En la tarde de ayer recibía la llamada de un comprometido votante a UPyD en Bilbao.
- Eres un precursor -me dijo-. Lo que está pasando en el PP confirma lo que decías, que derrota hacia la derecha, como dicen de algunos toros.
La situación que vive en la actualidad el Partido Popular tiene diversas lecturas, por supuesto, algunas de las cuales me propongo repasar en este comentario.
Está el caso de la sucesión de Rajoy, como elemento fundamental, Sobre la base de que el actual presidente del Partido Popular no ganara las elecciones del próximo 9 de marzo -o no pudiera gobernar- este se retiraría de la p0lítica quedando así abierta la necesidad de proveer de un nuevo líder para la formaciónj conservadora. Para ese puesto se han venido postulando, de una manera más o menos inequívoca, la Presidenta de la Comunidad de Madrid y el Alcalde la capital de España. El regreso de Rodrigo FRato de sus altas ocupaciones en Washington abría también una especulación sobre el eventual interés del anterior Vicepresidente del Gobierno en ese mismo sentido.
Y Ruiz Gallardón tenía una ventaja evidente en relación con su competidora: la de la compatibiloidad legal de su cargo con el de diputado, cosa que no le ocurría a Esperanza Aguirre.
Dicen los mentideros políticos que ha sido esta la que ha frenado las expectativas del Alcalde al postularse ella misma como candidata.
Yo creo que esta es loa primera lectura del asunto. La clave no sería ideológica sino que tendría que ver más con una lucha por el poder dentro de una organización que, como dijera en su día el comentarista francés Dennis Jeambar, vive -como todas las derechas- en una permanente tormenta de personas.
Pero no deja de haber una lectura que tiene que ver con las ideas. Es verdad que Ruiz Gallardón ha sido en el Partido Popular uno de los representantes de la moderación, del discurso no crispado, de la cercanía -incluso- a los medios de comunicación que menos caso hacían a la cúpula dirigente de su partido. Iba por libre. Y en ese partido "ir por libre" no deja de ser una imperdonable osadía.
Y entonces me planteo la tercera lectura que tiene este asunto: se trata de la forma en que los partidos políticos tradicionales tienen en España de resolver sus diferencias internas. Rajoy ha zanjado las discrepancias sobre su sucesión manteniendo apartados de la misma a los principales contendientes, dificultando así la misma sucesión de su persona. No ha abierto ningún proceso de consulta a la base de su partido al respecto. Claro que, hacer o intentar hacer primarias en el PP -o algo que remotamente se le parezca- es cosa poco menos que imposible. Yo mismo lo intenté en el caso de este partido en su organización local de Getxo para elegir el candidato a la alcaldía y poco menos que me condenan al más marginador de los ostracismos.
Pero es que tampoco en el PSOE eso es ya posible. El presidente Zapatero decide a los candidatos de Madrid como si esa fuera una de sus atribuciones más intransferibles, como su propio carné de identidad.
Las bases de sus partidos -del PP, del PSOE, de la gran mayoría- quedan condenadas por lo tanto a la posición de aplaudientes en los mítines y de sedentes en las mesas electorales en extenuantes jornadas de sol a sol.
No es eso lo que dice la Constitución. No son los partidos instrumentos para la participación política de los españoles. Son banderines de adhesión, pequeños -o grandes- ejércitos en los que todo está distribuido de antemano: los jefes, jefecillos y lugartenientes de camarillas y derivados.
Por eso resulta necesaria la aparición de una nueva política en España. Porque ya los modos y las formas determinan un contenido viciado.
Reformar la ley electoral, desde luego, abrir y desbloquear las listas; pero pantes es preciso promover una verdadera participación en los partidos políticos; por lo menos de sus afiliados, si no de sus simpatizantes, como está ocurriendo en estos momentos en el proceso de selección de los candidatos a la presidentecia de los Estados Unidos.
Más allá de la "petite histoire" -que dirían los franceses- del asunto yo me quedo con esta tercera lectura, que los indios también deben contar en política.
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