viernes, 20 de abril de 2012

Intercambio de solsticios (349)

- Pues bien. En uno de los correos que había enviado Leonardo al conjunto de sus hermanos, ya te he contado que aquel había sugerido que su hermana Eugenia, que apenas recibía ingresos, podía cambiar su aportación por la eliminación del salario de la cuidadora nocturna…
- Lo recuerdo –asintió Brassens.
- Eugenia se enfadó muchísimo. Se encerró con su hermano Gonzalo para redactar una contestación…
- ¡La mosquita muerta! –exclamó Brassens-. Sí, ya lo recuerdo. ¿Y contestó algo a su hermana? –preguntó Brassens.
- Sí. Que en cuanto tuviera tiempo y, en todo caso, antes del verano siguiente, desmontaría su despacho y dejaría libre esa habitación.
- ¿Y lo hizo así?
- Así lo hizo, en efecto. Ese día no había nadie en la casa, estaban todos de vacaciones, en Menorca o en otros lugares… así que la operación fue muy sencilla para él.
- Y aquí se acaba la historia…
- No. Tenemos que mover un momento la moviola –dijo equis.
- Pues ya me dirás.
- La señora de Jiménez cumplía los 90 años en ese 2.010 y los hermanos le organizaban una comida. Comida que, naturalmente, pagarían ellos.
- Ya. Lo decían en los correos…
- El caso era que Leonardo había dicho a su hermana Eugenia que a él y a su mujer les venía mejor el fin de semana próximo al cumpleaños, pero el caso era que ese no le convenía a Santiago…
- ¿Y qué hizo Eugenia?
- Pasar olímpicamente –contestó equis-. Mantuvo la fiesta el día que venía bien a Santiago.
- ¿Y qué hizo Leonardo?
- Aparecer finalmente en la fiesta, aunque con una cara de circunstancias. Días después, su mujer escribía una carta a Carmen y a Eugenia Jiménez. En ella empezaba diciendo que, en primer lugar, quería decir que resultó estupendo ver a vuestra madre tan feliz, rodeada de todos sus hijos en el día de la celebración de su 90º cumpleaños, a pesar de todos los obstáculos e inconvenientes que, como bien sabían ellas mismas, se produjeron en relación a ese tema; suponiendo (al menos para Leonardo y para ella) un gran esfuerzo mental, físico e incluso de organización del tiempo. No obstante, añadía, mereció la pena dado que la idea era que su madre pudiese disfrutar de todos sus hijos en un día tan señalado.
- Empezaba bien –comentó Brassens.
- Y seguía, en segundo lugar, diciendo que le gustaría indicar que desde hacía dos años en general, y desde hacía algo más de 20 días en particular, todo lo que le hicieran a Leonardo es como si se lo hicieran a ella. Y él, Leonardo, dado que es un señor, ante las adversisdades y las zancadillas levanta una ceja muy elegantemente. Pero les decía que ella no era así, que era mucho más visceral y que seguramente su respuesta ante una mala actuación sería mucho más dura y contundente. Conmigo habéis pinchado en hueso, decía.

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