martes, 25 de octubre de 2011

Intercambio de solsticios (257)

El sonido del “walkie” sobresaltó a Vic Suárez. Antes de contestar consultó su reloj: la una cuarenta y cinco. Pero apenas había podido conciliar el sueño; por el contrario, su marido estaba profundamente dormido.
- ¿Sí? –dijo Vic con un imperceptible tono de voz.
- Soy Cristino, Vic. Ya sé que te llamo a una hora poco conveniente, pero te quería contar algo…
- Claro, claro, Cristino. Tú dirás.
- Mira. Te puedo hablar poco, aunque creo que este sistema es seguro: la frecuencia desde la que hablamos es casi imposible que esté intervenida por la gente de Cardidal.
- Yo no me fiaría demasiado –objetó Vic.
- Bueno. Vamos a poner en marcha una operación de rescate…
- ¿De nosotros?
- No. De Bachat, por el momento. Luego iremos a lo vuestro.
- Pues yo me temo lo peor. En cuanto os llevéis a Bachat, si lo conseguís, vendrán a por Jorge.
Un silencio se adueñó de la línea de comunicación: Cristino sabía que Vic tenía razón.
- Se trata de que os acerquéis a la frontera con Chamberí –dijo Romerales por fin.
- ¿Con qué medios? Bachat me dijo que dejara mi coche en vuestra zona.
Otro silencio. “La ha cagado, otra vez la ha cagado este Bachat”, pensaría el responsable de interior de Chamberí.
- Además que debemos estar totalmente vigilados. No sé. Este es un apartamento interior, por lo que no puedo ver nada. Pero deben estar ahí afuera.
- Bueno. Confía en mí Vic. Voy a ver qué se me ocurre…

La comunicación se cortaba definitivamente. Vic observó con atención a su marido: su respiración pausada y la paliza que había recibido le habían inducido a un profundo sueño.
Le daba mucha pena. Pero se trataba de una urgencia.
- Tienes que despertarte cariño –dijo Vic empujándole suavemente.
Jorge Brassens emergía de su letargo con un movimiento repentino que ponía en evidencia el susto que le acompañaba en su imprevisto despertar.
Vic le impuso de la llamada de su amigo.
Brassens permaneció callado durante unos eternos segundos. Finalmente dijo:
- Tendrían que hacer lo de Jacobo Martos cuando liberaron a Ortega Lara: que tenían muy claro que esa misma noche los etarras habían soltado a Cosme Delclaux…
Vic no entendía muy bien las palabras de su marido. Le sonaban los dos nombres: estaban vinculados a viejas historias del terrorismo de ETA que Jorge conocía muy bien, pero que ella sólo había seguido a través de los medios de comunicación.
- ¿Me podrías poner con Cristino?
Eso sí. Eso lo sabía hacer perfectamente.

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