo que estaba claro era que cualquier cosa que procedía de Leonardo acababa en el cesto de los papeles.
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