lunes, 21 de octubre de 2013

La Garúa de Bracacielo (4)



Gowen Barrera era un tipo fornido, la estatura alta y la expresión simpática -y un punto dicharachera-. Su aprovechamiento intelectual había sido escaso, lo quequizás fuera debido a una excesiva tendencia a las francachelas nocturnas y a las expansiones en todo tiempo y lugar; por eso, aunque daba comienzo sus estudios en la otrora prestigiosa Universidad de Deusto, los concluía en la definitivamente carente de prestigio de la sedicente facultad de Derecho de La Laguna.
No obstante lo cual, Goby sacaba uso de su cualidad principal: su gancho con las damas, que se derivaba de un cierto cultivo de las buenas maneras y de un aspecto personal relativamente agradable.
Triunfador Barrera en el ámbito femenino, esa constituyó su mayor ventaja a lo largo de su vida, una ventaja que el anglo español sabría explotar no sin cierta habilidad. Es evidente que además, en país tan poco poliglota como el nuestro, su dominio del inglés le abriría no pocas puertas.
Centrándonos ahora en sus relaciones con el otro sexo, además de los habituales escarceos juveniles -que no fueron pocos en su caso-, a su regreso a Bilbao, terminados sus poco exigentes estudios, Goby se encontraba con una joven bilbaína, de rancia buena familia -también de "toda la vida", habría proclamado este sin duda- que era una de esas gallardas tiarronas que solo producen las tierras vascas.
Permítasenos un ligero apunte social. Barrera era una expresión, químicamente pura de eso que se llama "clase media". Ese origen era el de su padre, y su madre, por muy inglesa que fuera, pertenecía a esas huestes que asolan la isla británica, con sus chalets pareados, sus adefesios en el vestir y sus atentados gastronómicos. A pesar de ello, Gowen conseguía siempre emparentar por encima de sus posibilidades iniciales.
Y, era su primera mujer, de izquierdas. Una de esas no tanta "rara avis" de la burguesía liberal bilbaína, que a base de compartir ideas anti nacionalistas con los socialistas, se pasaban ardorosamente a sus filas.
Gowen compartía también esas creencias. Pero el suyo era un socialismo tamizado por un barniz de tipo "british". Muy tradeunionista y tenido de populismo laborista, lo que sin duda le ayudaría no poco en su trayectoria política posterior.
El panorama político vasco se iba aclarando. Después de algunos años de hegemonía nacionalista en el Parlamento de Vitoria, provocado por la ausencia en sus escaños de los batasunos, y de la escisión en el PNV, consecuencia a su vez de la bicefalia  Arzalluz-Garaicoechea, el partido socialista se convertiría para mucho tiempo en firme valedor del nacionalismo moderado de Ardanza. Y Barrera, que gracias a su bien relacionada esposa, había vegetado en algún oscuro despacho de la asesoría jurídica de la otrora Iberduero, pasaba a traductor de inglés industrial en el Departamento correspondiente del Gobierno vasco con rango, eso sí, de Director General.
Poco aguantaría su primera fémina la cortedad del político en ciernes. Y es que, si la cama es el espacio más habitual de ciertas desavenencias conyugales, es en el momento posterior a la consumación sexual cuando se comprende muy bien si lo acontecido era solo un polvo o algo más.
Y Gowen, para la lista bilbaína era solamente eso: un polvo. De modo que el afamado personaje político debía hacer por primera y única vez -hasta el momento- sus maletas. La segunda, ni siquiera las pudo recoger: un cerrajero cambiaba la llave de la casa de su mujer y el angloespañol tomaba las de Villadiego hacia Cortefiel.
Fue entonces cuando le empezaría a tratar Barrientos.

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