lunes, 22 de abril de 2013

NER. Mensajes cruzados (8)

23.11.2004. Habían pasado 16 días desde aquel 8 de noviembre en que le cambió la vida. Era feliz, pero su felicidad no era completa, pues contenía fuertes dosis de preocupación. No le gustaba, pero tenía que decidirse: ”Haz omo decía Jean Monnet –le aconsejaba su nuevo amigo-. Cuando tenía un problema, él y los otros afectados se sentaban a un lado de la mesa de reuniones dejando figuradamente al problema en el otro lado”. Al principio ella no le hizo caso, pero una noche en que se había quedado desvelada optó por probar, total... ¿qué más daba? Sentada en el sofá, una tenue luz indirecta iluminaba el salón. Sobre una mesa una foto suya. La tomó entre sus manos y la contempló tranquilamente. Al cabo de un rato, la foto se dividió en dos, y las dos eran ella misma. En una pudo ver las cosas vividas, los recuerdos agrietados y los momentos felices. Y vio a su hija sobre todas las demás personas, dominándolo todo. Después observó a su otro yo, y era el futuro, su futuro, del que dependía esa decisión que la atormentaba. Descubrió que las grietas no estaban en ella pues aún no había recuerdos que las provocaran, vio a su hija –nunca se alejaría de su vida- y observó a otras gentes y otros hechos que aún no estaban perfectamente definidos, porque les faltaba tiempo para nacer o desarrollarse. De pronto, el silencio de la noche quedó roto cuando alguien pronunció su nombre. Era su propia voz, y le hablaba con mucha paz. Le contaba que aún tenía toda una vida por delante. Y la voz se hizo un suave susurro que le evocaba otra voz y le sonó a una canción de cuna. La claridad de la mañana la sorprendió con una radiante sonrisa pegada a sus labios. Entonces supo lo que iba a hacer.

1 comentario:

Sake dijo...

No hay nada peor que la duda, la duda desgasta, la duda agota, la duda nos crea insomnio, ¡quién pudiera tener siempre las ideas claras!.