miércoles, 29 de septiembre de 2010

Intercambio de solsticios (94)

Lanzarote, 6 de enero de 2003.

Querida Lorsen:

Me ha llamado José Félix Merladet. Los Merladet Urigüen se marchan mañana, día siete. Hemos quedado en que nos veremos la próxima vez que aparezcan por ahí. Le he prometido a Elena alguna cosa tuya –alguno de tus pañuelos.
Salí a dar una vuelta por el paseo del puerto. Le compré a Pilar una pulsera-brazalete, un poco más importante que las baratijas que tiene la pobre. ¡Es que ya es una mujer, y tiene derecho a algo mejor!
En casa me tomé un yogur. Intenté conectar con Bona Baraldi, pero sin éxito. Aunque dispongo de su “e-mail” y quizás eso me permita escribirle un correo electrónico que resulte más expresivo que mi macarrónico italiano hablado.
Desconecté el móvil y puse la película “los cuatrocientos golpes”, de François Truffaut, que hasta ahora no había tenido la oportunidad de ver. La verdad es que aguanta bastante bien sus más de cuarenta años. Y el marco de fondo –París-, los coches de época y todo el ambiente que lo rodea –la moda de entonces...- te permiten pasar un rato agradable con la primera película del director francés.
Me acosté sobre las once –hora peninsular-. Tuve que tomar una pastila. Pero luego dormí bastante bien. Me he levantado a las nueve y cuarto.
La que no funciona es la nevera. Aunque no me importa demasiado: si se corta la leche, el té se puede tomar sin ella: el pan aguantará la semana que me queda; el jamón no pierde por no estar demasiado frío –al contrario- y las galletas se pueden tomar también sin margarina. He hecho un par de pruebas y sigue sin funcionar. No sé si será el motor o la conexión eléctrica, pero quizás le deje el marrón a Sonia. Siempre cabe la posibilidad de bajar la nevera de arriba. O de comprar otra nueva, el próximo verano. Claro.
Me ha llamado Gaby. Ayer, mientras intentaba separar su perra –ya sabes que está en celo- de un “fox terrier”, se ha caído. El resultado es que la han enyesado, hasta el codo. Me pide un pañuelo tuyo. Todo lo que fue tuyo lo quiere, la pobre. Parece que se quiere convertir en una especie de tu “alter ego”.
MI paseo de esta mañana de Reyes ha resultado un tanto deslucido: la nube que presidía el recorrido ha terminado en unas gotas de agua. Total, poca cosa, que he podido combatir sin problemas, con la ayuda de mi gorro. No se ha parecido nada al mismo paseo del año pasado. ¿Te acuerdas? ¡El viento del desierto africano, provocado por la calima, dándonos en los ojos, y nosotros caminando a pesar de todo!
La comida en “Lanni’s” –un solomillo, para festejar el día- tampoco ha sido una maravilla: la carne estaba demasiado hecha. Se lo he dicho –como ves, aprendo de ti-, pero les he disculpado: con la lluvia, todo el mundo ha decidido que era el momento de ponerse a comer y había demasiada gente.
Uno de los marroquíes que viven debajo de nuestro apartamento me ha presentado su pésame, apenas como prolegómeno para preguntarme si iba a alquilarlo. Le he dicho que, de momento, no.
En casa me he puesto la camisa que compré para hoy –dado que estaba un tanto justo de ropa aquí- que llevo puesta sin pena ni gracia: Nadie me ha dicho si me sentaba bien o me quedaba un poco grande. Ha sido un estreno sin gracia, como tantas de las cosas que me ocurran a partir de tu ausencia.
Pero no me encuentro mal. Cuando el organismo me responde, parece que el resto puede funcionar. Quizás lo que pasa es que tú estás detrás de que las cosas vayan mejor. En todo caso te lo agradezco: sé que esa sería tu intención.

El mayor de mis besos, guapa.

2 comentarios:

Blanca Oraa Moyua dijo...

¡qué belleza de carta! Con lo bien que escribes ¿por qué has partido tu corazón en dos mitades que se oponen?

Por favor, mándame la dirección a donde quieres que te mande las invitaciones.

Sake dijo...

Si vivimos, si pensamos si seguimos el camino es porque en el fondo estamos convencidos de que alguien nos quiere.