martes, 17 de agosto de 2010

Intercambio de solsticios )76)

Lanzarote, 31 de diciembre de 2002,

Querida Lorsen:

Suena en el aparato de música el CD de Joaquin Sabina que compré junto a ti en un “hiper” de esta isla. Sé muy bien que Sabina no te gustaba. Te parecía un tío vicioso, putero, de voz gruesa de alcoholizado... Quizás yo te impusiera a veces su música, pero –como siempre- no te quejabas por eso.
Llegué ayer, de madrugada. El vuelo fue bien. Pero cuando la azafata anunció que íbamos a aterrizar en unos minutos, cerré el libro –el último de Jon Juaristi- y mis recuerdos –como casi siempre- fluyeron hacia ti. Recordaba tu último viaje de Navidad hasta Lanzarote. Llegaste en silla de ruedas, pero llegamos juntos. Te costó un poco reponerte, pero en un par de días –quizás tres- estabas paseando, aunque débil, por la playa de Matagorda conmigo.
La casa estaba hecha un desastre. En la mesa del salón habían puesto tu sobrecama y tus sábanas, lo cual me pareció de un deplorable mal gusto. Una de las dos bombillas estaba fundida. Mi cama estaba sin hacer –suerte que el edredón repleto de personajes de Tintin, que me regalaste en la pasada Navidad, estaba en mi armario, protegido por el candado con que resolviste cerrarlo. El congelador de la nevera se encontraba tan repleto que su puerta no se podía abrir sin hacer un esfuerzo: ya está abierta y se está deshelando lentamente.
Tocaron –picaron, como dicen ellos- la puerta Carol y Fran. Me preguntaron por ti y se quedaron muy impresionados cuando les conté que habías muerto. Ninguno lo comprende, nadie tiene palabras de consuelo. Incluso, el otro día, le contestaba a través de un “e-mal” que le llegará, ¡sabe Dios cuando!, a mi regreso a Bilbao, a Mikel Mancisidor, nuestro vecino en el Casco Viejo. Su escrito me decía que, en la misa de salida, no encontró las palabras que decirme, que desde que nos fuimos –desde que tú te fuiste- la casa ya no era la misma, y que se van de ahí, a Algorta, donde espera renovar en mí la amistad que tuvieron contigo. Ahora mismo te reconozco que me está entrando una llorera, pero no te preocupes: las lágrimas nunca resultan inoportunas, siempre liberan la tristeza, te dejan tranquilo, te permiten soportar el resto del día, o de la tarde.
Carol me pidió que cenara hoy con ellos. Y acepté. Están con sus cuñados y dos sobrinos. Luego me hablaron de Toufic y de Leila. Que muchos días quedaba la casa con alguna luz encendida. Que nunca nadie había limpiado la escalera. Que otra vez la casa olía a gas. Que...
Y me invitaron a un café, que rechacé. Y me puse la chaqueta y me fui al Puerto del Carmen para encontrarme con el argelino, al que suponia preparando “crèpes”. Pero el paseo estaba desangelado a esas horas de la madrugada –cerca de la una, de Canarias- y el tipo ese no estaba.
Hice la cama y me metí en ella. Me desperté y miré la hora en el reloj que me regalaste: Eran las nueve y cuarto –ocho y cuarto canarias-: si me levantaba en ese momento, seguro que no estaría abierto ni el “super”, de modo que me dí la vuelta y volvieron a mí los recuerdos, hasta que volvía a consultar el reloj: Ya eran las once menos cuarto. Hora adecuada para hacer todas las gestiones.
La bañera estaba sucia, pero por suerte habías tenido la prevención de lavar las toallas, antes de marcharnos.
Hice la compra y desayuné. Sobre el mueble marroqui que compramos en Teguise he puesto una foto tuya, sonriendo y sosteniendo una caja de galletas Chiquilín; sobre mi mesa de trabajo estás abrazada a Bécaud. Nuestro perro, al que he preferido dejar en Bilbao. “Tola” está en celo y me temo lo peor. Gaby asegura que si se queda preñada le administrará una inyección abortiva. En el fondo me da igual: No soy como eras tú. Conozco cuáles son mis problemas y cuáles los de los demás.
Tocan a la puerta. Es Leila. Viene a limpiar. Dice que la culpa la tiene su marido, porque la trata como si ella fuera una esclava, no le deja las llaves, se cree que va a meter gente en la casa, los niños, no sé a quién.
Ella ha abierto las ventanas y la puerta del cuarto donde guardamos las maletas y los utensilios varios.
Le he dicho que está todo mal, que no funciona, y que si las cosas van así, cortamos.
- Es que yo no tengo la culpa. No he podido entrar en la casa –me asegura. Y la creo. Pero me parece que no es suficiente.
Fran me ha hablado de una chica gallega que haría todo lo que queríamos por el precio que les pagamos a estos: Pero lo haría. No como esta gente.
¿Qué te voy a contar que no sepas tú sobre las cosas del servicio? Pero es que resulta excesivamente incómodo todo esto.
Pero regreso a mi día de hoy. He salido de paseo y he caminado las dos horas con mis pies bañados por el mar. Recuerdo cómo me apoyaba en ti para quitarme y ponerme los zapatos, y tú hacías lo mismo. Y cómo hablábamos de las cosas –mejor dicho, cómo hablabas tú, yo apenas podía aportar alguna idea a las tuyas.
He regresado por la playa, no por el paseo marítimo. Me ha parecido que es más agradable y mejor para el juego de los pies.
Luego he almorzado en Lani’s: Tenían perdiz y no he comido nada más, a la espera de la cena que me tengan preparada los vecinos.
He cambiado la bombilla que da a la mesa del salón, que la prefiero más iluminada. Pero una vez que Leila ha abierto la puerta del cuarto de las cosas, he comprobado que no hay lámparas ahí. De modo que compraré una cuando vaya a la calle para hacer un regalo a Carol y Fran, por su invitación.
Al regresar a casa he comprado “El País” –en el Internet de “El Correo” no venía la programación de televisión, y quería saber a qué hora emiten el Concierto de Año Nuevo. También una postal para Pilar. He prometido escribirle todos los días. La imagen es de los “Jameos del Agua”.
Te cuento que, a la salida de una comida en Bilbao, Inma Castilla de Cortázar –del Foro de Ermua- me recetó “varias recetas en un papel común-, pero, como bien conoces de mi carácter, con la clara disposición de no utilizarlas. Por cierto, esta última noche, en Lanzarote, no he tomado nada para dormir. Parece comprobado que esta isla me relaja.
Ahora ha entrado Toufic. Le he dicho que esto no funciona, Pretende pasarme una cuenta que ya veré si le pago. He liquidado sin más problemas mi relación él.
Seguiré con mi narración en otro momento: Toufik ha tenido la desfachatez de decir que la culpa había sido mía. Me ha sacado de mis casillas y le he gritado.
Mañana será otro día y empezará otro año. Pero no será tan diferente como para que no vuelva a escribirte.

Un beso muy grande, como siempre, guapa.

1 comentario:

Sake dijo...

Todo lo que me faltaba por contarte por compartir contigo ¿y ahora que hago?¿a quién se lo contaré?. Pasa el tiempo y aún te espero ya sabes ¡tengo mucho que contarte y compartir contigo!.