viernes, 21 de junio de 2013
NER. Mensajes cruzados (30)
El mensaje alude a los mensajes de las “tres pes” –pongamos que me pongo en lo peor-. Son los siguientes: Pongamos que me pongo en lo peor 1. Apagaste mi luz, tan de repente, que dejaste mi luz entre tinieblas. ¿Podré descubrir algo real entre esas sombras? ¿O seguiré más bien persiguiendo retazos de ti en la negrura? Apagaste tu luz, tan de repente, y tú te has quedado a oscuras. Y en tus oquedades estoy yo, pero yo ya me he marchado a llorar tu recuerdo de esa noche, de tantas noches, a partir de ahora. ¿Dónde encontraremos la luz, en adelante? ¿Dónde me besarás con otros labios? ¿Dónde leerás mis palabras de amor con otras letras? ¿Qué otra chica me llevará en tu carroza de plata? ¿Quién te dará ahora mi fuerza maravillosa? ¿Quiénes harán nuestros viajes? ¿Quiénes renovarán nuestros abrazos? ¿Quién identificará el sabor de tus besos? ¿Qué chica se pondrá mis otras camisetas de Tintín cuando llegue el momento del descanso, del amor? ¿Con quién darás tus paseos en Izarra? ¿Quién me acompañará en mis caminos de Burguete? Has preferido la razón al corazón. Y yo he perdido la razón y no encuentro el corazón. Pongamos que me pongo en lo peor, que das por cerrada la NER, que deberemos reencontrarnos en otro espacio, será entonces un espacio sin formas, porque se ha apagado la estrella que nos permitió siquiera hace un mes alcanzar un cachito de felicidad. Pongamos que me pongo en lo peor número 2. A veces pienso que el mundo es una inmensa galería. Todos caminamos por ella con lámparas para iluminar la oscuridad. Hay lámparas para todos los gustos, las hay tan potentes que llegan hasta a cegar y no resultan útiles; otras proporcionan una luz muy tenue, pero alumbran convenientemente el corto espacio requerido por su usuario. Pero vamos a mi lámpara, no era la mejor de la galería, desde luego, pero yo creía que daba luz suficiente para mí camino y que te permitiría a ti ver también el tuyo, una vez hechos uno los dos. Pero me equivocaba. Mi lámpara era para ti como una pequeña estrella en el firmamento que servía “para decorar el prendedor” de Maite. una estrella de cuento, pero tan lejana como inútil. Y ahora que te vas y se apaga la luz de mi lámpara, soy consciente de ello. Apenas veo más que cuando la tenía encendida. Pongamos que me pongo en lo peor número 3. Era demasiado bonito para ser real, así que has preferido la realidad. “Una vez más se estrelló la barca del amor contra la vida cotidiana”, escribía el poeta Maiakovski. La mía no es siquiera una barca, sólo unas tablas dispuestas en la playa esperando a que alguien -¿tú y yo?- las armen para que se hagan a la mar. Ahora habrá que recogerlas, pues llega el invierno y las puede estropear. ¿Quién sabe si esas maderas podrán servir para que una barca se haga a la mar algún día? Pongamos que me pongo en lo peor número 4. Ella había anunciado visitarle a su casa de Burguete. Allí le comunicaría su decisión. Pero él se despertaba a las 4 y media de la madrugada y entraba en conversación con ella. “No voy a Burguete”, le dijo. “Supongo que tendrás tus buenas razones, pero no te voy a pedir que me las digas”, contestó él. Y a eso siguió una larga explicación de su historia de amor y de las dificultades que tendrían para encontrarse en un nuevo escenario. Él le pedía tiempo para eso, mientras ella escuchaba en silencio el desarrollo de sus ideas. Así que cuando ella le llamaba a las 8 para decirle que tenía fiebre y que no se podía acercar a su casa él ya lo sabía. Y cuando la voz de ella desaparecía de sus oídos él supo más cosas: que ella estaba nerviosa a consecuencia de una decisión dictada por su cabeza, pero su corazón se rebelaba y ordenaba al resto de su organismo a permanecer inmóvil. A estas alturas daba igual, el corazón había perdido definitivamente la guerra, sólo se permitía la leve satisfacción de ganar una escaramuza. Pongamos que me pongo en lo peor número 5. “Nadie te ha pedido que tomes una decisión. Puedes diferirla en el tiempo”, te digo. “Ya. pero es que entonces la NER puede crecer. Ya está creciendo sin necesidad de hacer nada de particular con ella”. No me dices nada, salvo que nuestro amor es imposible porque tu cabeza te dice que no debe desarrollarse. A estos mensajes de las tres pes debe sumarse el siguiente, escrito a continuación y que mantiene un registro semejante: LAS HORAS DE LA NER. Se dice que hasta el peor de los relojes marca correctamente la hora dos veces al día. Pues ocurre que el reloj de la NER marca hasta dos horas a la vez. Me dices que la NER es algo más que tú y que yo. Y tienes razón porque para ti es algo así como una ilusión que te permite escapar de tu tiranía cotidiana. Para mí la NER es un proyecto de vida. A ti te gustaría que la NER subsistiera en cualquier caso. Para mí, en cambio, la NER se desvanecería si el proyecto desaparece. Mi NER aguanta si la ilusión del proyecto sigue ahí, la tuya prescinde del proyecto y se aferra a la ilusión que la preside en todo momento. El problema es si es posible que la NER dé la misma para los dos al mismo tiempo, si existe un espacio temporal en el que nos podamos reconciliar con nosotros mismos en ese ámbito de amor que es la NER.
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1 comentario:
Dime ¿por qué te pones tan difícil el amor?, acaso la mente es superior al corazón, debes saber que la mente no te dará la felicidad pues ésta habita en el corazón.
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