miércoles, 29 de julio de 2009

Intercambio de solsticios (28)

- Muy bien, pero tráigame otra carta, por favor.
- ¿La de vinos? Ahora viene el somelier, señor.
- No, la de vinos, no –repuso-. Otra carta para la señora.
- ¿La señora? ¿Está usted esperando a alguien?
- No. Está aquí, aunque usted no la vea. Yo tampoco –le explicó él en tono confidencial-, pero la siento igualmente... Da igual resolvió-. Usted haga el favor de traer otra carta.
El camarero de aquel principal restaurant de Villasanta estaba acostumbrado a no discutir las peticiones de los clientes. Especialmente las que no suponían dificultad alguna en ser atendidas.
- Como quiera el señor –dijo.
Él lo miró mientras se perdía por entre los bastidores del establecimiento.
- Mientras que trae la otra, te dejo esta –ofreció-. Creo que sigue en la carta el plato ese de las ostras crocantes que tanto te gustó en su día.
- ...
- ¿Sí? Me alegro mucho.
El camarero volvía con la segunda carta. No sabía qué hacer. Ante el gesto interrogativo de este, le dijo:
- Muy bien, muchas gracias. Mi carta la tiene la señora. Así que esta la veré yo.
El camarero hizo el ademán de alejarse.
- ¡Un momento! –pidió.
- ¿Si?
- Creo que tomaremos un aperitivo. Dos copas de champagne, por favor. Pero de champagne, no de cava.
- Muy bien. ¿Le traigo una y después la otra? –inquirió el camarero.
Vamos a ver –le dijo un tanto nervioso-. La señora tomará una copa y yo la otra. ¿Le parece?
El camarero dirigió de forma evidente su mirada hacia el lugar de la mesa que estaba vacío, con una enorme carta sobre el cubierto.
- ¿La señora? –preguntó.
- No sé cuántas veces se lo tendré que repetir –le dijo evidentemente amoscado-. Aunque usted no la vea, y yo tampoco, aquí está mi mujer. Hoy hace veinticinco años que nos casamos. Como es evidente, estamos celebrando nuestras bodas de plata. De modo que le rogaré que se remita usted a cumplir las instrucciones que le dé y no haga más preguntas fastidiosas. ¿Está claro?
Estaba claro.
- Dos copas de champagne –pronunció como pudo el camarero.
- Eso es. De champagne, no de cava.
- No de cava. Muy bien, señor.
Se alejó nuevamente.
- No han cambiado el tono este de verde pistacho con que pintaron las paredes, que casi hiere a la vista. Este restaurant sigue siendo un punto cursi.
- ...
- Estamos de acuerdo... También. Si prefieres unas ostras naturales, nos encontramos en el tiempo. Ya sabes, septiembre es un mes con erre.
- ...
- No. Yo tomaré las crocantes. No son como las del Pyrenées, pero están bastante bien.
- ...
- Puede ser. Lubina para los dos. ¿Quieres que sigamos la cena con champagne o elijo un vino?
- ...
El camarero llegaba con una botella de Dom Perignon en la mano derecha y dos copas flute que sonaban a cristal a cada paso que daba, en la otra.
- Creo que tenemos prácticamente decidido lo que vamos a tomar. Le dijo, una vez que el camarero se disponía a servir las copas.
- Ahora mismo le aviso al maitre, señor.
- Está bien. gracias.
Nuevamente se alejaba.
Alzó su copa para decir.
- Si hay algún momento en que es preciso brindar y decir algunas palabras, este lo es. De modo que, Lorsen, tú sabes que en estos años hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Pero el balance particular que hago es muy positivo...
- ...
- Sí. Ya que me lo preguntas te lo diré. Me volvería a casar contigo...
- ...
- Gracias a ti, mi sol. Permíteme que brinde por los años que nos quedan...
- ...
- Sí. Seguramente toda una eternidad... Ya sabes que soy un poco terco en cuanto a las cosas espirituales.
Chocó su copa contra la que estaba depositada junto al otro cubierto y bebió un buen trago.
- Es cierto que los franceses siguen siendo unos maestros en este arte...
El maitre vestía un smoking negro, de entretiempo.
- ¿Ya han decidido?
Él sonrió. Por fin le habían entendido. Ella tomaría media docena de ostras. El otras seis, pero de las crocantes. Y después, lubina para los dos.
- Para el vino... ahora viene el somelier, señor.
No tardó en llegar. Vestía una chaqueta verde, con una corbata de cuero del mismo color –aunque más pronunciado- a dos tiras, como las que usan a veces los tejanos.
- ¿Quiere consultar la carta de vinos? ¿Alguna recomendación? ¿Rioja? ¿Importación? ¿Algún Burdeos, Borgoña, quizás?
- Quizá un Ribera de Duero. ¿No tendrán por casualidad el Vega Sicilia Reserva Especial que es un coupage de añadas?
- Sí, por cierto. ’81, ’85 y ’96. Aquí lo tiene.
Lo vio en la carta. Era una buena clavada, pero la ocasión lo merecía, desde luego.
- Muy bien. Vamos a ver cómo se porta –dijo.
- Excelente elección, señor.
Bebió otro sorbo de su copa antes de adelantar su mano hacia el centro de la mesa. ¿Si una noche de estas no se hacían manitas... cuándo podía ser el momento?
- Todo empezó cuando me operaron el ojo y me quedé sin vista. En el otro me daban láser y ya estaba en un 30, un 35% todo lo más de vista... Y siempre te decía que estaba hasta los cojones... Y me pusiste un papelito que decía:

“PARA EL PAPÁ MÁS GUAPO DEL MUNDO...”

- ... Y le hiciste firmar a nuestra hija y firmaste tú también. Todavía lo conservo. Terminaba:

“P.D. LOS TRES ESTAMOS HASTA LOS _______ -RELLENAR”.

- ...
- Claro que te acuerdas. Era cuando te pedía que no me dejaras. “Ahora no me dejes, Lorsen, te decía. Y tú negabas con la cabeza.
- ...
- Poco después te fuiste. Y yo no entendí nada. Al principio pensé que de esa forma tú creías que podría ser libre para rehacer mi vida... Por cierto, esa obsesión de rehacer mi vida como una especie de asignatura pendiente... eso me ha hecho bastante daño. El amor no se puede programar como la vida. Me hace falta una mujer. Aparece una tía y ¡zas! ¡Esa es la que me interesa, con esa me quedo!
- ...
- Es eso. De esa forma haces daño a esa persona y te haces daño a ti mismo... Pero bueno. te decía que era una manera de decirlo: lo primero que entendí era que te habías quitado de enmedio. Te considerabas una carga y una rémora para mi felicidad. Por eso te fuiste.
- ...
- Es verdad. No me enteraba de nada. Tiempo después lo descubrí. Fue duro, como casi todas las cosas que tienes dentro y que en un momento determinado afloran a tu consciencia.
- ...
- Te lo dije. Estaba en Lanzarote. En la playa por la que tú y yo paseábamos juntos. Y pensé... ¿y si Lorsen no se hubiera ido en realidad?
- ...
- ¡Claro! Hay un tiempo en el que cada ruido que procede de la puerta crees que puede ser el de la llave de tu mujer, la tuya, al entrar. Luego hay un momento en que te das cuenta de que ese ruido lo está haciendo cualquier otro, hasta la interina que le toca hacerte la casa esa tarde. Pero que Lorsen ya no va a volver. Entonces es cuando empiezas a darte cuenta de que estás solo y lloras todas las mañanas, hasta que la jornada te empieza a agobiar con sus llamadas y sus rollos...
- ...
- Sí. Casi tres años después. Fueron dos hechos prácticamente simultáneos. Había tenido un problema familiar fuerte, en relación con nuestra hija. Un problema que derivó en enfrentamiento, porque yo no podía tolerar ese comportamiento. Y, cuando todo parecía perdido, me llama Lucía, tu amiga. Como con ella y estamos de acuerdo. me sugiere una reunión para después del verano...
El camarero traía los dos tipos de ostras. Poco después el somellier se acercaba con la botella de Vega Sicilia y una decantadora.
- Yo seguiré con el champagne, gracias. De momento, le va bien a las ostras.
- ...
- También la señora.
- Esperamos un poco para que prueben el vino. Está bien. así le da tiempo a oxigenarse –dijo el somelier.
Siempre le parecía que esas ostras sabían demasiado a pan rallado frito. Pero le daba igual, más allá del precio que le cobraran por aquel plato, el pan rallado frito le gustaba. Como le decía su amigo Basabe, tenía gustos de pobre.
- ...
- Sí. Primero fue lo de Lucía. Luego fue la historia del apartamento de Lanzarote. Se casaba mi hermano y yo vi que era muy bien recibido en esa parte de mi familia... En realidad ya lo sabía, pero fue como una confirmación. No sé, tú y yo hemos sido algo despegados con nuestras propias familias, ya sabes. Hemos preferido vivir nuestra vida, para bien y para mal. Pero yo estaba ese verano un tanto desconcertado: las historias con las mujeres que había conocido después de ti no habían cuajado, simplemente. Quizás por aquello de que estaba agobiado con lo de rehacer mi vida, no sé. El caso es que iba de fracaso en fracaso. ¡Y no porque todas me dijeran que no!, ¡al contrario! Algunas me decían que adelante, y era yo el que no me atrevía. Que si esta cosa que si la otra... Y ahí las tenías, las dejaba compuestas y sin novio...
- ...
- Bueno, sí. Pero eso ya te lo he reconocido. Incluso, una de esas chicas, digamos que se llamaba –y se llama- Susana, me dijo una vez que los hombres –uno en particular, pero no importa el nombre...
- ...
- Sí. Claro que le conoces. Pero no se trata de eso... Bueno, si quieres te lo diré... En fin, con las mujeres siempre es igual: No soportáis el secreto...
Le suministró la información pedida.
- ...
- A eso iba. Pues esta Susana me dijo que este amigo mío no tenía derecho a tirarse a una tía y a dejarla cuando aparecía la que le gustaba de verdad. O sea que, sin darse cuenta muy bien, ella estaba presentando mi caso en otro supuesto. Y, claro, siempre es más fácil así. Se reciben mejor las lecciones cuando en realidad no te las están dando... Es como el refrán ese... Ahí me las den todas.
- ...
- Pues que dejé de acostarme con ella. Eso es lo que hice. Y he mantenido una relación de amistad más o menos aceptable, pero sin más historias.
- ...
- Lo que quieras, Lorsen. Pero lo cierto es que yo ya no me aprovecho de la situación...
- ...
- Estamos de acuerdo. El caso es que en la boda de mi hermano se me ocurrió la idea de comprar algo donde veranea él, en Sitges. Y me fui a Lanzarote con la cosa de alquilar el apartamento...
- ...
- No me había dado cuenta de eso. Creía que ya lo había superado. Pero cuando la chica inglesa aquella de la inmobiliaria. Por cierto, que para ser inglesa era simpática.
- ...
- No. Un tanto grandota. Quizás por eso fuera maja... Me dijo que ellos no alquilaban. Entonces le pregunté por el precio de venta... Aquella misma tarde me había decidido por esa segunda posibilidad. Los recuerdos eran muy pesados. Todas las noches me cepillaba cuatro o cinco whiskies. Y me levantaba fatal por la mañana. Ya sabes, a mí nunca me ha sentado bien el alcohol.
- ...
- Sí. Ya procuro cuidarme, pero es que entonces hasta se me habían acabado los porros...
- ...
- Un poco alucinado, pero si paras a tiempo ya no te perjudica por la mañana. Quizás un poco de tos , pero nada más...
El somelier volvía a su mesa.
- ¿Puedo retirar esta copa, señor?
- Desde luego –le dijo él.
Así lo hizo y cuidadosamente, hacia un lado de la mesa, y le daba a probar el vino. Él había comprendido que la cata tiene tres cualidades: la vista, el olor y el sabor. Y hacía las tres, aunque la primera de las funciones ya quedaba bastante lejos para él, en su memoria.
Elogió el vino. El somelier lo sirvió en las dos copas. Luego se fue.
- Sigo con lo del apartamento de Lanzarote. El caso es que estaba preparando la cena cuando alguien llamó a la puerta. Era raro. Los antiguos vecinos, los de la peluquería, ya no estaban. Abrí. Era un tipo bajito, de unos sesenta años. Me dijo que era el dueño del apartamento contiguo y que me sugería que pusiéromos una verja para proteger el acceso al rincón de la escalera. ¿Te acuerdas?
- ...
- Sí. Estaba siempre sucio. Se trataba de una mejora en la casa. ¿No te parece?
- ...
- No. Entonces no me dí cuenta. Tuve que esperar un tiempo. Paseando por la playa uní los dos hechos: Lucía, un vecino que no había aparecido en casi cuatro años y que me ofrece compartir unos gastos que me pernitirán vender mejor el apartamento....
- ...
- Sí. Entonces fue cuando pensé que tú estabas pendiente en todo momento. Y volví a la promesa que me hacías, que no me ibas a dejar y que, de hecho era cierto, no me habías dejado.
- ...
- Era algo así como si se hubiera marchado la parte de ti que me impedía ser feliz y se hubiera quedado la Lorsen que vigila mi paso para que no tropiece y, en el caso de que meta la pata –que la meto a menudo, como ves- me ayuda a resolver esos problemas.
- ...
- No. Al final resulta que no soy más feliz. No sé. En realidad estaba pasando una mala racha. Luego las he tenido mejores. ¿Ahora? Ahora creo que estoy algo más sereno... No sé, hago cosas, no paro, vivo... ¿qué más te puedo decir?
- ...
Dos camareros con sendos cubreplatos realizaron la presentación de las lubinas. Tenían una magnífica apariencia a frescas, jugosas.
- Era así. Y entonces yo me planteé una especie de solución racional al asunto. ¿Existirá Dios, a pesar de todo? –te diré que yo a la Virgen de Roncesvalles la sigo rezando, no sé si será por eso de poner una vela a dios y otra al diablo...- ¡Ojalá que exista, porque entonces la idea del rencuentro contigo, con mi abuela... no sería imposible...
- ...
- Ya sé que no me lo vas a decir. Es parte del sistema. Y lo respeto, aunque... ¡no sabes lo que me jode!
- ...
- Entonces, y dado que pienso que es muy difícil que exista, la respuesta provisional que le adjudico es que te has convertido en una especie de fantasma, que tiene la mala conciencia de haberse marchado en mal momento, dejando tirados a los que más querías, a mí, a nuestra hija... Y que vagas por ahí, en un punto intermedio entre la tierra y el cielo, hasta que nos llegue la ocasión de marcharnos también a nosotros.
- ...
- Sí. Como los fantasmas de los castillos. De esos de los que se dice que murieron violentamente y que aún no pueden descansar.
- ...
- Ya sé que se admiten apuestas. ¿Pero cómo, dónde y cuándo se cobran?
- ...
- No te he dicho, pero te veo guapísima esta noche. Se ve que ese espacio interestelar te sienta muy bien.
- ...
- Sí. Es un poco hortera, pero está todo muy rico. Por cierto, ¿te he dicho que te sigo queriendo?

1 comentario:

Sake dijo...

¿Cuanto hemos hablado los humanos del Amor?, todos los pensadores parecen encontrar en el "Amor" la gran solución, lo realmente importante. ¿No será lo realmente importante encontrar la tranquilidad de espíritu necesaria para poder acceder al Amor?. Porque de que nos sirve que nos hablen de Amor por aqui y por allá si estamos incapacitados para sentirlo. Deberiamos primero enseñarnos a querernos a nosotros mismos, si no tenemos buen concepto de nosotros mismos ¡Dificilmente podremos tener acceso al Amor! y realmente el Amor con Mayusculas en un Gran Logro reservado a los Elegidos.