lunes, 27 de mayo de 2024

American Pie


"American Pie" es una canción icónica del compositor estadounidense Don McLean, escrita en el año 1972, en la que describe su visión del mundo norteamericano. La canción hace referencia a la historia del rock and roll como género musical y referente cultural de su país, comenzando con la muerte de los músicos Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper en un accidente aéreo en febrero de 1959, hasta llegar al año 1970.


En ella, se menciona también a varios artistas del género, como Elvis Presley, Bob Dylan, los Beatles, o los Rolling Stones, alternando con sucesos reales, como la llegada del hombre a la Luna en 1969 (A generation lost in space).


McLean no sería muy explícito acerca de los propósitos y el significado que pretendía dar a su canción. "Encontrarán muchas 'interpretaciones' de mi letra pero no les diré la mía... Lamento dejarlos a todos así, pero hace tiempo me di cuenta de que los compositores deben dar sus declaraciones y marcharse, manteniendo un silencio digno". Podría haber dicho también que, en el momento en el que un autor da por terminado un texto -un cuadro, una escultura...- y lo comparte con la audiencia y el público, deja la obra de ser suya porque nos pertenece a todos.


Les propongo un viaje por el tiempo hasta aquellos años 70 en los que, a los españolitos del tardofranquismo, aburridos del paisaje en blanco y negro de nuestra realidad política y social, la sola mención de los Estados Unidos, su heterogénea cultura, su libertad individual... nos hacía pensar en un mundo inimaginable por lo diferente al nuestro. Sólo unos pocos afortunados lo habían conocido de cerca y ese hecho los convertía poco menos que en una especie de nautas venidos de planetas distantes del nuestro.


Dice así:


"Hace mucho, mucho tiempo

Todavía puedo recordar

Cómo esa música solía hacerme sonreír

Y sabía que si tenía mi oportunidad

Que podría hacer bailar a esa gente

Y, tal vez, estarían felices por un tiempo


Pero febrero me hizo temblar

Con cada periódico que entregaría

Malas noticias en la puerta

No podía dar un paso más


No recuerdo si lloré

Cuando leí sobre su novia viuda

Pero algo me tocó profundamente en el interior

El día en que murió la música”


(Se refiere aquí McLean al 3 de febrero de 1959, el día en el que tres astros de la música popular murieron en un accidente de avioneta: el pionero del rock Buddy Holly, el DJ conocido como the Big Bopper, y Richie Valens, uno de los primeros latinos del rock y autor de "La Bamba").


Así que, adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco”.


(Para algún exégeta de esta canción, esos versos esconden la nostalgia de los tiempos que se fueron. Y no existe nada que sea más característico de los Estados Unidos que el pastel de manzana (apple pie), el automóvil marca Chevrolet (Chevy) y la sensación de libertad y aventura que brindaba para ir a donde uno quisiera).


Y esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Cantando, éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


¿Escribiste el libro del amor?

¿Y tienes fe en Dios por encima de todo?

¿Si la Biblia te lo dice?

¿Crees en el rock 'n roll?

¿Puede la música salvar tu alma mortal?

¿Y puedes enseñarme a bailar despacio?”


(El rock se ha convertido en la nueva religión para las jóvenes generaciones: "¿Escribiste el Libro del Amor?¿Puede la música salvar tu alma mortal"? ("Did you write the Book of Love? Can music save your mortal soul?"). La respuesta es el amor que nos ofrecen John, Paul, George, Ringo y otros como alternativa a la guerra, la acción sin límite de la policía…)


Bueno, sé que estás enamorado de él

Porque te vi bailando en el gimnasio

Ambos se quitaron los zapatos

Hombre, me gustan esos rhythm and blues


Era un quinceañero solitario como un potro desbocado

Con un clavel rosa y una camioneta

Pero sabía que no tenía suerte

El día en que murió la música”.


(El protagonista de la canción no va de un lado a otro, feliz y contento, conduciendo su camioneta con un clavel prendido en la solapa… y es que le ha dejado su novia, a la que observa con tristeza con otro en el baile de la escuela).


Comencé a cantar: Adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco

Esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Y cantando, éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


Ahora, durante diez años hemos estado solos

Y el musgo crece en una piedra rodante

Pero no es así como solía ser

Cuando el bufón cantó para el rey y la reina

En un abrigo que le pidió prestado a James Dean

Y una voz que vino de ti y de mí


Oh, y mientras el rey miraba hacia abajo

El bufón robó su corona espinosa

La sala quedó suspendida

No se ha producido ningún veredicto”.


(Ha perdido ya la inocencia y, con ella, también se tambalean los elementos más simbólicos de su primera juventud. Elvis, el "rey del rock", es destronado por un "juglar" vestido con "una chaqueta prestada de James Dean". ("And when the King was looking down, the jester stole his thorny crown..."). El juglar es Bob Dylan, la "nueva voz de la generación de los 60" que en muchas canciones hace referencia al personaje bufonesco y que, en la carátula de su álbum más importante de esa época, se viste con una chaqueta de cuero a lo "James Dean").


Y mientras Lenin leía un libro de Marx

El cuarteto practicó en el parque

Y cantamos en la oscuridad

El día en que murió la música


Estábamos cantando: adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco

Esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Y cantando: éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


El batiburrillo en un verano hinchador.

Los pájaros volaron con un refugio de lluvia

Ocho millas de altura y cayendo rápido

Aterrizó sucio en la hierba

Los jugadores intentaron un pase adelante

Con el bufón al margen en un elenco


Ahora el aire del medio tiempo era dulce perfume”


(Se refiere al año 1967, que llenaría el aire de marihuana, el "dulce perfume”).


Mientras los sargentos tocaban una melodía de marcha”.


(Aparecen ahora en escena, el "cuarteto tocando en el parque" ("The quartet playing in the park"), se trata de los Beatles, a quienes también denomina como los "sargentos" en alusión al famoso álbum "La Banda del Sargento Pepper").


Todos nos levantamos para bailar

¡Pero nunca tuvimos la oportunidad!

Porque los jugadores intentaron tomar el campo

La banda de marcha se negó a ceder

¿Recuerdas lo que fue revelado

El día en que murió la música?


Empezamos a cantar: adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco

Esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Y cantando: éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


Oh, y allí estábamos todos en un solo lugar

Una generación perdida en el espacio

Sin tiempo para empezar de nuevo

Así que vamos: ¡Jack sé ágil, Jack sé rápido!

Jack flash se sentó en un candelabro

Porque el fuego es el único amigo del diablo


Oh, y mientras lo observaba en el escenario

Mis manos estaban apretadas en puños de rabia

Ningún ángel nacido en el infierno

Podría romper el hechizo de Satanás

Y como las llamas se elevaron a la noche

Para encender el rito de sacrificio

Vi a Satanás riendo con deleite

El día en que murió la música”.


(Cuando hay ángeles también están los demonios Y aparece Jack Flash -los Rolling Stones- que entonces cantaban "Jumpin' Jack Flash" y "Simpatía por el Diablo". Podríamos referir que, en diciembre de 1969, los Rolling dieron un concierto gratis cerca de San Francisco, para toda esta "generación perdida en el espacio" ("A generation lost in space") que se tornó violento. El conjunto contrató a un grupo de motociclistas Hell's Angels (los Ángeles del Infierno) para mantener el orden. Uno de ellos mató de una puñalada a un espectador mientras Mick Jagger cantaba en el escenario envuelto en una capa roja. "Ningún ángel nacido en el infierno pudo romper ese hechizo satánico" ("No angel born in hell could break that Satan's spell"). Para muchos ese concierto puso punto final al idealismo de los 60. La música había muerto).


Estaba cantando: adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique: pero el dique estaba seco

Esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Y cantando: éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


Conocí a una chica que cantaba blues

Y le pedí buenas noticias

Pero ella simplemente sonrió y se alejó

Fui a la tienda sagrada

Donde había escuchado la música años antes

Pero el hombre de allí dijo que la música no sonaría 

Y en las calles: Los niños gritaban

Los amantes lloraron, y los poetas soñaron

Pero ni una palabra fue hablada

Las campanas de la iglesia estaban rotas

Y los tres hombres que más admiro

El padre, el hijo y el Espíritu Santo

Cogieron el último tren hacia la costa

El día en que murió la música


Y cantaban: adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco

Y esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Cantando: éste será el día en que muera

Éste será el día en que muera


Cantaban: adiós, señorita tarta americana

Llevé mi chevy al dique, pero el dique estaba seco

Esos chicos buenos estaban bebiendo whisky y más whisky

Cantando: éste será el día en que muera”.

domingo, 19 de mayo de 2024

La batalla cultural

Pedro Herrero y Jorge San Miguel han escrito en "Extremo Centro", que "la izquierda ha detectado que enfrente no existe ninguna resistencia cultural, filosófica o social ante las operaciones de derribo que ha iniciado. Lo único que se han encontrado es un conjunto de trabajadores muy listos que han decidido estudiar carreras muy difíciles para ganarse bien la vida, pero que no presentan batalla alguna por el espacio público. Hay quien empieza a repetir la milonga de que «las televisiones y los grupos mediáticos están en manos de la izquierda», pero lo cierto es que, si mañana entregáramos todas las televisiones y todos los grupos de comunicación a la no izquierda, ésta no sabría con qué contenido cultural llenarlas. Cada vez que la derecha ha llegado al Gobierno, ha renunciado a crear, o no ha sabido, instituciones culturales acordes con su supuesta visión del mundo y ámbitos de prescripción en defensa de sus valores".


La cita, no por extensa, deja de ser más adecuada. Toda vez que constatamos que el PSOE se ha convertido en la principal organización político-institucional española, dotada de una enorme capacidad de ocupación del poder y de sus instrumentos conexos (empresas públicas, organismos de control, medios de comunicación y hasta del mal llamado "sector progresista" del poder judicial) y en la que cuesta notable esfuerzo notar la fijación de lineas rojas en su comportamiento, habrá que advertir si existe algo que se le oponga en términos, no de alternancia, sino de alternativa.  Porque una cosa no es la misma que la otra (don Antonio Maura definía el turno de partidos que operaba en el régimen de la Restauración de 1876, como el mero cambio de postura que se produce entre los que sestean). 


Que el PP no es una engrasada maquinaria de poder equivalente a la socialista no es cuestión precisamente dudosa, basta para su acreditación como tal recordar la lamentable campaña de las elecciones generales pasadas en la cual este partido dio por hecho el resultado positivo una semana antes de su celebración y abandonó en consecuencia la lucha activa por el voto. Renunciar a presentar -a ser- una alternativa y dedicarse en lugar de eso a dormitar en la oposición, esperando a que llegue el momento de suceder al gobierno, es a lo que nos viene acostumbrando el Partido Popular desde los tiempos de Mariano Rajoy. Además de las oportunidades perdidas de poner a punto el sistema del 78, que empezaba a evidenciar una serie de disfunciones (entre las cuales, una ley electoral que, en ausencia de mayorías absolutas, un supuesto de no fácil consecución, se abandonaba la gobernabilidad del país en manos de quienes no creían en éste, y tantas otras), que convertían al PP en un partido equivalente del socialista, de modo y manera que hacía las mismas cosas que éste, aunque más tarde, y sólo servía para asear la situación económica después del despilfarro y la prodigalidad habituales entre los socialistas, en especial en beneficio de sus gentes. Mellizos en el reparto de prebendas hacia su grey, los populares de Rajoy tenían poco que ver con el proyecto centrista y liberal de Aznar, quien sí supo ofrecer un proyecto alternativo al deterioro económico, político y social que presidió la última etapa de los gobiernos de Felipe González. Sin embargo, todo hay que decirlo, tampoco la mayoría absoluta de Aznar en el año 2000 sirvió para reforzar la separación de poderes y la independencia del poder judicial, que ahora tanto se reclama desde este partido.


El modelo cultural de la izquierda, elaborado en los campus universitarios americanos, está construido ahora a base de deconstruir la sociedad en la adición de minorías, otrora marginales y desprotegidas respecto del modelo tradicional antaño predominante. Si los WASP (o blancos, anglosajones y protestantes) representaban un determinado modelo compositivo de nación. Los negros deben conseguir un lugar en la comunidad que no sólo les iguale al conjunto de ésta, sino que exige ese mismo patrón de procedimiento a toda la sociedad: una indemnización en metálico que compense a las generaciones actuales -por supuesto- de las vejaciones y agravios padecidos por sus ancestros en tiempos de la esclavitud y de la segregación. El "Black lives matter" no es manifestación de la equiparación de la vida de los negros respecto de las otras razas, antes bien, se trata de reequilibrar la historia de modo que sean los afroamericanos quienes reclaman a los blancos que pidan perdón y que se sometan a ellos. Se llega al caso ridículo por el que artistas de color caractericen a los aristócratas ingleses del siglo XIX en algunas series televisivas. 


Otro tanto ocurre con el "Me too", que no sólo anatematiza conductas que se produjeron generalmente en otros tiempos y cuya compensación correspondería en todo caso  a los tribunales de justicia. Este movimiento entronca con el llamado empoderamiento de la mujer y su rehabilitación y se produce de manera general a través del retroceso y la subordinación del elemento masculino que debería por lo visto lavar los pecados cometidos por sus ancestros. Como el "Black lives matter" no pretende el “Me Too”, un “win win”, sino un juego de suma cero, en el que lo que gane una raza se produzca a costa de lo que pierda otra muy concreta. 


El movimiento LGTBI, por supuesto que susceptible de defensa y de protección debido a antiguas y actuales marginaciones, viene siendo objeto de atención como "colectivo", en el que se agrupan gentes de expresiones sexuales diversas, aparentemente unidas en torno a unas siglas y a una bandera, aunque tal agrupación contenga a gentes de orígenes sociales, opciones ideológicas y aún prácticas sexuales diferentes, unidas todas en relaciones afectivas o esporádicas, en todo caso distintas de las tradicionales. Al igual que en los otros movimientos se pretende desafiar esas opciones tradicionales como perversas o, como mínimo, casposas, adjudicándolas también el despectivo calificativo de “homófobas”, de modo que se deberían batir en retirada ante el definitivo auge de los hábitos sexuales -¿para-ideológicos?- del poderosísimo “colectivo” que se envuelve en la bandera del arco iris.


Quedan en estas propuestas enterrados los sueños de igualitarismo que constituían la pretensión original de los movimientos socialistas. Desde el momento en que se reivindica la restitución de los preteridos derechos de las minorías que componen la amalgama de los nuevos desfavorecidos a costa de los privilegiados, que lo son no necesariamente por su situación económica dominante, sino por el solo hecho de ser varones, heterosexuales y blancos, la equidad se transforma en una quimera, rápidamente olvidada por los pensadores de los campus americanos pertenecientes a la “nueva izquierda”.


No acierta sin embargo la izquierda en el disparo. Una persona bien podría formar parte del acosado ahora grupo de los blancos, anglosajones, varones y protestantes, y residir en la ciudad de Detroit, ciudad que se declaró en bancarrota en el año 2013 como consecuencia de la crisis producida en la industria del automóvil, el principal motor económico de la zona. Podría muy bien este wasp malvivir de las exiguas ayudas públicas que proporcionan las administraciones estadounidenses o limpiando los coches que antes ayudaba a construir con un salario digno ahora a cambio de alguna propina.


Quizás por eso -como señala Andreas Reckwitz en “The end of Ilusions”- haya surgido como consecuencia de las proclamas izquierdistas y la crisis padecida por los sectores económicos tradicionales, una respuesta populista expresada por una clase trabajadora y media no cualificadas, que se ven atemorizadas ante los tiempos que están llegando, y que prefieren a Trump antes que a un “establishment” representado por el octogenario Biden o la otrora incombustible Hillary Clinton.


Sobre esta -y otras- adición de diversidades ha construido esa izquierda un modelo alternativo de sociedad sedicentemente multicultural al que ha adjudicado el apelativo de "progresista". No le haría falta calificar al no-modelo de la derecha de ninguna manera, pues carece éste de expresiones concretas, pero podría sin duda calificarlo la izquierda de reaccionario, cuando no de para-fascista. Se equivoca también, en este caso: lo que tiene enfrente es más bien la ausencia de oposición, un hermano gemelo que acaba, a destiempo, asumiendo las tesis social-comunistas, sin perjuicio de descafeinarlas levemente de modo que no desconcierten demasiado a su grey.


No puede ser objeto de este artículo el establecer posiciones alternativas al nuevo arquetipo de la izquierda en el ámbito cultural, ya que seguramente desbordarían los límites de un comentario a vista de pájaro como se pretende en éste, además de que requeriría de un estudio bastante más pormenorizado. En todo caso, para un liberal (o, por decirlo mejor, para alguien que pretende serlo) habría que centrar esa batalla en la radicalidad de la persona en sí misma, como sujeto de derechos y obligaciones, como principal actor de la soberanía nacional, como sujeto capaz de crear e inventar o -por qué no- dedicarse a la vida contemplativa o a tareas que el resto de la sociedad pueda no considerar esenciales.


Es la persona la que crea la familia, y decide si ésta debe ser -o lo resulta así- tradicional, monoparental, homosexual... la que elige tener, o no, hijos; y de hacerlo por prestación subrogada o adoptarlos. Es la persona la que arriesga y funda una empresa, compartiendo riqueza para otros y para él mismo (los beneficio de hoy son las inversiones de mañana y los puestos de trabajo de pasado mañana, decía el ahora añorado socialdemócrata, Helmut Scmidt); por eso debería esa cultura alternativa a la de la izquierda respetar al empresario y valorarlo como lo merece.


La batalla cultural llama a la defensa de la libertad frente a los que levantan muros, cierran fronteras, anatematizan al disidente y expulsan al extranjero. Hunde sus raíces en la Ilustración y el progreso, entendido éste como una idea que consiste en compartir cada vez más con cada vez más gente. Que pide una educación de calidad, el retorno de la meritocracia y la solidaridad intergeneracional. 


Toda vez que el PP ha integrado cuadros e ideas -estas últimas habría que someterlas a comprobación- procedentes del partido liberal Ciudadanos, bien podría asumir buena parte o la totalidad de estas propuestas; o, cuando menos, presentar las suyas propias, que seguramente no serían otras que un cóctel integrado por tres partes: una de humanismo cristiano, otro tercio de conservadurismo más o menos rancio y una tercera parte final -administrando unas gotas- de liberalismo. 


Sin embargo, confío poco en la amalgama que es el Partido Popular y sus dirigentes.  Gentes de procedencias diversas sólo unidas por la apetencia del poder, dispuestas a gestionar razonablemente la economía y ayunas de cualquier idea de reforma y transformación.  A eso ha llegado el partido que reformó Aznar y descafeinó Rajoy. 


Pero, volviendo a la tesis expresada en la cita que encabeza este artículo, la verdadera tarea pendiente -la “revolución” a operar “desde arriba”, que decía don Antonio Maura- en el PP consiste precisamente en dotarse de valores propios que sirvan de prescriptores de un modelo de país que tiene poco que ver con el “wokismo” de la izquierda y sí mucha relación con los criterios expresados en los Tratados de la Unión Europea: las libertades individuales, el estado de derecho y el derecho al bienestar. Una sociedad de “libres e iguales”, como pretendíamos en el último, y lamentablemente agotado, partido liberal que hemos conocido en España.