Cuando oí por primera vez esta canción de Georges Brassens me quedé -como resulta lógico- con su estribillo. En aquellos años en que maduraba el siglo XX resultaba habitual plantear cuestionarios a través de cuyas preguntas cabía inferir la personalidad del entrevistado. En alguna de ellas se formulaba la inevitable cuestión acerca de las tres cosas que la persona que atendía la conversación se llevaría a una isla desierta. Con frecuencia las respuestas eran prácticas, a veces ingeniosas, hasta provocativas en otros casos. La del poeta y cantante francés me parecía la más sensata entre las que yo había conocido hasta entonces: es muy sencillo, a una isla desierta hay que llevárselo todo. Y no deja de ser cierto, ¿por qué tenemos que prescindir de tantas cosas que nos son necesarias o útiles, de personas o de objetos con los que nuestra vida cotidiana se ha ido dotando y cuya prescindibilidad nos plantearía un disgusto cierto? Más valdría al entrevistador preguntar sobre qué cosas no se llevaría uno a esa isla, porque seguramente uno tiene más evidencia de lo que le sobra, le fatiga o le produce pereza -cuando no lo odia, simplemente- que de las cosas que de forma directa o indirecta le son necesarias.
Pero la lectura del poema que da contenido a la canción dice otra cosa diferente. Y es que, siendo el objeto del amor una persona de características tan maravillosas como las que describe Brassens, ¿cómo vamos a rechazar una sola de éstas?
Todo es bueno en ella, nada hay que arrojar -señala el,estribillo-, a la isla desierta todo hay que llevar. Y es que esa isla del poeta es -somos- nosotros mismos, nuestra soledad, cuando hemos renunciado o nos ha sido impuesto el régimen de clausura. Entonces nos ocurre que en el caso de que te encuentres con esa maravillosa persona, tanto que de nada de ella te podrías desprender, esa isla, por fortuna ocupada ya, no es susceptible de renunciar a cualquier cosa que de ella proceda.
Dicho del modo castizo y rural como lo expresaban los aldeanos de mi tierra originaria -y les pido perdón por adelantado en el caso de que moleste alguna sensibilidad en ustedes-, “el cerdo es como la Virgen, no tiene desperdicio…” Tampoco lo tiene la musa de Brassens.
Pero vayamos a la canción en la versión traducida y en la original.
Sin sus cabellos que vuelan
Tendría, con seguridad,
Dificultades sin cuenta
Para saber por donde el viento va..
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Me pregunto yo qué hacer
Sin sus mejillas preciosas
Siempre prestas a ofrecer
Las manzanas más prodigiosas
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar.
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Sin su cuello y su almohada,
Mi cabeza, al caer,
Yacería en la nada,
¡Qué incómodo debe ser!
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Sin sus fuertes caderas,
¿Cómo sostenerme mañana,
Si al perder mi equilibrio,
No me sostengo en nada?
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar.
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Tiene mil cosas más,
Que me son fabulosas,
Mas no me es posible mostrar
Esas partes tan hermosas.
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar,
A la isla desierta, todo hay que llevar.
De los encantos suyos
Prefiero no alardear,
Lecciones de anatomía
Mejor buscad en otro lugar.
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Y su orgullosa debilidad
Toda entera la mantiene
Y jamás permitirá
Aun en trozos se la frene.
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Es ardiente, como la hoguera
Aunque sensible al detalle,
Hay que tomarla entera
O dejarla que estalle.
Todo en ella es bueno, nada hay que arrojar.
A la isla desierta, todo hay que llevar.
Sans ses cheveux qui volent
J'aurais, dorénavant
Des difficultés folles
À voir d'où vient le vent
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Je me demande comme
Subsister sans ses joues
M'offrant de belles pommes
Nouvelles chaque jour
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Sans sa gorge, ma tête
Dépourvue de coussin
Reposerais par terre
Et rien n'est plus malsain
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Sans ses hanches solides
Comme faire, demain
Si je perds l'équilibre
Pour accrocher mes mains
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Elle a mille autres choses
Précieuses encore
Mais, en spectacle, j'ose
Pas donner tout son corps
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Des charmes de ma mie
J'en passe et des meilleurs
Vos cours d'anatomie
Állez les prendre ailleurs
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
D'ailleurs, c'est sa faiblesse
Elle tient ses os
Et jamais ne se laisse-
Rait couper en morceaux
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
Elle est quelque peu fière
Et chatouilleuse assez
Et l'on doit tout entière
La prendre ou la laisser
Tout est bon chez elle, y a rien à jeter
Sur l'île déserte il faut tout emporter
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