Así qué ya tenemos a Salvador Moreno en el puesto más elevado posible de su carrera política. La capacidad de intervención sin embargo menguada por la carencia de recursos y la necesidad de proceder a ajustes, pero con la capacidad de apoyar a sus amigos y labrarse así un buen futuro en su carrera empresarial del día de mañana.
Se puede decir que aquí termina más o menos la historia, pendiente siempre del último capítulo, pues que Salvador Moreno es aún hombre en edad de mantener una proyección pública y privada y -no digamos- Cayetana de continuar aupando a su marido.
Poco más que decir al respecto, por lo tanto, sino utilizar las palabras del novelista británico John LeCarre, que en su reciente novela Una verdad delicada, afirma: "Hombre, maldita sea ¿o no? -Todos esos lobistas corruptos y esos vendedores de armas bregando en las líneas de falla entre la industria de la defensa y el sector del municionamiento..."
Y de los políticos, podríamos agregar, porque, ¿para qué sirven los lobbies si no es para eso?
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