viernes, 21 de octubre de 2011

Intercambio de solsticios (255)

Bilbao, 15 de noviembre de 2003.

Querida Lorsen:

Se acerca el día de tu aniversario. Por lo tanto he empezado las gestiones correspondientes. Como ya te dije he hablado con el párroco de San Vicente, que por cierto dedica todos los días la misa por ti y por mí –le he pedido que lo haga también por Eugenia, ya sabes, todo lo que vaya para el convento está bien-. Luego he hablado con Jaime Larrínaga que se ha mostrado más que dispuesto a celebrarla. Vendrá de Madrid –donde pasa una especie de año sabático- para dirigir esa reunión.
Me pedía Jaime que le hiciera llegar alguna reflexión sobre lo que debería decir en la misa, desde mi punto de vista, así que me puse a redactar una carta que le he enviado ya. Espero que te guste.

Bilbao, 12 de noviembre de 2003

Sr. Don Jaime Larrínaga

Querido Jaime:

Como me habías pedido, te envío por este medio una pequeña reflexión sobre lo que me gustaría que dijeras el próximo 28, con ocasión del aniversario de Lorsen. Prefiero hacerlo por escrito: las palabras, dichas en voz alta, todavía me resultan difíciles, y estoy convencido de que no llegaría a expresar plenamente lo que quiero decir.
Lorsen valoraba especialmente la idea de la familia. Tanto su tradición alemana como la española –a la vez que vasca- han tenido siempre en cuenta esa idea. Y ella contribuyó, como madre y como mujer, a crear una familia donde las circunstancias nos habían dividido en espacios separados y en momentos difíciles como los vividos por las personas a las que no dejan ser libres.
Y esa familia era Lorsen , era Pilar, yo mismo. Pero a mí me gustaría que reflejaras en nuestra hija esa idea. Pilar fue un afán fundamental en su cariño a lo largo de los quince años y medio que convivió Lorsen con nuestra hija. Una niña que fue y sigue siéndolo –esperamos que por muchos años- algo tan importante como lo es una sonrisa luminosa. La manera en que Pilar vive sus limitaciones resulta, ante todo, la expresión de un ejemplo: ¿Cómo vamos, Jaime, a estar tristes después de salir de ese hospital, después de visitar aPilar?
Y eso ha sido obra del afecto de mucha gente. También de la personalidad de Pilar, desde luego. Y en ese terreno jugó un papel esencial Lorsen. Tengo alguna foto, Jaime, en la que aparecen madre e hija: Nadie sabría muy bien decir quién está más contenta de las dos, en el cruce de sus miradas, en esa corriente de cariño que se desborda entre las dos mujeres de mi familia.
Ahora que Lorsen nos ha dejado queda Pilar, que es su madre en su personalidad, en su decisión, en su voluntad de ser feliz. Su alegría que nos inunda a todos los que la vamos a ver.
Porque en esa habitación de Cruces, que es escenario habitual de tantas emociones encontradas, está la persona, símbolo como nadie, de que la injusticia que tantas veces significa la existencia humana –la vida que Lorsen tuvo, la de tantos otros- tiene también esa faceta admirable de la ilusión y la esperanza: la de una niña de grandes ojos oscuros que abren un inmenso claro entre las nubes que algunas veces traen de la mano la lluvia que contienen nuestras lágrimas.

Espero que estas letras te hayan resultado útiles.

Un abrazo muy fuerte y hasta el 28 o hasta cuando quieras.

Ni que decir tiene que cuando redactaba el último párrafo de la carta y cuando lo releía no paraba de llorar. También cuando, mientras desayunaba, pensaba en qué decirle a Jaime y en lo solo que me estoy sintiendo. Sé que son cosas pasajeras, pero la tristeza no es un mal que se pueda compensar con la alegría, va dejando surcos en la cara, en el corazón. Y por donde ha pasado ya las cosas no vuelven a ser como eran antes. Quizás sólo un pequeño remedo de lo que fueron, una impostación que te permita hacer como si existiera verdaderamente la alegría, pero la plenitud de ella, siquiera sus registros más importantes son ya inalcanzables, como les sucede a los cantantes que aún siguen subiendo al escenario cuando han cumplido sus añitos: conservan algunas de sus cualidades, pero ya no pueden obtener los registros de su plenitud. Esa que fue mi juventud alegre quedó definitivamente atrás, se marchó contigo.
Definitivamente presento mi novela “Bilbao en gris” –cuyo título original era “Sombras, paisaje gris”- el 25 de este mes. Lo hará Juan Bas. Te recuerdo mucho ahora que empiezo a organizar el acto: Esas llamadas con las que conseguías atraer a tanta gente al Ercilla o a la Casa de América, en Madrid. Yo lo haré mucho peor, así que he rebajado el nivel de mis pretensiones, aunque estoy convencido de desbordarlas.
Esa semana se ha convertido en una suerte de fin de ciclo: la presentación de la novela, mi ordenación como Caballero de la Orden de San Fernando y tu aniversario –dicho sea por orden correlativo-. Entre medias de todo, para variar, un pleno del Parlamento en el que me habrán adjudicado alguna cuestión.
La vida sigue. Pilar está fenomenal. Hoy la he enseñado los dos pañuelos que he comprado para Inés Obieta y María Acha en el Gucci de Florencia. Su criterio era idéntico al mío.
Tu padre está ya viejo pero aparentemente recuperado de su operación. Parece que irá a Madrid a pasar la Navidad con tu hermano. Gaby estaba en la cama las dos veces que he aparecido por ahí esta semana. Tengo la sensación de que también tu aniversario le está jugando alguna mala pasada.
Como ves, estás más presente que nunca.

Un beso.

No hay comentarios: