martes, 9 de agosto de 2011

Intercambio de solsticios (223)

- Bueno. No exactamente –declararía equis interrumpiendo su peripatética charla a la altura del restaurante Marbella, casi junto a la plaza de la República Dominicana, azotada esa tarde por un viento glacial.
- ¿Qué quieres decir? –le preguntaba Brassens.
- Pues que no acabaría así la entrevista –se explicaría inmediatamente-. Salvador de Vicente, te recuerdo, el que planteaba toda la historia de la desconfianza en relación con la situación intelectual de su tío común…
- Ya –concedía vagamente Brassens.
- Pues este se lo plantearía de sopetón. La realidad es que iba a ello…
- ¿Y qué cosa era?
- Le preguntó por si existía algún sistema específico de sucesión en la zona en que vivían. Vamos, si eso de los tres tercios en que se divide el patrimonio hereditario…
- Legítima, mejora y libre disposición –atajó Brassens.
- Eso… si esa forma de otorgar testamento era o no aplicable a su tío –concluís equis.
- ¿Y qué le contestó Leonardo?
- Que pensaba que no, que en esa zona subsistía un sistema anacrónico, de esos que beben sua fuentes en pretendidos derechos singulares que sólo se otorgan a los que residan en un determinado territorio…
- Otro de la miscelánea…
- Sí. Estoy hasta el gorro –aseveró equis muy en el jacobinismo que le era característico-. Este es un país que se está desintegrando porque nunca en la vida acabó de integrarse definitivamente, por muchos Borbones que lo hayan gobernado…
- Así es.
- Pero como la contestación de Leonardo no fue categórica al respecto, Salvador se quedaría pensativo. Seguramente cavilando en consultarlo con algún notario amigo. ¿Quién sabe?
- Le interesaba eso, precisamente.
- Claro. Quería saber si se le podía morder el diente a algo –observaría equis.
- Es humano. Es humano. Hubo algo más?
- Bien. Salieron juntos los dos primos de la casa de Salvador. Y este dijo a Leonardo que había pensado en su día organizar una cenita de todos los de Vicente que viven en Madrid… pero que, en vista de la historia que le contaba se lo pensaría dos veces…
- Y haría bien –observó Brassens.
- Eso mismo le contestó Leonardo –declaró equis.

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