sábado, 2 de marzo de 2024

La Unión Europea en la deriva política española


Apenas se habían cerrado las urnas y recontado los votos de las elecciones gallegas, cuando los portavoces del PSOE se apresuraban a expresar su opinión con dos significativos razonamientos: el resultado de esta convocatoria no es extrapolable al nivel nacional, era el primero; después de todo, el "bloque progresista" -la "sanchosfera", a decir de otros- ha crecido gracias al avance del BNG.


No es preciso insistir demasiado en que el resultado de la marca gallega del socialismo ha sufrido un revolcón catastrófico, una derrota que no admite paliativos que se pretende ahora encubrir a través de dos tesis en apariencia contradictorias, porque si los comicios gallegos son sólo gallegos y nada que ver tienen con el resto de España, ¿qué falta hace invocar al crecimiento del progresismo? (por cierto que no me resigno a denunciar ese ‘fake’ argumental que considera avanzado algo que sólo apela al sentimiento, el victimismo y la identidad supremacista).


No se reconoce por el PSOE lo que uno de los más sensatos de los socialistas ha expresado con frase sabia: es preciso que reflexionemos "para que el ciclo no se convierta en un ciclón", pero no, no habrá autocrítica, ni de la mala, de esa que hacían los comunistas, que era más bien la sanción previa a la expulsión eclesial del partido; ni de la buena, la que practican quienes, después de reconocer que carecen de un proyecto que sintonice con las inquietudes de sus electores, se ven dispuestos a rectificar.


En lugar de eso, Sánchez sigue dispuesto a recuperar su derrota -dicho sea en términos marineros-, ha pedido un plazo adicional para ceder a los de Junts y llegar a una propuesta de amnistía aceptable para ellos, y ha vuelto a llevar a Bruselas, al mediador Reynders y al PP que, a cambio de la renovación del CGPJ, sólo se ofrecerá una vaga promesa de modificación del sistema de elección del órgano de gobierno de los jueces. "Nihil novum sub sole", Sánchez no se plantea otra opción.


Y entretanto hay quien confía en que la solución a este gobierno que padecemos vendrá de las instituciones europeas, que la Comisión Europea pasará del capítulo de la apertura de expedientes por razones concretas a la imposición de sanciones. Pero habrá que reconocer que la futura ley de amnistía no podrá ser examinada por las autoridades europeas hasta que sea aprobada -faltaría más- o que no parece que Reynders pueda forzar un acuerdo que impida a la "longa manu" socialista hacerse con el control del poder judicial. Y habrá que recordar que la reversión de la deriva populista polaca -en tantos aspectos similar a la nuestra- sólo se ha producido por el voto de la ciudadanía de ese país, lo que no hizo la española el 23-J.


Ni siquiera tiene, a estas alturas de la cuestión, el escándalo “Koldo” y el pulso que parece decidido a mantener Ábalos con el PSOE, mayor capacidad de desencadenar la caída del castillo de naipes en el que está instalado el sanchismo; la justicia podrá ser inexorable, pero también resulta lenta en sus decisiones, y para cuando afloren investigaciones, procesos y eventuales condenas los tiempos políticos -cualesquiera que sean éstos- serán muy diferentes.


 Tampoco cabe contar con que la posible resolución anulatoria de la futura ley de amnistía, y la consecuente cancelación del apoyo de Junts al actual presidente supondrán la salida de Sánchez de la Moncloa.  En todo caso, en tanto que no concluya el largo proceso de tramitación de los correspondientes recursos, el presidente podrá alegar el argumento del mal menor -un PSOE domesticado en apariencia y controlado por ellos- frente al peor de los males -"que viene el PP disfrazado de lobo".


Entretanto, la ciudadanía española -o su proyecto de tal cosa, pues nunca se ha consolidado en nuestra historia- se ha quedado instalada a mitad de camino entre el "aquí no pasa nada" y el "sálvese quien pueda", reduce su condición participativa a votar cuando se le convoca a ello y prefiere atender los cantos de sirena del "que viene la derechona" antes que advertir la evidencia del gobierno entregado a las fuerzas políticas más disolventes de España que son el nacionalismo insolidario y supremacista. 


El castillo de naipes funcionará hasta que al común de los mortales le llegue el agua al cuello (a algunos ya les está llegando, véase el caso de los agricultores). Cuando el desbordado gasto público, ínsito en la propia seña de identidad de un gobierno constreñido a ofrecer dádivas a todos sus insaciables socios, subvenciones a los desfavorecidos de la población -aunque en ocasiones no lleguen, debido a la inoperancia administrativa- y engordando la nómina de servidores públicos hasta extremos nunca vistos, está generando un crecimiento artificial de la economía que desembocará, antes o después, en una inmensa burbuja que sólo el tiempo se encargará de pinchar.


El gobierno se enorgullece del crecimiento de la economía española y del empleo, pero no se acompaña esta alegría de una solidez que permita albergar grandes esperanzas. La economía de nuestro país se infla como una pompa de jabón que podría estallar en cualquier momento. Una no desdeñable parte del buen comportamiento procede de los fondos de recuperación europeos, asignados a los miembros de la UE para su recuperación después de la pandemia. El pasado año, El Independiente titulaba: "El PIB sólo crecerá este año gracias a los fondos europeos. El país caería en recesión de no ser por los fondos Next Generation, según cálculos de Esade". El pasado 1 de marzo, el diario ABC, daba cuenta de un documento de la Auref según el cual “España afronta un ajuste fiscal de 10.000 millones de euros al año entre los cuatro y siete años que vienen.


En lo que se refiere al empleo, el informe Funcas ha indicado que nuestra productividad decae, las cifras de oferta pública resultan extraordinarias en términos comparativos con otras épocas de nuestra historia moderna, y la conversión de los fijos discontinuos en trabajadores simplemente normales parece más el trasunto de la falsedad que incorporan las medias verdades que una realidad. 


Únase a todo lo dicho, como manifestación de los males políticos y económicos nacionales, una situación geopolítica que no resulta precisamente envidiable. Nadie sabe qué ocurrirá en los Estados Unidos si Donald Trump resulta elegido en noviembre, cuál será la deriva de la guerra en Ucrania -que, es preciso recordarlo, en su frente de combate está defendiendo el proyecto de libertad europeo y aún occidental-, hasta qué punto se extenderá en el tiempo y en el espacio el conflicto en Palestina o si China aprovechará el desconcierto general para abrir otro escenario bélico invadiendo Taiwán. Los efectos de todo ello en las economías de los diferentes países son imprevisibles.


¿Llegará o no la "crisis del gasto público excesivo" al bolsillo del contribuyente? En algún caso ya ha ocurrido en la voracidad de una Hacienda Pública incapaz de indexar los tipos impositivos a la inflación; lo que incrementa notablemente nuestras obligaciones de pago en el impuesto sobre la renta; y se percibe también en los hábitos de consumo que prefieren las llamadas marcas blancas o que reducen sus compras de manera significativa, según nos advierten los establecimientos comerciales. Según informa El Confidencial, la encuesta de condiciones de vida realizada por el INE ofrece un retrato preocupante: el 37,1% de los españoles no tuvo el año pasado capacidad para afrontar gastos imprevistos; casi 2 de cada 5 ciudadanos no pudo hacer frente a un gasto adicional pero necesario; el 33,1% de la población no pudo permitirse salir de vacaciones al menos una semana al año; cada vez más personas tienen dificultades para llegar a fin de mes a pesar de tener empleo; y la carencia material y social severa pasó del 7,7% al 9%, mientras que el riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%.


Pero quizás lo peor aún está por llegar, y ese "peor" ocurriría en el supuesto de que el desorden de nuestras cuentas públicas contamine, a través del euro, a las economías más austeras de Europa. Sería entonces llegado el momento en el que los "hombres de negro" (o de gris oscuro, porque ningún gobierno los calificará de tales) ordenen parar los excesos presupuestarios, el déficit excesivo y la deuda pública desbocada.


Y es que, por mucho que acotemos, a efectos explicativos, la economía de la política, y a éstas de la sociedad en su conjunto, no existen en la vida compartimentos estancos. Una política basada en la subvención y el gasto, producto de concesiones sin medida a los socios incontenibles que sólo pretenden una debilitada España en la que campar a sus anchas, exige sin lugar a dudas un esfuerzo suplementario y en ocasiones excesivo al sector privado de la economía nacional que deberá soportar esas medidas económicas, cuando no una contribución adicional de los presupuestos europeos y aún los de otras economías de la zona euro que deberán pagar cifras de las que no son responsables, con tal de que el edificio monetario no se venga abajo. Que la economía española sea "too big to fall", al contrario de lo que ocurría con la griega, no es motivo que nos impulse a la satisfacción. 


Es evidente que los presagios del porvenir económico no son tan difíciles como los que ya vivimos en el año 2008 y que provocaron la desbandada salida de Zapatero y la -desaprovechada -en tantos aspectos- mayoría absoluta de Rajoy. Pero los expertos auguran en todo caso un "soft landing" (aterrizaje suave) de las economías occidentales, en el que la española causaría los adicionales efectos, consecuencia de las debilidades celtibéricas, producto de nuestro mal gobierno. 


Será entonces -si no ha llegado ese momento con anterioridad- cuando ese pulpo en el que se ha travestido Sánchez carezca de asideros a los que agarrarse para mantener el poder. Uno puede luchar contra los elementos, pero cuando se topa con la iglesia romana que forman hoy los funcionarios de los pasillos de Bruselas es llegada la hora de arrojar la toalla.


   












M

2 comentarios:

Fragal dijo...

Tal y como están las cosas y las ayudas que Europa a prestado a los españoles de a pie, habrá que ir analizando para que queremos estar en la comunidad europea. Desde que entramos lo único que hemos tenido son grandes problemas. Deshicieron nuestra industria y si no, compraron las empresas más punteras, nos dejaron como un país de servicios y turismo y lo poco que nos quedaba con la agricultura, pesca y ganadería, nos lo acaban de destruir en connivencia con este Gobierno corrupto, dando estas producciones a Marruecos y poniendo todas las trabas posibles a los productores españoles. Creo que los españoles tenemos que analizar muy profundamente si debemos o no estar en Europa.

Javier Marzal dijo...

La realidad de España queda retratada en la denuncia penal que hemos interpuesto el sábado pasado por más e 10 billones de euros de la Economía de la corrupción, cuya nota de prensa y denuncia están en https://www.pclc.es/denuncia-por-10-billiones-de-euros-de-la-economia-de-la-corrupcion/