En una reciente reunión profesional, la principal ejecutiva de una compañía, advertía a los asistentes que en el caso de que empezaran su jornada de trabajo con una nube negra por encima de su cabeza, era mejor que la despejaran previamente al comienzo de sus tareas. La actitud positiva ante la vida -decía - es primordial para el éxito.
Algo parecido viene ocurriendo en el Occidente democrático, el cansancio del sistema. Y nos indica además que los problemas que afectan a las democracias liberales hoy en día no están sólo -aunque también- en el acoso que sufren éstas desde el exterior, sino en sus propias debilidades internas.
Y que también quienes han acabado por situarse en el grupo de los que militan en el antioccidentalismo -Rusia, China, Irán, Corea del Norte- han percibido de manera inequívoca la debilidad de Occidente, en especial en la vergonzosa salida de las fuerzas aliadas de Afganistán. A partir de esa situación, nuestros contradictores -¿enemigos?- se han entregado al deporte de invadir Ucrania, sobrevolar con sus aviones de combate el espacio aéreo de Taiwán, alimentar a las guerrillas para exterminar a Israel o lanzar todos los misiles de que sean capaces al mar.
En democracia, la política constituye la expresión más cercana a la sociología histórica de un país. En este sentido contrastan los mensajes de algunos contendientes norteamericanos con Los de de sus predecesores: la frescura de Obama, la veteranía y el impulso de Reagan, el discurso de la "nueva frontera" de Kennedy o la acreditada preparación de Bush-padre. Y se diferencian también de la situación de los enemigos de la democracia liberal de entonces, que, bien se batían en retirada ante el auge tecnológico y el dominio político de los americanos del Norte, bien dedicaban sus esfuerzos a encaminarse por la senda del desarrollo.
Y a pesar del contraste entre aquellos tiempos y éstos, la situación no es tan grave como parece. El periodista americano -de origen indio- Fareed Zakaria ha publicado un interesante estudio sobre el asunto al que ha puesto por título "The Self-Doubting Superpower", y como subtítulo "America Shouldn’t Give Up on the World It Made".
En contra de quienes aseguran que la botella no está sólo medio vacía sino que se está vaciando, Zakaria considera que los Estados Unidos se encuentran en una extraordinaria posición. Considera que no hay ninguna razón para pensar que este país pueda perder el liderazgo en el ámbito de las nuevas tecnologías. Comparada la situación actual con la de los años 80, en los que las empresas alemanas, japonesas, holandesas y surcoreanas competían con las estadounidenses -en 1989 cuatro de las diez más importantes lo eran de este país, las otras seis eran japonesas-, la situación actual se ha modificado rotundamente en su favor -nueve de las diez más importantes son americanas.
Continúa afirmando el periodista americano que "si la demografía equivale al destino, los Estados Unidos tienen un futuro brillante. A pesar de que su situación en este aspecto ha empeorado en los últimos años, su tasa de fertilidad es de 1,7 niños por cada mujer -por debajo de la tasa de reemplazo que es de 2,1-; pero por encima de Alemania -1,5-, China -1,1-, Corea del Sur -0,8-. Además que los EEUU compensan la carencia de nacimientos con el recurso a la inmigración. Todos los años llegan a ese país un millón de personas dispuestas a anudar su futuro con el resto de los norteamericanos -una de cada cinco personas que viven fuera de sus países de nacimiento lo hacen en los Estados Unidos-. Por lo tanto, a diferencia de países como Alemania o Corea del Sur, EEUU continuará creciendo en términos de población.
Pero el reto más importante para EEUU -de acuerdo con Zakaria- procede de Asia y se concreta en la permanente reclamación por China de la isla de la antigua Formosa. Pudiera ocurrir que finalmente Xi Jinping’ se determinara por comprobar la resolución de los americanos y de sus aliados intentando reunificar la isla con el continente, utilizando para eso el recurso de la fuerza. Por el momento no lo ha hecho, pero resulta evidente que subsisten las dudas de que pueda llegar a hacerlo. Lo cierto es -según Zakaria- que las dudas de hoy en día contrastan con las certezas de hace 20 años en el sentido de que no se atrevería a hacerlo.
En todo caso, China está intentando por todos los medios la expansión de su poder. Puede hacerlo a través de medios legítimos, como la competencia en los mercados; o ilegítimos, el uso de la fuerza, el incumplimiento de los acuerdos internacionales y otros. En opinión de Zakaria, los Estados Unidos deberían aceptar los primeros y rechazar los segundos. Siempre según el citado autor, Xi Jinping está abandonando su estrategia de combate por otra en la que se reconocen las fortalezas de su principal rival y sus debilidades propias. Quizás tenga por causa esta nueva manera de abordar el contencioso sus necesidades tácticas, pero China está buscando un modus vivendi con los Estados Unidos. En una reunión con senadores de este país, aseguraría que China tenía mil razones para mejorar sus relaciones con los Estados Unidos y ni una sola para arruinarlas.
En este contexto, la conclusión del periodista resulta significativa. El mayor peligro para los Estados Unidos no procede de China, Rusia o Irán; sino de su mismo país. En el caso de que América se consuma en un exagerado temor por causa de su retroceso y se retire del papel de liderazgo en los asuntos mundiales, abrirá un vacío a nivel global que algunos otros países intentarán cubrir. El partido republicano -asegura Zakaria- está volviendo al aislacionismo de los años 30, cuando Europa y Asia estaban en ignición.
En todo caso, la sensación que predomina en los Estados Unidos es la del temor respecto de China. Según han escrito Dmitri Alperovitch y Garrett Graff en World on the Brink, el consenso norteamericano se sitúa en la seguridad de que China constituye una amenaza para ellos y para el conjunto de las democracias occidentales. A pesar de las críticas que Biden hacía a Trump respecto de su política en relación con el gigante asiático, la que ha seguido aquél ha sido tan dura -si no más- que la del republicano.
La mayor contribución de este ensayo es que propone un objetivo único para la política estadounidense, que es muy simple: Estados Unidos debería ganar tiempo, el necesario para que Taiwán fortalezca sus defensas y reduzca sistemáticamente la dependencia de Occidente de China.
Teniendo en cuenta que la rivalidad entre Estados Unidos y China está aumentando, es fundamental que Estados Unidos mantenga claridad respecto de sus objetivos. Intentar mantener el dominio global casi absoluto del que Estados Unidos ha disfrutado desde el fin de la guerra fría en 1991 sería enormemente costoso. Sin embargo, demasiada acomodación también conlleva, como saben numerosos países occidentales, que han visto industrias destruidas por la competencia china, un retroceso relativo de su influencia.
Esto no significa que no se mantenga cierta cautela, tampoco que se disponga o incluso se incremente la capacidad de disuasión militar de la potencia militar estadounidense. Pero sí supone tener una visión clara de las desventajas de largo plazo de China, tales como una población en rápido descenso, la falta de aliados naturales, las limitaciones de su sistema político y su dependencia de energía y alimentos importados. Como dice Alperovitch, adoptar una visión a largo plazo también significa trabajar para sostener las ventajas demográficas, tecnológicas y geopolíticas de Estados Unidos, por ejemplo, alentando al talento a inmigrar y fomentando alianzas.
Pero la capacidad de China para sortear grandes obstáculos, como la contaminación del aire o una infraestructura débil, y su rapidez para superar a otros en la construcción de paneles solares o vehículos eléctricos, sugiere que es un error suponer que no puede ponerse al día en la fabricación de semiconductores avanzados o en el perfeccionamiento de una diplomacia internacional más eficaz.
Por supuesto que la oración podría ser también rezada por su antagonista, y a la vista de la polarizada y autodestructiva política norteamericana, China podría también sentarse a esperar, lo que además concuerda bastante con la integración que practica este país entre el confucianismo y el comunismo.
En uno y en otro caso, la confianza en las posibilidades de uno mismo, si bien no son suficiente garantía para el éxito, constituye uno de sus principales instrumentos.
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