El trabajo que le había buscado su padre -a regañadientes, el chico no le había hecho mayor caso- se localizaba en Burgos, en una empresa de calefactores, donde Juan Carlos Zúñiga actuaría como director comercial.
Todos sus sueños juveniles de un cambio político profundo -¿una revolución?- estallaban al viento como las gavillas de paja que lanzan al aire la gente del campo para que el grano se separe de ella. Su juventud... uncida al carro de una mujer que no quería, a la paternidad de un hijo prematuro para su inmadurez, a un trabajo que no le gustaba.
Y le costaría no poco tiempo resolver su depresión. Pero el tiempo corre y las responsabilidades tiran de uno. Tenía que mantener una familia, una mujer y un hijo que venía de camino. Y se puso a ello.
Hasta aquí hemos acompañado el devenir del padre de Elías Zúñiga. A partir de aquí volveremos a su hijo, después de un largo paréntesis.
Elías nacería en Burgos, por lo tanto. Per accidens, diría el chico más adelante, pues le gustaba mucho eso de ser vasco y de apellidarse Zúñiga, también. Claro que siempre uniría al apellido paterno el González materno. Y es que Elías se veía inoculado del veneno de María -su madre- dados los feos por ella recibidos a lo largo de su vida matrimonial e infligidos por su familia política.
Porque, en realidad, Elías vivió siempre entre dos aguas. Heredaba de su padre el orgullo de formar parte de estirpe tan notoria como la de Torres Altas, pero no podía olvidar el desencuentro que estos practicaban con la familia de su madre.
Y obligado a optar decidiría por la más débil. Opción que también le acercaría a su padre, ya que la familia de este se había distinguido siempre por su apoyo a los más desfavorecidos de la sociedad. Nadie con hambre en nuestra casa, rezaba la divisa de ese linaje.
Claro que en esos tiempos ya no se trataba de mitigar el hambre física de los menesterosos aparceros, sino de resolver las cuestiones del alma, las metafísicas, de tan largo como sinuoso recorrido como se ha venido demostrando. Pero, para esa cuestión inmaterial, los Zúñiga no eran la más adecuada de las proles. Les venía mejor el espíritu librecambista manchesteriano a su ideología que el proteccionismo paternalista de los tories. Tuvo que llegar la generación del mayo del '68 para que esas cosas de la mente entraran en su consideración. Pero el padre de Juan Carlos siempre consideró que eso se parecía más a una algarada que a un anuncio de cambio de régimen, y todo hay que decirlo,no se equivocaría demasiado.
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